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Un gigante en tierra de bajitos

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Batista a punto de hundir la pelota defendiendo a Uruguay. Foto: G. Pérez

BENEFICIOS Y CONTRAS DE LOS ALTOS

Esteban Batista cuenta sus peripecias en un mundo y un mercado de medidas estándar.

Batista a punto de hundir la pelota defendiendo a Uruguay. Foto: G. Pérez
Batista a punto de hundir la pelota defendiendo a Uruguay. Foto: G. Pérez

Había varios personajes con carisma en el barrio, a fines de la década de 1960, en un barrio que hasta hoy nadie sabe bien cómo se llama o si es parte de La Blanqueada, o parte de Tres Cruces, entre el estadio de Nacional y la Terminal de ómnibus interdepartamentales.

Pero aquellos tipos nunca tuvieron prensa, eran famosos de cabotaje, por ejemplo el Pocho Pluna, mecánico de aviones comerciales, o el carnicero Jesús, único español conocido en la zona que se hizo hincha de Peñarol. Entre esos actores y otros, una vez por mes, el que atrapaba las miradas de los chiquilines era sin embargo un foráneo, un hombre altísimo, de pelo encanecido, que iba puerta por puerta tocando el timbre para avisar que había llegado la hora de pagar la cuenta de agua.

Años atrás, aquel cobrador de OSE, contaban los mayores, había tenido que abandonar las canchas de básquetbol por una nueva regla que topeaba la altura de los jugadores en 1.90 metros. Eso quedó en la historia aunque no se recuerda tanto como el Sudamericano que ganó Uruguay en 1994, en tierras paraguayas, y que tenía la altura de 1.95 como límite para los jugadores.

El básquetbol es definitivamente un deporte de gigantes en el cual se cuela algún petiso, que cada día es menos petiso, o solo se aglutinan en cada equipo los más altos, por ejemplo en la principal liga mundial, la NBA de Estados Unidos.

Allí reinan los muchachos de 2 metros, los galácticos, como lo hizo el primer uruguayo en pisar esas canchas, Esteban Batista, que defendió los colores de Atlanta Hawks y Boston Celtics.

Con 22 años, debutó en noviembre de 2005 y después su carrera lo llevó a jugar en España, Turquía, Grecia, China e Italia. Haber recorrido el mundo con la pelota anaranjada bajo el brazo es uno de los beneficios que leconcedió la altura; él mide 2.07 metros.

Pero fuera de los estadios, ¿qué se sufre? ¿Cuáles son las contras? ¿Qué nivel de amabilidad brindan las ciudades?

"Yo empecé a jugar al básquetbol muy tarde; entonces, tuve esa desventaja, por decirlo de alguna manera, de sufrir las consecuencias de la altura en un país que no está preparado para gente alta, ya a los 12 años; en los ómnibus no me entraban las piernas, tampoco en los bancos de la escuela y el liceo; conseguir championes con el número mío era muy difícil, yo calzo 52. Si encontraba un par, era un solo par, un solo modelo", cuenta Batista a El País.

—Eso fue cuando todavía jugabas al fútbol.

—Intenté jugar al fútbol hasta los 15, cuando medía 1.95. Yo vivía en el barrio Autódromo (cerca de Santiago Vázquez), los pantalones te quedaban medio cortos, sufría eso.

—Problemas que se sumaban a los de la adolescencia.

—Pero más allá de las inseguridades que tiene una persona normal en la adolescencia, la gente alta, que está descubriendo su cuerpo, tiene que ir aprendiendo a dominar las extremidades; la coordinación para mí ya era más complicada que para otros chicos de mi propia edad.

—En la NBA estabas en una burbuja, ¿no? Tenías todo servido en bandeja.

—Tienen otra estructura, otro mercado, y sí obviamente no tenía problemas con la ropa o para salir. Pero en la vida cotidiana por ahí llegás a un hotel y de repente te toca una cama que te quedan los pies para afuera. Ahora, con esas cosas se aprende a convivir, como agacharse al tener que pasar por una puerta, paso justito si mide 2.10 pero hay más bajas.

