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El gusto por el trabajo

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El uruguayo promedio ha perdido el gusto por el trabajo. Esto quiere decir que trabaja a cambio de una remuneración mensual que le permita vivir. Pero no porque le guste su trabajo o la tarea que desempeña.

De hecho, ¿cuántos abandonarían su trabajo actual si alguien les asegurara una paga igual sin necesidad de moverse de casa? ¿Uno de cada diez? ¿Uno de cada cuatro? ¿La mitad? ¿Más de la mitad?

La forma en la que el uruguayo promedio mira su trabajo se refleja en la forma en que lo realiza cada día. ¿Usted diría que el uruguayo es una persona que atiende bien al público, que se preocupa por atender las necesidades de quien entra a su negocio, que se desvive por no perder un potencial comprador o cliente? ¿O siente que las más de las veces a quien le atiende le da lo mismo si usted compra o no, si se va contento o no, si le han dado ganas de volver o no?

Es que de un tiempo a esta parte sólo parece haberse puesto el foco en los derechos de los trabajadores. Y eso, que está muy bien porque se trata de derechos que deben ser respetados, no debería impedirnos ver que el trabajador también tiene obligaciones. Y que hacer bien su trabajo es una de las principales.

Algunos sindicatos se han preocupado de asegurar a sus afiliados que nadie podrá despedirles o sancionarles. Si pertenecen al sindicato nadie podrá tocarlos. ¿Cómo creemos que pesa eso en la mente del trabajador? ¿Acaso pensamos que una vez que le aseguran a alguien que nadie podrá siquiera sancionarlo, trabaje como trabaje, esa persona se va a preocupar de trabajar cada día mejor, de dar todo su potencial, de mejorar la calidad de su tarea y de volverse más y más relevante dentro de su organización?

¿Qué quiere un trabajador uruguayo promedio? ¿Destacarse, ir a más, ser ascendido y tomar más responsabilidades? ¿Mantener su empleo y que no le hagan olas? ¿Ganar lo mismo trabajando menos horas? ¿Trabajar a distancia? ¿Crecer dentro de la organización sindical?

¿Y cuánto tiene que ver la economía del país, su crecimiento y su desarrollo con lo que cada uno de nosotros, desde nuestro lugar, ponemos o dejamos de poner cada día? ¿Cuánto tienen que ver nuestras ganas de ir por más, de atender mejor al público, de atender mejor a un pasajero o un turista, de brindar un mejor servicio, de hacer las cosas bien, con la marcha de esa economía?

¿Qué pasaría si el uruguayo promedio recuperara el placer del trabajo bien hecho? ¿Qué sucedería si los sindicatos no sólo reclaman a las empresas mejores sueldos y menores horarios, sino que se preocuparan de que se premiara a quienes más y mejor trabajan? ¿Es utópico pensarlo? ¿Por qué? ¿Porque el representante sindical no es el que mejor trabaja sino el que más ruido hace? ¿Quién se anima a cambiar y a predicar con el ejemplo?

El sistema político, ¿comprende que si seguimos por este camino, en el que el trabajo es casi un mal necesario, lo que le espera al Uruguay, a los uruguayos y a quienes pretendan gobernarlos será cada vez más duro?

¿Alguien se anima a dar el primer paso?

[email protected]

LA COLUMNA DE PEPE PREGUNTÓN

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