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Diyab rechazó tratamiento médico y se fue del Clínicas

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Así se veía Diyab ayer al volver a su apartamento. Foto: F. Flores

Intentaron convencerlo de que se quedara; está lúcido pero muy débil.

El refugiado sirio Jihad Diyab estuvo ayer varias horas en el noveno piso del Hospital de Clínicas pero se negó a recibir atención médica y las autoridades del centro debieron acceder a que volviera en un taxi al apartamento donde duerme.

Así transcurrió otro día de la peripecia del excautivo de Guantánamo que se niega a beber y a comer y cuya salud es motivo de enorme preocupación para el gobierno que busca denodadamente que algún país lo reciba y que parece estar quedándose sin opciones.

La Cancillería envió una carta a la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados (Acnur) y a EE.UU. pidiendo ayuda para encontrar un país árabe que lo reciba. Líbano, Qatar y Turquía (donde está la familia del refugiado) ya se negaron.

Diyab llegó al Clínicas en ambulancia sobre las 11 de la mañana. Descendió en silla de ruedas. Las autoridades del hospital dispusieron que solamente lo podían acompañar en la habitación, dos personas, una de las cuales es un traductor de árabe. Raquel Ballesté, directora del hospital, dijo a El País que se le explicó que "debería quedarse", pero que "no estuvo de acuerdo en recibir atención médica".

"No se le pudo hacer ninguna evaluación aunque un médico estableció que clínicamente está estable y lúcido. Los médicos y sus amigos insistieron en que debería quedarse, pero respetamos su autonomía", señaló Ballesté. Aparentemente, el sirio se molestó porque no se le permitía recibir visitas. Diyab había ido al Clínicas acompañado de integrantes de la organización Plenaria Memoria y Justicia.

Andrés Conteris, un activista argentino-estadounidense que vino a Uruguay especialmente para intentar ayudarlo, (quiso verlo en Venezuela cuando estuvo incomunicado durante un mes) dijo a El País que está "muy, muy débil" y que en la madrugada del sábado junto a otra persona debieron cargarlo hasta la cama. Casi cae cuando se dirigió a la ambulancia que lo llevó al Clínicas. "Está cansado y la situación es muy preocupante", aseguró Conteris quien tiene intención de permanecer con él.

Sobre las 17 horas Diyab volvió en taxi al centro, acompañado por dos hombres, uno de los cuales lo ayudó a entrar al edificio. Una mujer esperaba en la vereda. Caminaba con ayuda de bastones y evidente dificultad. Sobre una cortina metálica cerca de la puerta del edificio, un papel pegado decía: "Casi 30 días de huelga de hambre. El gobierno de Uruguay y el de Estados Unidos, ¿dejarán morir a Jihad Diyab?".

Conteris leyó el viernes en la vereda una declaración de Diyab en la que este culpa de lo que le ocurre a él y su familia a Estados Unidos. Diyab cree que ese país presiona para que ningún Estado árabe lo reciba y que influyó para que tampoco Venezuela lo hiciera. El sirio dijo que podría haberse quedado allí aunque estuvo casi un mes incomunicado en Caracas en la sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia.

La esposa de Diyab (quien tiene 45 años) se comunicó con él en la tarde del viernes por Skype y ratificó que no quiere venir a Uruguay. Está en Ankara, la capital turca, con las tres hijas que tuvo con Diyab, una de las cuales está por casarse. Un hijo de Diyab murió durante la guerra civil siria.

Desde que llegaron en diciembre de 2014, de los seis ex cautivos de Guantánamo al menos dos de ellos recibieron a familiares de visita. Pero el único que tiene esposa e hijos es Diyab y ninguno vino, pese a que se comentó en varias oportunidades que la Cruz Roja estaba coordinando su venida. Esta situación molestó mucho a Diyab quien se consideró engañado.

Los otros refugiados han tenido problemas y dos de ellos debieron usar tobilleras electrónicas por haber golpeado a sus parejas. Pero recientemente bajaron su perfil y al menos dos de ellos trabajan en pleno centro de Montevideo. Cuatro de los refugiados son sirios, uno palestino y otro tunecino.

Todos llegaron a Guantánamo a fines de 2002. Está previsto un aporte del Estado para ayudarlos a cubrir parcialmente sus gastos hasta diciembre. Diyab ha dicho que de ninguna manera podría sustentar a su familia con el dinero que recibe en caso de que viniera al país.

En Guantánamo, donde estuvo entre 2002 y diciembre de 2014, Diyab fue alimentado varias veces a la fuerza por militares estadounidenses y en estos días se dilucida en Washington si el gobierno de Barack Obama es obligado por la jueza Gladys Kessler a difundir las imágenes que lo muestran sin editar, como piden varios medios como el Washington Post y el New York Times.

El Departamento de Justicia sostiene que esas imágenes podrían ser utilizadas para incitar a la violencia contra EE.UU.

En Guantánamo quedan aún 61 presos; llegó a haber hasta 677.

Mientras Diyab lidia con las secuelas de su prolongado encierro en Guantánamo el gobierno del presidente Barack Obama avanza lentamente hacia su objetivo de cerrar la famosa prisión por la que Estados Unidos es cuestionado duramente. Acaba de cerrar el denominado Campo 5, que tenía 100 celdas de máxima seguridad y transformará el lugar en una clínica y un pabellón siquiátrico. Quedan todavía 61 cautivos provenientes de 14 países aunque una cantidad muy superior ya fue enviada a distintas partes del mundo. La cárcel llegó a tener 677 detenidos y durante la administración de Obama fueron liberados 177. La administración de su antecesor George Bush dejó en libertad alrededor de 540. La cárcel de Guantánamo comenzó a funcionar en 2002, y allí fueron llevados gran cantidad de supuestos militantes jihadistas sospechosos de simpatizar o militar en la organización terrorista Al Qaeda muchos de los cuales han estado años en una especie de limbo jurídico, sin juicio y sin acceso a abogados.

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Así se veía Diyab ayer al volver a su apartamento. Foto: F. Flores

SALUD DEL REFUGIADIO SIRIOJUAN PABLO CORREA

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