—¿Y en los ómnibus?

—En el transporte público me he pegado la cabeza contra los pasamanos, o me acuerdo que cuando comencé a practicar básquet (en Welcome) dejaba pasar más de una vez algún ómnibus porque sabía que no entraba, y me comía otra media hora en la parada. Eso era cuando volvía a casa después de entrenar, tenía tiempo. Pero si iba a entrenar, marchaba, tenía que tomármelo sí o sí. A eso uno se acostumbra, como a poner la cabeza para abajo en algunos ascensores. Hay que hacerlo llevadero, no hay otra manera, a no ser que tengas el auto de los Picapiedras y saques las piernas para afuera.

—¿Cuál fue tu primer auto?

—El primero fue un Volkswagen Gol; atrás de mi asiento no podía ir nadie porque lo tiraba del todo. En todos los autos siempre tuve el asiento bien paatrás.

—¿Los taxis?

—Trato de seleccionar, si es muy chico no lo tomo pero si es grande voy de costado; con la famosa mampara, tan polémica, se hace prácticamente imposible viajar.

—¿Cómo pasaste en China? Todo está a una escala menor a la occidental todavía, las butacas de muchos ómnibus, por ejemplo.

—Sí, obviamente, las cosas están hechas para personas más bajas, los ómnibus eran muy chiquitos. Pero yo tampoco entro en uno estándar. La opción que tenía era usar dos asientos, sentarme de costado. El tema es que allá empezó a haber mucha variedad y si venía un taxi chiquito, había que dejar que venga otro y listo.

—¿Y cómo te fue en España, en Italia, o ahora en Uruguay?

—En cualquier parte, si en avión no viajo en primera, no puedo hacer un viaje largo; no entro en un asiento común. Tengo el mismo derecho de viajar que cualquiera y tendría que tener las mismas opciones, que hubiera una fila para los más altos, o asientos más anchos para los gordos. Eso no lo he visto en ningún lado. En la NBA teníamos avión charter y era como viajar en primera.

—¿Cómo hacías en esos viajes en aviones chicos, como los bolivianos que contrató la selección uruguaya de fútbol?

—Tenés que usar dos o tres asientos de costado o ir en el asiento de emergencia, ahí la podría llevar, como lo hice alguna vez.

—Declaraste que fuera de las canchas te gusta quedarte en tu casa a mirar películas. ¿Qué experiencia has tenido en un cine o en una sala de teatro, en un auditorio?

—Me ha pasado de ir a algún cine y comerme una película súper incómodo, o estar dos horas en un teatro y sufrirlo, porque no veía la hora de que termine la función. porque no podía más de incomodidad. Me ha tocado con algún equipo ir a eventos que nos invitan y si no estoy en la primera fila llega un momento en que no sabés cómo acomodarte, sobre todo por las piernas.

—¿Comprás por internet o te hacés traer de afuera el calzado o la ropa en general y en particular la deportiva?

—El tema de la globalización le ha salvado la vida a muchos, eso de poder comprarme la ropa y los championes afuera. En mi caso, por estar viajando continuamente se me hacía más fácil conseguir ropa y championes. Acá hace más de 20 años que no voy a un shopping a comprarme ropa.

—Tenés un stock europeo o universal.

—La verdad que uno cuando ve un par de championes trata de comprarlo por las dudas de que se acaben. Como la sufría tanto desde chico, por no poder elegir o por lo que costaba conseguirlos, tuve esa manía desde que pude pagarlos, tengo championes para unos añitos.

—Hasta para usar en los tiempos de entrenador, quizás. No sé si te vas a dedicar a eso, si querés continuar vinculado al mundo del deporte.

