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Las ferias de Montevideo en la mira de delincuentes

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Ferias. Proponen mayor vigilancia Foto: Francisco Flores
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El domingo pasado, Alejandro Lemes contaba el dinero de la caja de su puesto en la feria de Asilo y Abreu, en la Unión. De pronto, un hombre apareció por atrás y otros dos por delante, y lo sorprendieron. "¡Queremos la plata!", exigió uno de los asaltantes, mientras tomaba por la espalda al feriante y le ponía un revólver en la cabeza.

"Tenía $ 30.000 de las ventas del día, $ 10.000 de cambio y otro tanto por la venta de una moto", contó Lemes a El País.

"En 20 años que llevo de feriante, fue la primera vez que me pasó algo así", afirmó el comerciante mientras atendía su puesto de los sábados, en Mariscala y Samuel Blixen, en el Buceo.

El asalto que sufrió Lemes, fue el último robo que se registró en una modalidad que viene en alza: rapiñas violentas a feriantes.

Desde la Policía, se señala como "muy probable" que se trate de una banda que trabaja de forma coordinada, ya que hay al menos siete asaltos en los que coincide el modus operandide los delincuentes.

En todos los casos se habla de entre tres a cinco personas, todas armadas, que actúan con agresividad verbal y física. En todos los casos huyeron en un automóvil que los esperaba a pocos metros de la feria.

Santiago Moreno, fue una de las primeras víctimas de esta clase de robos, en la feria de Camino Carrasco y Pirán, en Malvín Norte.

El feriante vende mercadería de almacén en un ómnibus acondicionado para atender público. Un jueves del mes de octubre (Moreno no recuerda la fecha exacta), "aparecieron los famosos cinco tigres estos".

"Nos robaron a dos puestos juntos: el mío y el de mi hermano. Nosotros siempre nos instalamos uno en diagonal al otro y ese día estábamos igual. Fueron a robarnos tres a nuestro puesto y dos al otro. Los cinco armados, con muchísima violencia verbal, insultando todo el tiempo", recuerda Moreno.

Lo que no se acuerda el feriante es la cantidad de dinero que se llevaron. "Sé que era mucho, entre los dos puestos", señaló.

"Tenían un accionar coordinado. No parecían ser chorros comunes. Ejercían un dominio psicológico importante", afirmó el feriante.

Tanto Santiago como su hermano se fueron de la feria de Malvín Norte porque "se transformó en un lugar de alto riesgo para trabajar".

Medidas.

Miguel Castellán, abogado de la Asociación de Feriantes del Uruguay, sostuvo que después de los primeros asaltos sufridos por los feriantes, fueron llamados por el Comando de Jefatura para mantener una reunión.

"Nos hicieron varias propuestas: entre ellas, poner una remesa que a media mañana vaya a sacar el efectivo de circulación", afirmó Castellán.

El jurista señaló que durante la reunión se tiraron ideas para que haya un policía por feria y mayor cantidad de patrullaje en las zonas donde se levantan los puestos.

También, entre otros temas que se presentaron, manifestaron la posibilidad de poner un sistema de cámaras de video-vigilancia en las ferias.

Castellán admitió que "no es fácil patrullar una feria porque hay una cantidad importante de gente y no se puede iniciar un tiroteo así nomás".

En la citada reunión, además del Comando en pleno de Jefatura de Montevideo, estuvieron los jefes de las cuatro zonas policiales en las que está divida la capital.

"Se están planificando acciones y para ello se pidió, por parte de la Asociación, entregar una lista de las ferias para que cada seccional se encargue de reforzar la vigilancia en los locales", afirmó Castellán.

El peor día.

El sábado 10 de enero de este año, cuatro individuos rodearon la caja del puesto de Emilio Lagomarsino, en la feria callejera de Piedra Alta y Asunción.

El dueño del puesto estaba esperando para cerrar la caja y el local, ya que eran cerca de las dos de la tarde.

"¡Quiero la plata!", le gritó uno de los delincuentes a Lagomarsino. "Me corrí para un costado porque pensé que me estaban haciendo una broma", contó el comerciante.

"¡Dale, hijo de p..., dame la plata!", insistieron. "Ahí me di cuenta que venía en serio la cosa", dijo el feriante a quien le robaron la friolera de $ 140.000. "No tengas dudas de que fue el peor día de mi vida", dijo.

Cuando se iban, dijo el feriante, "me manotearon una cadena de oro que tenía puesta. No me mataron porque no quisieron".

Para Lagomarsino, el asalto a su local fue "vendido", aunque no sabe por quién.

Cada uno de los tres comerciantes consultados coincidió en que levantarse, después de este tipo de robos, "se complica", tal y como dijo Lemes.

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