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"Uno de cada cinco científicos está fuera del país"

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Juan Cristina, decano de la Facultad de Ciencias. Foto: Francisco Flores

Juan Cristina

El Triángulo de las Bermudas de la ciencia uruguaya se llama exilio hacia un horizonte más brillante. Y si a alguien le disgusta que uno de cada cinco graduados de la Facultad de Ciencias cruce fronteras y se instale en tierras extrañas es al decano de la institución, Juan Cristina.

Este biólogo molecular lleva ocho años al mando de la formación científica de los uruguayos, y a pesar de la experiencia sigue refugiándose en los textos de Física Cuántica y en la Biblia —aunque suene a paradoja— para encontrar la respuesta a los problemas sin solución. Eso sí: ni el Nuevo Testamento ni los libros de Erwin Schrödinger le han dado las herramientas para achicar ese "agujero negro" que desde hace años se "traga" a buena parte de los egresados.

—¿Qué le quedó pendiente como decano?

— El Estado uruguayo me dio la misión de dejarle los mejores científicos posibles para el siglo XXI. Para ello, los ciudadanos de la República me dieron fondos para hacerlo. Lo que más me duele es lo que nos cuesta retener a los recursos humanos, a toda esa generación joven que formé durante los últimos ocho años.

—¿Cuántos se van del país?

—Si antes exportábamos solo licenciados, ahora también posgraduados. Uno de cada cinco científicos está fuera del país. ¡Ojo! No creo que todos los científicos tengan que estar en la Universidad de la República. De hecho, en buena medida el sistema productivo se mueve con las empresas públicas, por ejemplo.

—Solo uno de cada diez científicos trabaja en empresas privadas, ¿por qué el científico no tiene cabida en ese sector?

—El científico tiene cabida; pero no existen políticas de Estado que les permiten a las empresas crear sus áreas de investigación y desarrollo.

—¿Por ejemplo?

—Existen inversiones de fondos de riesgo; pequeñas empresas que, por ejemplo en el sector biotecnológico, se pueden desarrollar gracias a exoneraciones fiscales o incentivos. Cuando yo trabajaba en los institutos de salud de Estados Unidos, un colega inmunólogo decidió montar una "startup". Se fue a una incubadora (al estilo Polo Tecnológico de Pando) y logró una empresa de punta. ¿Cómo lo hizo? Tenía fondos de riesgos del Estado, tenía exoneración impositiva…

—¿El empresario, entonces, puede "lavarse las manos" y decir que la culpa es la falta de políticas públicas?

—No. Hay aspectos culturales. A veces, incluso, hay desconocimiento de la oferta. Todos los segundos semestres, por ejemplo, damos un curso de gerenciamiento de empresas de base tecnológica. Fue un proyecto que surgió con la Cámara de Comercios y Servicios. Es gratuito. Los CV de muchos científicos están en Smart Talent de Uruguay XXI. También estamos haciendo que los egresados de la educación media vean qué hacen los científicos y todas las posibilidades laborales que hay. Aunque es claro que seguimos siendo el país de "mhijo el dotor". Necesitamos más científicos de los que podemos tomar. Entran a Facultad de Ciencias algo más que 500 estudiantes y egresan, en carreras de grado, unos 120.

Facultad de Ciencias de la Udelar. Foto: Archivo El País
Facultad de Ciencias de la Udelar. Foto: Archivo El País

—¿Qué pasa en el sector público?

—También debería haber políticas de ingreso de científicos. Si uno va al Banco Central de Alemania se sorprende de la cantidad de matemáticos que trabajan allí, haciendo cálculos de riesgo, de proyecciones, algoritmos. El tránsito lleva ecuaciones matemáticas de gestión…

—¿Cuántos científicos faltarían?

—Uruguay amplió su espacio marítimo a 350 millas. El mapa ahora tiene más agua que tierra. Pero no nos da para hacer todas las investigaciones que se necesitan en este espacio con la poca cantidad de oceanógrafos que tenemos; salvo que se desmantele a la Universidad de la República. Otro ejemplo es el cambio de la matriz productiva de los últimos 20 años y las búsquedas de hidrocarburos; todo eso necesita de geólogos. En biotecnología hay desocupación 0%.

