En más de una década
"El buen maestro hará la buena escuela". Esta frase, que José Pedro Varela dijo en 1874, se repite cada vez que se quiere recordar la importancia de la docencia en ese acto al que llamamos educar.
¿Pero qué hace que un docente sea "bueno"? Como sucede en la mayoría de las profesiones, hay varias respuestas para la misma pregunta. Varios países solucionaron esta disyuntiva diciendo que para ser profesor o maestro se necesita un título habilitante; un diploma que acredita determinada capacitación. En este sentido, en los cinco países cuyos estudiantes obtuvieron mejores resultados en las pruebas PISA, es obligatorio que el docente sea un profesional con sellito incluido.
Los datos preliminares del censo docente de ANEP revelan que en Uruguay, en 2018, siete de cada diez docentes han acabado la formación específica de su profesión. En los maestros de escuela ese porcentaje abarca a casi la totalidad —dado que es obligatorio para el ejercicio, salvo que se tenga un cargo docente para ejercer otro rol como asistente social o psicólogo. Entre los profesores de UTU, por el contrario, más de la mitad carece de título.
Sucede que la UTU tiene profesores de oficios específicos para los que ni siquiera hay una formación docente. Si se lo compara con el censo docente anterior, que fue realizado en 2007, en la UTU cayó la titulación. Pero un análisis preliminar parece indicar que esto está asociado a que se amplió la oferta en orientaciones para las que aún no hay capacitación.
En este sentido, la buena noticia del nuevo censo es que mejoró la titulación en Secundaria: pasó de 59% a 69%. El dato es aún más alentador si se tiene en cuenta que en ese lapso fue creado el bachillerato artístico para el que casi no hay profesores titulados.