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Unos 6.000 escolares no promovieron el año; repetición no varió pese a la pandemia

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Túnicas de escolares. Foto: Fernando Ponzetto
Tunicas colgadas en perchero de la Escuela 5 Internado Rural Maestro Agustin Ferreiro, ubicada en el kilometro 142,5 de la ruta 14 a cinco kilometros de la ciudad de Trinidad, centros de enseñanza publica en el departamento de Flores, ND 20191114, foto Fernando Ponzetto - Archivo El Pais
Fernando Ponzetto/Archivo El Pais

EDUCACIÓN

En un año de pandemia y en el que la ANEP aspiraba a que la repetición sea una medida excepcional, los porcentajes de aprobación y reprobación apenas variaron.

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El 8,6% de los escolares de primer año, repitió en este 2020. Hay otro 1,6% cuya promoción está en suspenso. En 2019, sin pandemia, había quedado repetidor el 9,4%. Entre los estudiantes de segundo año, en 2020 hubo 4,6% que no pasó de grado frente al 4,2% del 2019. Y entre los alumnos de sexto la diferencia fue de 0,9% a 0,7%. Ni el estadístico más perfeccionista se animaría a decir que entre el año del COVID-19 y el que lo antecedió hubo una diferencia significativa.

Tampoco la hubo en UTU. Los alumnos desvinculados fueron el 22%, pero el año anterior habían sido el 18%. De los que siguieron vinculados, en el ciclo básico el 40% ya promovió y hay otro 43% con altas chances de hacerlo tras el apoyo de febrero... nada muy distinto al año anterior.

La ausencia de diferencias significativas, en un año excepcional y donde la propia Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) barajó la chance de la promoción automática, lejos de traer tranquilidad al sistema educativo, enciente la polémica. Uruguay fue uno de los pocos países en el que más de 6.000 escolares repitieron en pandemia: ¿se trata de un año perdido?

A fines de abril, cuando la inmensa mayoría de centros educativos en Uruguay permanecían cerrados y el país lideraba la lenta vuelta a las aulas en las escuelas rurales, el demógrafo Andrés Peri, quien dirige la división de Estadística de la ANEP, bromeaba con que este sería “el año de las notas al pie de página”. Porque ya entonces se advertía que cada indicador estadístico tendría que ser explicado y que su comparación tenía que tomarse con pinzas.

La repetición en primaria (2019 vs 2020)
La repetición en primaria (2019 vs 2020). Fuente: CEIP | El País.

Mucho más si se considera que la obligatoriedad de la asistencia a clases solo rigió en los últimos dos meses del año lectivo (incluso fue suspendida nuevamente la última semana). Y más aún si se tiene en cuenta que, con obligatoriedad y todo, los escolares de centros públicos seguían siendo convocados a clase apenas algo más de la mitad de los días que deberían concurrir un año “normal”.

El País solicitó a la Inspección Técnica de Primaria conocer qué porcentaje de los niños habían faltado a clase la mitad o más días de los que habían sido convocados. La información que surge del sistema informático GURI señala que se trata del 18% de los alumnos. Pero la inspectora Selva Pérez Stábile aclaró que “estas cifras (que involucran a más de 61.000 niños) no se condicen con lo observado en las escuelas” y los técnicos están buscando “información más fidedigna”.

Según el exdirectivo del Instituto Nacional de Evaluación Educativa, Pablo Cayota, lo más “preocupante” es la “absoluta falta de transparencia” y que al día de hoy “no se sabe cuántos días efectivos de clase tuvo cada niño y cada adolescente de este país”.

Pese a esta falta de datos, pese a las inasistencias de estudiantes y docentes, pese al cierre de centros educativos, pese al cese de la obligatoriedad y las limitaciones de la conectividad, ni el más crítico con el sistema se arriesga a decir que este fue un año perdido en la enseñanza uruguaya.

Decir eso “sería muy injusto” con los distintos actores educativos y tampoco sería un reflejo de la realidad: “en términos comparativos Uruguay ha tenido una presencialidad y una conectividad (desde plataformas del Plan Ceibal) mucho más alta que otros países”, explicó el ministro de Educación Pablo da Silveira.

Hace diez días, la Unesco advertía que “la pandemia de COVID-19 generó las perturbaciones más graves de la historia de los sistemas educativos mundiales, impidiendo que, en el momento de mayor auge de la crisis, más de 1.600 millones de educandos en más de 190 países pudieran asistir a la escuela”.

La repetición en UTU (2019 vs 2020). Fuente: CEIP | El País.
La repetición en UTU (2019 vs 2020). Fuente: CEIP | El País.

Y como sucede en épocas de crisis, los más vulnerables son los más afectados. En eso coinciden pedagogos, docentes y tomadores de decisión. Entre esos que más se han visto perjudicados, la consejera electa de Primaria, Gabriela Verde, dice que en 2021 habrá que hacer foco “en los escolares de primer y segundo año”. ¿Por qué? “Para los niños más pequeños ha sido mucho más difícil mantener la conectividad y para los niños de primer año, en quienes es importante la sistematización para adquirir la lectura y escritura, ha sido un año tremendo”.

El descenso en los aprendizajes, no solo en los más pequeños, es para Renato Opertti, del colectivo Eduy21, la principal flaqueza de esta pandemia. A eso el consejero del Codicen, Juan Gabito, le agrega la escasez de presencialidad (“en un sistema que estaba pensado para funcionar con presencialidad a pleno”) y la directora de Planificación Educativa de la ANEP, Adriana Aristimuño, le suma “la desvinculación de estudiantes”.

Cualquiera de estas tres pérdidas (baja de aprendizajes, de presencialidad y de vínculo) recibe consenso entre “oficialistas” y “opositores”. Luego vienen los matices. El exconsejero de Primaria, Héctor Florit entiende que “se devaluaron algunos objetivos que habían sido difíciles de instalar: la obligatoriedad, la asistencia diaria, la extensión del tiempo pedagógico, la convivencia con estadía, la proximidad en el vínculo pedagógico, el compartir la alimentación...”.

Pero sobre este último punto, el ministro Da Silveira ve una fortaleza, “la rapidez con la que el sistema actuó para garantizar la alimentación en medio de una emergencia”.

Producción: Carlos Tapia

¿Fue un año perdido en la educación?

Adriana aristimuño, directora de planificación de ANEP

“No fue un año perdido. No lo fue por el trabajo y esfuerzo que se puso, y porque se aprendió a manejar una emergencia y una incertidumbre. Eso es ganancia pura. También se hizo un esfuerzo tremendo por revincular a niños y adolescentes en un año que fue crítico”.

Juan Pereyra, director general de UTU

“La principal ganancia de este año fue la actividad online. Docentes y estudiantes se familiarizaron con las plataformas y llegó la conectividad a donde no había. La educación online llegó para quedarse. Estimo que la actividad a distancia será un 20% del tiempo pedagógico”.

Gabriela Verde, consejera electa de Primaria

“Este año fluyó la imaginación. Se desarmaron las aulas tradicionales, divididas en grados, y se exploró en pedagogía y didáctica. Pero el error más grave, tal vez, fue sacar y poner la obligatoriedad de la asistencia a antojo. La obligatoriedad hay que entenderla como un valor, un derecho”.

Juan Gabito, consejero del Codicen

El sistema, basado en la presencialidad, no funcionó. Pero pese a ser un año de cambio de gobierno, con pandemia y todo, se siguió trabajando sobre los mismos esquemas: maestros comunitarios, proyección de trayectorias, Ceibal... todo eso fue bueno”.

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