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Los evitables

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Médico en consulta. Foto: Shutterstock.

LA COLUMNA DE PEPEPREGUNTÓN

Son muchas las muertes “evitables”. ¿Y por qué entonces no se evitan? ¿Por qué no obligar a las personas a hacer aquello que, sabemos, podría salvarles la vida?

Es verdad. Hay muertes “evitables”. ¿Cuántas muertes podríamos evitar anualmente en el tránsito si, por ejemplo, la velocidad máxima de circulación en ciudad fuera de 45 km/hora, y en rutas de 80 km/hora? Casi todas.

¿Cuántas personas menos morirían cada año por enfermedades no transmisibles si prohibiéramos la venta de cigarrillos, alcohol, snacks, sal y alimentos con grasas trans? Muchísimas.

¿Cuántas muertes por accidentes cardiovasculares evitaríamos cada día si obligáramos a los uruguayos a comer sano, a hacer ejercicio al menos tres veces por semana y a realizarse chequeos médicos anuales?

¿Y las muertes evitables de los que, por no ir al médico a tiempo, mueren por un cáncer que detectado en etapas tempranas pudo haber sido atacado a tiempo?

Son muchas las muertes “evitables”. ¿Y por qué entonces no se evitan? ¿Por qué no obligar a las personas a hacer aquello que, sabemos, podría salvarles la vida?

Porque vivimos en libertad. El Estado fija pautas. Pone límites. Establece normas. Hace recomendaciones. Pero los ciudadanos toman cada día sus propias decisiones. Disponen de información para saber qué está bien y qué está mal. Qué puede ponerles en riesgo y cómo cuidar su salud. Pero son libres y toman sus propias decisiones. Y está bien que así sea. ¿O preferiríamos vivir en un régimen donde el Estado controlara cada paso de nuestras vidas?

A la vista está que no. La enorme mayoría de los uruguayos aprueba la forma en que el gobierno ha manejado la pandemia. ¿Murieron uruguayos? Claro que sí. Y cada muerte duele. ¿Es posible que bajando la movilidad hubiera muerto menos gente? Sí. Pero no es seguro. ¿Acaso no van casi 100 mil muertos en Argentina, que tuvo a todos sus ciudadanos confinados durante siete meses y donde la gente solo podía salir de su casa algunos días de la semana siempre y cuando no se alejara más de cinco cuadras de su domicilio?

¿Qué pretendían que se hiciera los que hoy hablan de “muertes evitables”? ¿Que no se dejara salir a nadie de su casa hasta que no se alcanzara la inmunidad de rebaño? ¿Que se cerraran todos los comercios y empresas, y la gente viviera con una renta básica de un salario mínimo durante más de un año? ¿Cuántos uruguayos habrían muerto de hambre? ¿Cuántos se hubieran quitado la vida por la depresión y la soledad?

¿Cuántas muertes podrían haberse evitado si el gobierno del expresidente Vázquez hubiera dejado al país preparado para la pandemia que se avecinaba? ¿Cuántos uruguayos menos habrían muerto o incluso enfermado si la administración frenteamplista hubiera hecho acaso al tempranero aviso de Interpol a quien nadie prestó atención?

Esa inacción o desidia de quienes a finales de febrero de 2020 decían que la pandemia no llegaría a Uruguay y que les preocupaba más el dengue o el sarampión que el COVID-19, ¿ no les indigna? Para nada. Tienen indignación selectiva.

Hoy la inundación está cediendo. Cuando el río subió aparecieron, como siempre sucede, las alimañas. Es triste comprobar que hay gente ciertamente “evitable” que, en estos casos, es hincha del agua. Y no pueden disimularlo.

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