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Aula hospitalaria "Andamio": un salón de clase que le salva la vida a niños y adolescentes

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Leticia Pasadores y Andrea Marín
Ponzetto, Fernando

"ANDAMIO"

En Uruguay existen tres aulas hospitalarias que dependen de la ANEP; una en el Pereira Rossell, otra en la clínica Diaverum y la tercera en el Hospital de Tacuarembó

Al recorrer el Pereira Rossell y preguntar dónde se encuentra el aula hospitalaria, es posible que un funcionario responda: “La verdad que no tengo ni idea. No sabía que existía eso acá”. Y es que entre los tantos edificios y módulos del mayor centro de salud para niños y mujeres del país, también existe el aula hospitalaria “Andamio” de la Escuela Especial Nº 254. Si bien el salón de clase, ubicado en el segundo piso del edificio de Psiquiatría, parece estar escondido para quienes entran y salen del hospital, para algunos niños y adolescentes fue lo que de alguna manera les salvó la vida.

La dupla de maestras abre la puerta tapiada con dibujos de la bandera de Uruguay y carteles alentando a “la celeste”. Y ahí los esperan los 11 niños acompañados por sus familiares, entre los que hay caras nuevas y otras conocidas, pero todos aguardando ese momento en el que al cruzar la puerta dejan de ser pacientes y pasan a ser compañeros de clase.

Los alumnos ingresan al salón que tiene una mesa central con 12 sillas alrededor, una computadora “prehistórica” -tal como la definen las docentes-, una zona de juegos de mesa, otra con cubos de algodón y una pelota de plástico, y dos pizarrones, uno blanco y otro negro. El de tiza es el que los alumnos llaman “el pizarrón de las maestras”.

Ahí es donde las docentes Leticia Pasadores y Andrea Marín tienen escrito en una tabla el nombre de cada uno de sus alumnos, su edad, qué médico los atiende, en qué cuarto están internados y cuál es su situación de salud. Porque si bien de 9:00 a 12:00 horas el aula funciona como cualquier escuela, por la tarde el cronograma es distinto y las docentes dan clase a los niños y adolescentes que no pueden trasladarse debido a que su situación médica es más crítica.

Pasadores y Marín les entregan a los chicos las diversas actividades que incluyen adivinanzas, ejercicios de comprensión lectora, problemas de matemáticas y sopas de letras. Cada ejercicio está pensado para cada uno de los estudiantes que llegan al salón porque, además de que las edades son muy disímiles -van de tres hasta los 16 años-, el nivel de aprendizaje de cada uno es muy distinto. Por ejemplo, al salón llegó un niño que con 10 años y a pesar de ir a la escuela en la mañana no sabe leer ni escribir.

Luego de repartirles las hojas, las maestras se mezclan entre los alumnos para ayudarlos a completar las actividades o en algunos casos impulsar a los más tímidos a que no solo hagan las tareas sino que también disfruten del proceso. “Hacemos lo más que podemos en el poco tiempo que tenemos”, dice Andrea a El País.

Y en esas tres horas de clase en conjunto, también pasan cosas difíciles. Hay días en que algún alumno se descompensa o tiene un ataque psicológico y deben llamar de urgencia a los médicos. La gran mayoría de los niños que concurren al aula hospitalaria “Andamio” fueron hospitalizados por cuestiones de salud mental. Es por los casos más delicados -como los internados por intentos de autoeliminación- que se decidió poner una reja en la única ventana del salón.

La modalidad

En Uruguay existen tres aulas hospitalarias que dependen de la ANEP, dos en Montevideo -una en el Pereira Rossell y otra en la clínica Diaverum- y otra que se ubica en el Hospital de Tacuarembó. Gabriela Garrido, doctora grado 5 en Psiquiatría Pediátrica fue quien, en conjunto con el área de Educación Especial de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), llevó a cabo el primer proyecto de aula hospitalaria que se materializó en 2007 en el Pereira Rossell.

“La idea siempre fue que el aula no representara un lugar de intervención terapéutica, sino que lo que hacía el hospital era abrir sus puertas al sistema educativo para que los niños y adolescente pudieran continuar con sus procesos de aprendizaje”, explicó la médica. Cada niño y adolescente tiene un proyecto pedagógico, que pretende ser personalizado y con contención emocional.

El aula es un espacio abierto para todos los menores hospitalizados; no solo para aquellos niños que estuvieron internados, sino también para los que luego de que les dan el alta continúan en tratamiento, pero sufren alguna precariedad para la inserción educativa. También hay niños que son ambulatorios y además de ir a su escuela regular, estudian una vez por semana en el aula hospitalaria.

En 2021 un total de 210 niños y adolescentes pasaron por “Andamio”, 52 de ellos por motivos de maltrato y negligencia, 51 por abuso sexual o sospecha de abuso sexual, 26 por intento de autoeliminación, 22 por intervención pedagógica, Trastorno del Espectro Autista (TEA) y reubicación escolar, 14 por trastornos de conducta y del humor, 13 por riesgo social, 10 por crisis de excitación psicomotriz, ocho por accidentes, quemaduras u otras enfermedades orgánicas y el resto por necesidades de apoyos pedagógicos varios.

Según Pasadores, las claves para un aula hospitalaria son la flexibilidad, lo lúdico-pedagógico y “estar abierto” a respetar la situación emocional de cada estudiante. “Acá no corre que lo primero es que el alumno tenga que aprender, sino que lo primero es que el niño o adolescente esté bien”, afirmó.

El trabajo en equipo entre ambas docentes es algo fundamental no solo para el buen funcionamiento de la clase, sino para poder soportar emocionalmente las historias de vida con las que llegan al salón. Y también en esa fortaleza se cimienta el vínculo entre maestra y estudiante.

Aporte

La concurrencia del niño en el aula también genera información para el estudio clínico en el caso de los pacientes con trastornos o síndromes psiquiátricos. “No es lo mismo verlos en el contexto de clase que en una sala de internación”, indicó Garrido, y es por eso que las dos maestras participan en ateneos médicos y exponen sus observaciones para que así los médicos tratantes lo integren a la historia clínica.

“Para el día a día del niño durante la internación está bueno que se les cree una rutina”, dijo una médica residente del equipo de Garrido. Los niños saben que todos los días se levantan, desayunan, concurren al aula, almuerzan y por la tarde pueden ir una rato al quinto piso donde hay actividades de recreación. “Así no pasan el día entero acostados en una cama”, apuntó.

Diaverum: ejercicios de clase entre máquinas de diálisis

En un salón de diálisis de la clínica Diaverum, ubicada en Tres Cruces, la maestra Cecilia Pintos explica el ejercicio de hoy, que tiene que ver con que cada alumno cree su propia mascota de Uruguay para el mundial de fútbol. Los tres niños y dos adolescentes están sentados haciéndose diálisis -donde deben permanecer unas cuatro horas-, los más pequeños en la falda de sus madres.

En cierto punto del tratamiento, algunos pacientes necesitan acostarse o ponerse de lado, pero Cecilia, que dirige esta aula hospitalaria desde sus inicios en 2018, conoce los mecanismos para adaptar los ejercicios a cada etapa. Trabaja con imanes, pinturas o marcadores grandes y a veces usa atriles.

Este proyecto surgió en respuesta a una preocupación de los padres que no querían que el proceso educativo de sus hijos se cortara porque las horas de tratamiento impedían que asistieran a escuelas en horario regular.

Cecilia, con la voz entrecortada, dijo que cuando da clase se olvida de las máquinas y de la condición de salud de sus alumnos, sin pensar en lo grave que puede ser la condición de ellos, si no, aseguró, no podría trabajar.

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