El abogado, diplomático y excanciller Didier Opertti, vinculado al Partido Colorado, admite que hasta ahora había matizado sus posturas, pero que hoy le resulta claro que en este período hubo
—¿Cómo fue la relación con Irán en su tiempo de canciller?
—Irán era y sigue siendo un país con el que Uruguay tiene un intenso comercio, fundamentalmente para Uruguay de venta de commodities como lana y arroz. Es un cliente importante. A eso le agrego una consideración de tipo político: cuando se produjo el atentado contra las torres gemelas, el 11 de septiembre de 2001, Uruguay tenía ya lista una misión comercial y política a Irán, que venía siendo preparada desde hacía bastante tiempo, con bastante cuidado de parte de las autoridades de gobierno y de los empresarios privados, que tenían necesidad de ampliar y consolidar su comercio con Irán. Ya en ese momento había una acusación internacional o al menos una suerte de individualización primaria de que podía haber responsabilidades terroristas vinculadas a Irán. Algunas voces cuestionaron que se hiciera esa visita. Sin embargo, el gobierno de la época decidió no suspenderla ni postergarla, sin que eso implicara de ninguna manera desconocimiento o insensibilidad frente a la grave agresión que acababa de sufrir Estados Unidos. Pero teniendo en cuenta que la acusación contra Irán no estaba en ese momento demostrada, suspender la visita implicaba asumir la culpabilidad de un Estado. Era una cosa muy seria. Lo ponderamos, lo medimos, y decidimos mantener la misión. Acentuamos el carácter comercial de la visita y colocamos el tema político en un terreno puramente operativo. La relación comercial transcurrió en un andarivel distinto de la política, sin cruzarse.
—¿En ciertos casos es aconsejable, entonces, ceñirse al vínculo comercial?
—Sí, es algo parecido a lo que sucede con China Popular, que es un país con un sistema comunista en lo político y capitalista en lo económico, con el que Uruguay mantiene una relación diplomática y político-comercial muy importante de hecho, es uno de los compradores más importantes. El Estado ha separado convenientemente los dos andariveles. No se puede fijar la relación diplomática asumiendo que el único modelo político es el nuestro. Solo si hay una violación contumaz de los derechos humanos, como el caso del Apartheid en Sudáfrica, en el que Uruguay se plegó a las políticas internacionales de sanción. O el caso de Cuba, en el que Uruguay entendió que como no estaba garantizada la observación de los derechos humanos por Naciones Unidas, no tenía interés en mantener relaciones diplomáticas. Son situaciones extremas.
—¿Cómo siguió el vínculo con Irán tras aquella visita de 2001?
—En esa visita se consolidaron corrientes de comercio bilateral sin asumir ningún compromiso de tipo político de adhesión al régimen de Irán. Uruguay allí no declinó ninguna de las banderas de defensa de los valores esenciales, de derechos humanos, a cambio del comercio.
—Se dice que este gobierno estrechó el vínculo político con Irán. ¿Cómo lo ve usted?
—Creo que en este período ha habido en la política exterior un sesgo de quizás demasiada cercanía con el mundo islámico y un cierto enfriamiento en las relaciones con el mundo no islámico, que juega mucho en el conflicto Israel-Palestina. Es una discrepancia que tengo con la política exterior llevada por el gobierno. Yo, en general, he sido bastante prudente respecto a mis declaraciones públicas porque entiendo que el ideal es tener una política de Estado. Pero entiendo que en este tema no la hubo. Uruguay trabajó mucho en la comisión previa que hizo la visita in situ en Israel antes de declararlo como Estado, en la misma resolución que se declaró también como Estado a Palestina. La diferencia fue que el mismo día en que se reconoce la independencia, Palestina entra en una pugna permanente y ataca a Israel. De manera que la historia de cada uno muestra que mientras uno cumplió fielmente el mandato de Naciones Unidas, el otro se apartó de ese camino y prefirió uno de confrontación, no de entendimiento, y se agudizó el problema. En ese tema indudablemente la política exterior uruguaya ha tenido un cambio.
—¿Qué gestos o posturas concretas evidencian ese cambio?
—La visita del canciller a Palestina en momentos en que, a mi juicio, no estaban todavía las condiciones dadas para ello. Las votaciones en la ONU y también en el Consejo de Derechos Humanos que funciona en Ginebra, donde Uruguay ha tenido una posición de cierta complacencia con países no occidentales como Irak, Paquistán, Siria o Arabia Saudita, en los que no se respetan los derechos de las mujeres y de los niños, cuando han firmado la Carta de Naciones Unidas en la que se reconoce la igualdad de los seres humanos. Ha sido una declinación de la política exterior. Se ha producido una suerte de viraje.
—¿Y también hubo un alejamiento de Israel?
—Bueno, naturalmente ese viraje trae como consecuencia un enfriamiento de las relaciones con Israel, teniendo como tenemos nosotros una importante población de origen judío, y siendo la comunidad judío-uruguaya una comunidad activa, que participa en todas las actividades del país. Eso hace que sean uruguayos. Israel es un Estado libre, con elecciones democráticas, que tiene la modernidad propia de un país que ha hecho del progreso un objetivo. En mi opinión, Uruguay está más cerca estructuralmente y desde el punto de vista conceptual de Israel que de los países árabes.
—Pero Israel, con los ataques a la población civil de Gaza el año pasado, tampoco respetó los derechos humanos de esas personas.
—Pero es adentro de una situación bélica. Indudablemente, el uso de la fuerza es siempre rechazable. Pero es una situación endémica con ataques de un lado al otro. Y son dos actitudes distintas: Palestina ha demostrado un desconocimiento del multilateralismo. Estamos hablando de culturas distintas. La nuestra es humanista con base judeo-cristiana, a pesar de que se practique el laicismo. De todos modos, es un tema de pertenencia, no de alineamiento. Incluso durante el período que me tocó ser canciller hubo momentos en los que no aprobamos ciertos movimientos de Israel.
—De modo que, a su juicio, ¿la política exterior de este período ha sido contradictoria con la identidad uruguaya?
—Justamente.
Didier Opertti