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Trabajar esquivando el gatillo

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Repartidores: Un oficio de riesgo. Foto: Marcelo Bonjour
Archivo El Pais

Las primeras horas de la mañana ya reflejaban que sería un sábado caluroso. Pero nada importaba: era el penúltimo día de trabajo antes de unas buenas vacaciones en familia. Así que cargó su camioneta Daewoo Damas “hasta la manija” de mercadería y salió.

Javier Soria era un conocido distribuidor en la zona de Colón, Conciliación, Los Boulevares y el Cerro. Trabajaba desde hacía por lo menos diez años como fletero de distintas distribuidoras: entregaba los pedidos y ganaba una comisión; cuanto más trabajaba mejor para su bolsillo.

Ese sábado, sobre el mediodía, le tocó entregarle el pedido a Juan, el dueño de un humilde y pequeño almacén en Aparicio Saravia y camino Lecoq y un cliente fiel.

El barrio estaba alborotado por la clásica feria. Al llegar, como de costumbre, subió la camioneta a la vereda con la parte delantera mirando al comercio. Bajó, dio la vuelta por detrás, abrió la puerta corrediza que está en el lateral y sacó la mercadería. Tras una breve charla, que incluyó la inseguridad del barrio y las futuras vacaciones, recibió el pago.

Se despidieron y cuando Javier dio vuelta a la camioneta para subirse y marchar, lo estaban esperando. Eran tres y estaban dispuestos a matar. “A él ya lo habían robado y había estado en situaciones tensas con delincuentes. Era muy temperamental, no se dejaba impresionar ni robar fácilmente”, dice el almacenero que vio cómo le robaban a cuatro o cinco repartidores en la puerta de su negocio, además de sufrir él mismo una rapiña a mano armada a pesar de trabajar tras las rejas.

Ese día no fue la excepción; fiel a su temperamento Javier forcejeó con los delincuentes. Uno logró sacarle su arma, mientras exigían el dinero. Javier se vio perdido y corrió. “Tirale de una vez”, dijo uno de los delincuentes a su compañero y este no dudó. Apretó dos veces el gatillo y Javier cayó. Un disparo dio en la nuca y lo mató al instante.

Él era uno de los cientos de distribuidores que todos los días salen a la calle a trabajar en una actividad que se ha convertido en una ruleta rusa en Montevideo y la Zona Metropolitana. Todos los días “se la dan” a uno distinto, según ellos mismos dicen, sin saber quién será el próximo.

Los partes policiales que llegan a los medios de comunicación, que no incluyen todas las denuncias, lo confirman.

Según un relevamiento de los partes del último mes hecho por El País, hubo 20 robos a repartidores. En todos los casos fueron amenazados con armas de fuego y el robo fue cometido, en algunos casos, hasta por seis personas.

En la mayoría no hubo heridos pero sí los delincuentes actuaron con violencia. Si bien la modalidad que se repite con mayor frecuencia es encañonar al trabajador frente a algún comercio, se dieron casos en los que fueron interceptados mientras circulaban por la calle.

“Tras doblar en Uruguayana es interceptado por un auto de color gris del que descienden cinco masculinos bien vestidos y portando armas de fuego tipo revolver. Tras hacerlo bajar del vehículo y ponerlo contra él, sin dejar de apuntarle, lo despojan del dinero de la recaudación y de objetos personales”, relata uno de los partes de los primeros días de enero. (Lea el informe completo en la edición impresa de El País)

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Repartidores: Un oficio de riesgo. Foto: Marcelo Bonjour

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