—Hablando de porcentajes, ¿cuán importante es el 1% del PIB para investigación?

—Ese es el porcentaje, pero después hay que hacer los programas y las políticas. Lo cierto es que Uruguay destina el 0,33% del PIB a investigación y desarrollo. En Corea del Sur supera al 4% y en los países de la región siempre está por encima del 1%. El siglo XXI tiene un segundo nombre que es "la sociedad del conocimiento" y eso necesita inversión. Uruguay hoy produce alimentos para 28 millones de personas. Eso necesita un gran conocimiento científico para ser sostenible y resiliente, es decir que los ecosistemas puedan resistir esa actividad económica. Uruguay ha crecido mucho en la producción de soja. Pero otros países, como Israel y Japón, invierten para aprovechar que durante esos impulsos productivos haya búsqueda de alternativas y no quedar sujetos a una única actividad. El día que nos vaya mal en algunas materias primas, tenemos que tener a la mano un efecto contra-cíclico.

—¿Cómo convence a la población de que hay que apostar a la ciencia?

—El año pasado hubo problemas en las granjas, porque no hubo la floración adecuada. Si hoy puedo hacer investigación en el océano, puedo sacar proyecciones climáticas que permiten tomar decisiones, que a la vez repercuten en los productores, que a la vez repercute en el bolsillo de quien va a comprar frutas y verduras a la feria. ¿Por qué invertiría en una estación meteorológica en la costa de Perú? No es para que se diviertan los científicos, sino porque desde ahí se puede decirle al dueño de la chacra: vaya previendo tal o cual cosa.

Científico en laboratorio. Foto: Archivo El País
Foto: Archivo El País

—¿A la Antártida no van por la experiencia?

—La acidificación del océano austral, el derretimiento de los glaciares, determina las corrientes oceánicas. Comprender eso es fundamental para tener una política de pesca. Quienes venden pescado dependerán cada vez más, aunque no lo puedan creer, de esos estudios.

—¿La reglamentación de la ley de Pesca que hizo el Ministerio de Ganadería les está poniendo palos en la rueda?

—No. Hemos tratado de desarrollar esta área hace tiempo. Ahora estoy en tratativas con el ministro (Enzo) Benech, quien ha manifestado su intención de modificar aquellas cosas que nos limitaban. Aunque no fuera la intención, la letra fría complica la investigación científica. Lo importante es que quede bien el texto porque luego cambian las autoridades.

—¿Tiene sentido una universidad del mar como quieren algunos políticos?

—El proceso de descentralización de la UdelaR costó unos US$ 12 millones por año. Gracias a ese esfuerzo hoy más del 10% de la matrícula de la UdelaR está en el interior; y hay dos centros en Rocha y Maldonado que trabajan muy fuerte en temas costeros. Sería ilógico que se hiciera otro ente aparte, dedicado a ciencias del mar, cuando ya se hizo una inversión estatal tan grande. Hay que superar la fragmentación y trabajar juntos. El Estado creó la UTEC, que también trabaja en el interior, pero la idea no es que el Estado invierta cuatro veces para lo mismo. En ciencia y tecnología la cosa funciona cuando hay complementación y cooperación.

—En los últimos años, sobre todo a través de cartas, los científicos han manifestado varios enojos, ¿por qué?

—Otra vez es el tema de la fragmentación. Sucedió hace poco con la iniciativa del gobierno de traer programas del MIT. Cualquiera de nosotros apoya que hay que apuntalar el área informática, pero no puede ocurrir, como ocurrió, que se desconozca la capacidad ya instalada en el país para sumarse a las iniciativas.

—¿Los científicos uruguayos tienen realmente talento?

—Si la Facultad de Ciencias pudiera cobrar por los pases, al estilo del fútbol, Tabaré Vázquez se puede olvidar de la Rendición de Cuentas para la UdelaR (risas). Hay talento y mucho.

"Uruguay tiene que caminar hacia un Ministerio de Ciencia"

—¿Qué no puede faltar en un programa de gobierno en relación a la ciencia?

