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Rebote del COVID-19 amenaza la normalidad del comienzo de las clases en Uruguay

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Laboratorio en el LATU analiza muestras de coronavirus. Foto: Leonardo Mainé

LA MARCHA DE LA PANDEMIA

El escenario se confirma a días del inicio de la campaña de vacunación y del comienzo de clases. Temen que suba de contagios afecte la presencialidad plena

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Cuando el presidente Luis Lacalle Pou informó sobre lallegada de las vacunas contra el nuevo coronavirus, en la conferencia de prensa del penúltimo sábado de enero, Uruguay empezaba a vislumbrar la luz al final del túnel. Al anuncio de las primeras dosis se sumaba la caída de los contagios de coronavirus y la baja de hospitalizaciones que fue confirmándose semanas después. Pero la alegría duró poco.

Uruguay asiste a un rebote de la primera ola de la pandemia. La matemática María Inés Fariello prefiere no hablar de “segunda ola” porque “en la primera nunca se llegó al control”. Los científicos que asesoran al gobierno, entre los que está la propia Fariello, habían establecido el objetivo de que se lograra reducir el número de positivos a menos de 200 por día. Eso, decían, permitiría retomar el control y apuntalar la “santísima trinidad”: testeo, rastreo y aislamiento.

Pero en lugar de continuar el ritmo a la baja hacia ese objetivo, el país atraviesa un empeoramiento del escenario epidemiológico, agravado desde la semana de Carnaval, que se traduce en un promedio de más de 600 casos nuevos por día.

El rebote se confirma a días del inicio de la campaña de vacunación y del comienzo de clases. Como el proceso de inmunización requiere la confirmación vía agenda web, de modo que no existe aglomeración de personas, las autoridades sanitarias entienden que la campaña “no corre riesgo”. Eso sí: insisten en que la población no baje la guardia en los otros cuidados.

Sobre el inicio de clases, los científicos que asesoran al Ejecutivo habían dicho que “las escuelas son lo primero en abrir y lo último en cerrar”. Incluso en el escenario de más riesgo, no recomiendan el cierre escolar.

Pero “el año lectivo preocupa: en Secundaria y UTU quizás pueda complicar la presencialidad plena si el escenario empeora en marzo” y, a la vez, “la mayor movilidad que supone la vuelta a clases podría aumentar los casos positivos”, explica el biofísico Álvaro Cabana, uno de los autores del documento que publicó el grupo científico.

El pasado año lectivo finalizó de manera abrupta cuando, a mitad de diciembre, se constató un crecimiento de los contagios.

Si la marcha de la pandemia fuera una larga película, las escenas de esos días se parecen demasiado a aquellas de mediados de diciembre: cifras similares de movilidad (según la georreferenciación de Google) y un crecimiento de las infecciones también parecido.

Test de coronavirus. Foto: Reuters
Test de coronavirus. Foto: Reuters

Pero en este largometraje de no ficción que es el COVID-19, explica el matemático Ernesto Mordecki, “no hay dos días iguales” y mucho menos dos períodos idénticos. “La primera ola comenzó con una gran expansión en Montevideo, mientras que en la situación actual hay más contagios en diversos departamentos”.

En base al índice que estableció Harvard, la capital del país ingresó el miércoles en la zona de más riesgo (nivel rojo). Prueba de esa expansión de la pandemia, en Montevideo los casos se duplican cada 46 días. Pero en otros departamentos que también están en zona roja, como Durazno, la duplicación de casos tarda solo un mes.

La complicación extra que acarrea Montevideo es la densidad de su población. Cuando la transmisión comunitaria del virus empieza a crecer, se produce un efecto inercia que es más difícil detener. La matemática Fariello usa como analogía la dificultad que lleva frenar a un camión de carga a gran velocidad versus la menor dificultad que se requiere para frenar a una bicicleta a gran velocidad.

La expansión de la pandemia puede resumirse en el número reproductivo: la cantidad media de nuevas infecciones que ocasiona cada infectado. Cuando el número es mayor a uno, la pandemia sigue su fase expansiva. Y desde el 13 de febrero, aunque con unas leves oscilaciones, ha estado por encima de uno. Esto es lo que más preocupa al matemático Mordecki, quien concluye: “si ese nivel es una regla o una excepción, va a verse en los próximos días”.

Más de 600 presos cursan la infección

En las cárceles uruguayas hay más de 600 privados de libertad que están cursando la infección que causa el nuevo coronavirus. Solo en uno de los módulos de un centro penitenciario se concentran 418 reclusos que han dado positivo al test del COVID-19. Ese es el escenario que atraviesa el módulo dos de la Unidad Siete, en Canelones, donde cuatro de cada cinco presos está con el virus activo.

La matemática María Inés Fariello explica que “los brotes en las cárceles agregan muchos casos positivos juntos”, pero la subida global de los contagios (el rebote) “es independiente de eso”.

En las cárceles, en especial las uruguayas que sufren sobrepoblación, el distanciamiento físico sostenido se hace cuesta arriba. Por eso, explicó el director de Convivencia, Santiago González, “la estrategia pasa por evitar que el virus ingrese a las unidades”.

Durante buena parte de la pandemia, Uruguay ha logrado ese objetivo de aislamiento del sistema carcelario. Pero ahora hay ocho cárceles que cuentan con al menos una persona cursando la infección. Eso eleva a más de 800 la cifra de cuarentenados.

A eso se les suma 22 policías carcelarios y 18 operadores penitenciarios que también han dado positivo.

En las Jefaturas, fuera de las cárceles, hay otros 61 uniformados cursando la infección y 202 están en cuarentena. En definitiva, entre privados de libertad y policías se concentra más del 10% de los activos del COVID-19 en este momento.

La cárcel del principal brote, la de Canelones, era una de las que se encontraba en peores condiciones y que la nueva administración había priorizado para su remodelación. De hecho, ya se había modificado uno de los cuatro sectores del módulo dos, donde los presos cursan hoy la infección.

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