—Hasta un par de años más, jugando, tiro. Pero no tengo claro qué haré, no hay algo que me saque el sueño, que me encante hoy por hoy. Sí me gustaría seguir vinculado al basquet, capaz que como asistente pero no como entrenador.

—En materia de entrenamiento, justamente: ¿hay en Uruguay aparatos especiales para los deportistas más altos que practican básquetbol?

—Con los aparatos chinos cuesta más porque están hechos para personas más chicas, pero los buenos, los profesionales, que sí hay en el país, abarcan mucho margen. Yo no he tenido problemas con eso.

El retorno a Welcome, la Celeste y las mamparas.

Esteban Batista regresó este año al país para jugar en la Liga Uruguaya de Básquetbol, en el club que lo vio nacer. Es el único uruguayo que hasta ahora jugó en la NBA, en donde tuvo casi todo en bandeja. Después de pasar por España y China fue campeón en la Liga de Italia con Reyer Venezia. A nivel de selección nacional forma parte del proceso que encabeza el técnico Marcelo Signorelli. Este retorno lo puso en contacto con dimensiones de una ciudad que, con su transporte público, por ejemplo, le da la espalda a las personas muy altas.

Championes de lujo, limusinas, avión privado y chef a bordo.

Cuando Batista jugó en el Atlanta Hawks pasó a vivir en una torre de marfil; su equipo tenía avión privado y chef a bordo, con asientos especialmente preparados para los cracks gigantes. No daba para extrañar ni el living de la casa propia. Hasta entonces nunca había viajado en primera clase, o en una espaciosa limusina. Aunque él haya dicho que no se sintió estrella de la NBA, pudo disfrutar del lujo y elegir la marca de los championes.

Pasan los años y la gente es más alta.

Entre 1914 y 2014, la estatura promedio de los hombres uruguayos creció 10 centímetros: 163.9 centímetros hace un siglo contra 173.4 centímetros al llegar a esta década.

Así lo establece un informe publicado por El País de Madrid, en el que se compara la estatura por países y entre ciudadanos de esos países a lo largo de un siglo.

Los diez países con hombres más altos se encuentran en Europa, con Holanda a la cabeza (182,5 cm).

Los países más bajos se encuentran en África, Asia y Oceanía. Entre Holanda y Timor Oriental hay 22,7 cm de diferencia.

Las mujeres más altas también están en Europa, aunque esta vez en Letonia (169,8 cm). La diferencia con respecto a las guatemaltecas (con la media más baja) es de 20,4 cm.

Filipinas y Guatemala son los únicos países con una media inferior a 150 cm.

Europa es el continente donde más ha aumentado la altura media de hombres y mujeres en los últimos 100 años. Sin embargo, los países con crecimiento récord son Corea del Sur, donde las mujeres han crecido 20,1 cm e Irán, en donde los hombres son 16,5 cm más altos que en 1914.

África es el continente con un crecimiento más enlentecido en el período considerado en el estudio.

En la liga de básquetbol más importante del mundo, la NBA, hay jugadores históricos por haberse pasado de altos. Por ejemplo el rumano Gheorghe Muresan, que jugó en Washington Bullets en 1993, midiendo 2.31 metros. Para intentar taponar a Michael Jordan, no le hacía falta saltar.

Con algunos milímetros menos quedó en la historia Manute Bol, nacido en Sudán. El chino Yao Ming, con sus 2.29 metros de altura, al jugar en los Houston Rockets en 2002 popularizó la liga americana en el continente asiático.

Con igual altura aparece el alemán Shawn Bradley, que jugó 12 años en la liga de Estados Unidos. Aparece en la película Space Jam junto a Michael Jordan. Sim Bhullar, con tres centímetros menos fue el primer jugador de la India que alternó en la NBA.

En el mundo de estos tiempos, la condición de jugador de básquetbol más alto se da a Paul Sturgess, del poblado de Loughborough, Leicestershire, en Inglaterra; es también el hombre más alto del Reino Unido.

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