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Gorriti aún espera su parador

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El viaje de ida y vuelta $ 350 y los barcos van cada 30 minutos. Foto: Ricardo Figueredo

UNA ISLA SIN EXPLOTAR

Unos 600 turistas visitan la isla por día; un matrimonio se encarga del cuidado todo el año

Fotogalería. Foto: Ricardo Figueredo
El viaje de ida y vuelta $ 350 y los barcos van cada 30 minutos. Foto: Ricardo Figueredo
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Son casi las diez de la mañana. Dos parejas de chilenos, procedentes de Santiago, hacen cola en uno de los muelles del puerto. Al igual que el resto de esa larga fila, están esperando la partida del barco que los trasladará a Gorriti. Aunque no es la primera vez que vienen a Punta del Este, nunca habían visitado la isla.

Con el propósito de pasar todo el día en el lugar, se cargaron de provisiones. No solo alimentos; también sombrillas, gorros y abrigos, por si de tarde llegara a refrescar. En una pequeña heladera llevan botellas de agua, algunas cervezas y galletitas para merendar, pero su plan de almorzar en el parador de la isla se frustra ni bien llegan a la ventanilla para comprar el ticket del traslado: un cartel anuncia a los turistas que el parador está cerrado.

"Suerte que prestamos atención y vimos el cartel; si no nos quedábamos sin comer o habríamos tenido que regresar antes", comentó a El País uno de los chilenos. Como los barcos a Gorriti salen cada media hora, decidieron ir rápidamente a comprar algún sándwich que pudieran llevar en sus mochilas.

Concesiones.

A fines del año pasado, la Intendencia de Maldonado realizó un llamado a licitación para adjudicar la concesión de los dos paradores que tiene la Gorriti: el de la Playa Honda y el de Puerto Jardín. En los últimos años, el primero tuvo concesionarios de forma intermitente pero ninguno pudo brindar el servicio que esperaba la Intendencia. En tanto, el parador de Puerto Jardín, ubicado en el oeste de la isla, ha permanecido completamente abandonado desde los 80. Nadie se quiso hacer cargo del lugar y la edificación estaba en ruinas, a tal punto que la comuna fernandina decidió tirarla abajo en estos días.

Tras el llamado a licitación, dos firmas se presentaron para acondicionar y brindar servicios en el parador de la Playa Honda. El 25 de diciembre, la Intendencia otorgó la concesión por 10 años a Circotec S.A. Pero hasta el momento, cuando está por finalizar la primera quincena del enero —la más fuerte— el parador no ha sido puesto en marcha.

"No se pudo abrir antes porque la Intendencia nos dio la concesión hace muy poco. Nosotros no tenemos nada que ver con el retraso", explicó a El País Daniel Rodríguez, uno de los socios concesionarios. Dice que el lugar estaba venido a menos, que los baños estaban en muy mal estado al igual que muchas de las puertas de la construcción. "Tuvimos que hacer reforma, limpiar y pintar todo el parador. Todavía quedan cosas para arreglar, como el deck que da frente a la playa y que tiene las maderas todas levantadas y con agujeros. Eso se va a hacer todo a nuevo", contó Rodríguez.

Todavía falta colocar el mobiliario —sillas, mesas y sombrillas— y una vez que el departamento de Higiene de la Intendencia visite el lugar, y los inspectores le den el visto bueno, podrán abrir.

Rodríguez es optimista. Estima que este fin de semana los baños estarán listos y el parador quedará habilitado.

"La gente está como loca por la comida, por el agua, porque acá no hay nada. Los baños que están más cerca de la playa no están habilitados. Todos los días vienen a preguntar cuándo vamos a abrir", expresó.

Una vez inaugurado, el parador ofrecerá a los turistas una variada carta de tragos (licuados, caipirinha, cervezas y refrescos) y platos rápidos (rabas, miniaturas, milanesas, chivitos, hamburguesas y sándwiches calientes). Abrirán de 9:00 a 17:00, ya que a esa hora los visitantes deben prepararse para regresar al puerto.

Para el año que viene planean adquirir un barco que les dará mayor libertad. "Podremos generar otra movida en la playa, hacer eventos hasta la noche y que haya música", expresó el concesionario. La idea es mantenerlo abierto hasta semana de turismo, luego cerrarlo y en primavera volver a abrirlo, "porque en septiembre ya comienza a venir gente. Hay que aprovecharlo al máximo", aseguró Rodríguez.

Gorriti

Con una extensión de 21 hectáreas, la isla puede visitarse durante todo el año, pero es en verano cuando los barquitos que se encargan del traslado trabajan más. El trayecto, ida y vuelta, cuesta $ 350; los niños de 3 a 9 años pagan $ 250 y los menores de 3 viajan gratis. La travesía dura entre 10 y 15 minutos. El horario es extenso: el primer viaje sale a las 9:00 y el último barco regresa a las 18:15.

En temporada, visitan la isla unas 600 personas por día, explicaron desde la empresa propietaria de los barcos.

Las embarcaciones llegan al lado este de la isla y el público desciende en el Puerto Cañón, un lugar que hace dos siglos era una fortificación. Aún hoy quedan vestigios de esa época.

Una vez en tierra firme, los turistas caminan por un largo sendero rodeado de árboles. Hay flechas que indican hacia dónde están las playas, los baños, el parador, y otros lugares de interés. Casi todos se encaminan con sus sombrillas hacia la playa. En la Honda —la más concurrida— suelen amarrar entre 150 y 170 yates por día, que pasan toda la tarde en sus embarcaciones, beben gin-tonic, andan en motos de agua, se suben a sus gomones o ponen música y arman pequeñas fiestas a bordo.

En algunos casos el volumen estremece la costa, lo que ocasiona molestias a quienes toman el sol o dormitan en la arena. Pero como el agua es jurisdicción de Prefectura, ni el guardavidas que vigila la playa ni el isleño que cuida el territorio pueden hacer algo para remediarlo.

"Grillo", el guardián de la isla todo el año

José Méndez, conocido como "El Grillo". Foto: Ricardo Figueredo
José Méndez, conocido como "El Grillo". Foto: Ricardo Figueredo

José Méndez —mejor conocido como "Grillo"— se encarga de cuidar la isla Gorriti. Allí vive todo el año en una pequeña casa junto con su esposa. Era uno de los lugares que más le gustaba, a pesar de la soledad, por lo que no tuvo dudas cuando le ofrecieron el puesto hace dos años.

Dice que hace "de todo" y que su trabajo "no tiene horario". Se encarga del mantenimiento, de la limpieza y del cuidado de las playas y el bosque. Durante el día recorre el lugar controlando que los turistas no hagan fogatas, que no tiren residuos por ahí y que no dañen las plantas. Al caer la noche, también recorre la isla porque algunos viajeros de los yates bajan a la playa y encienden fogatas.

"Ha pasado en varias ocasiones y no puedo permitirlo porque el riesgo de incendio es muy alto", dice.

Nadie puede quedarse en la isla luego de la partida del último barco. Sin embargo, algunos se quedan igual, a veces por distracción y otras, a propósito. "En esos casos, se habla con Prefectura y viene una embarcación a retirarlos", explica Grillo.

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