—Las políticas científicas son políticas de Estado a largo plazo. No hay política partidaria que vaya a durar en ciencias. Hay países en constante tensión política, como Corea del Sur, que pese a ello entienden que los acuerdos científicos trascienden la coyuntura. Para el caso uruguayo, creo que Uruguay tiene que caminar hacia un Ministerio de Ciencia y Tecnología. La decisión de Tabaré Vázquez de crear una Secretaría Ciencias, dependiente de Presidencia, es un paso hacia eso y un avance, aunque con la desventaja de que no se somete a la interpelación del Parlamento.

—¿Se le ocurre una política concreta?

—¿Qué es lo más caro para un país en investigación y desarrollo? Los recursos humanos. Hay algo que es claro: la gente que Uruguay forma y no se queda en el país será aprovechada por otro país. En la era del conocimiento importan las ideas, y las ideas surgen de humanos que se forman, que piensa, critican. Ni bien empecé mi decanato, Brasil estaba pasando un buen momento y nos era muy difícil retener a los talentos ante la seducción que significaba ese país.

—¿El científico uruguayo hoy controla el poder?

—La ciencia no es un contralor del Estado, al menos en lo institucional. Sí me parece bien que los científicos, a título personal, participen del debate público. Es que hay asuntos en los que la propia comunidad científica está dividida, el caso más evidente es sobre los alimentos transgénicos. El rol del científico es acercar el conocimiento a los tomadores de decisiones y a la ciudadanía. Pero el científico no tiene que tomar postura en nombre de la sociedad.

—¿Tuvo militancia política partidaria?

—Cuando era joven. Integré el Partido Demócrata Cristiano de Juan Pablo Terra. Hoy sigo identificándome con los postulados de esta corriente pero no tengo militancia alguna. Tuve una formación religiosa y, en esa formación, trabajé con chicos marginados. Eso me movilizó mucho.

—¿En qué políticas puede contribuir la Facultad de Ciencias?

—No es posible una educación de calidad en el siglo XXI sin un abordaje de los científicos. En eso tenemos mucho para aportar a una educación pública uruguaya que no está pasando el mejor momento. Además de las ciencias se puede aprender que los aportes no son lineales: lo que empieza en una investigación para una disciplina, puede terminar aportando en otra. Así será, cada vez más, en el mundo económico.

—¿Y en la interna de la UdelaR qué está faltando?

— Llevamos más de una década debatiendo el estatuto docente, es momento de que se apruebe. Lo mismo un cambio en la ley orgánica.

El hombre que quiso acercar a la ciencia

Las dos veces que se postuló a decano de la Facultad de Ciencias, Juan Cristina fue electo por unanimidad. Y ambas veces se planteó un objetivo central: "la apropiación social de la ciencia". Bajo este título intentó "que el vecino entienda que la actividad científica no es algo que hace una gente rara, en un castillo alejado de una montaña y que no tiene nada de impacto en el día a día".

Al contrario: Cristina está convencido que la ciencia ocupará un lugar de privilegio en la sociedad "cuando la gente comprenda cómo afecta sus vidas". Y pone un ejemplo: en Uruguay existen corales, menos coquetos que los del Caribe, pero de los cuales pueden surgir las moléculas que frenen el avance de las bacterias multirresistentes.

O, dicho más sencillo, en el fondo del mar uruguayo puede estar el arma de combate a esos bichitos que cada año infectan a decenas de pacientes en los hospitales. Por si esto parece aún lejano, el decano opta por otro caso: "Un desarrollo tecnológico en un laboratorio de Física dejó en jaque a una compañía fotográfica como Kodak". Un laboratorio de ese tipo, sobre el análisis fotoeléctrico, está montado en la Facultad de Ciencias.

"La gente puede ir a verlo, interactuar, entender cómo "nacen"las fotos que a lo mejor sacamos con un celular" explica. En este sentido, Cristina defendió un proyecto que parece un "pequeño gesto", pero que puede hacer la diferencia: un laboratorio móvil que ya recorrió más de 1.000 escuelas rurales. Para el niño que está en el campo, alejado, que va a la escuela a caballo, el hacer un simple experimento puede ser la motivación que lo llevará a ser un gran químico, médico o agrónomo", cree.

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