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¡Qué derecha!

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El poder de la derecha, diabólica y apátrida, es digno de ser debidamente reconocido.

La derecha hizo que Hugo Chávez y su Revolución Bolivariana destrozaran la economía venezolana. Seguramente lo forzó a rodearse de incapaces y de tener a su lado a un narco como Diosdado Cabello y Nicolás Maduro. Solo hacía falta matar a Chávez —debe haberlo hecho la derecha— pero no sin antes convencerlo de designar como sucesor al bueno para nada de Maduro, al que luego obligaron a decir disparates, encarcelar y asesinar opositores, y a desconocer al Congreso de su país. ¡La pucha, lo que es la derecha!

Fue la derecha —o sea, el Imperio, o sea Estados Unidos que por entonces estaba gobernado por el bueno de Obama, que se ve que no era tan bueno después de todo— el que empujó a Lula y a buena parte de los funcionarios de su gobierno a aceptar coimas y a hacerse millonarios mientras decían gobernar para el pueblo, y a casi hacer colapsar a la mismísima Petrobras.

La misma derecha, obviamente, que armó un ingenioso plan para que los Kirchner y sus secuaces vaciaran a la Argentina y se hicieran ricos, para permitir que Mauricio Macri llegara al poder. No hay caso. No tiene límites.

Y son insaciables, también se ocuparon de Uruguay. Fue la derecha la que hizo que los casinos municipales de Montevideo perdieran millones. Fue la derecha la que obligó a Lorenzo y a Calloia a tramitar el aval exprés para que un empresario comprara, por interpósita persona, los aviones de Pluna. Fue la derecha la que destrozó la educación. La que disparó la inseguridad. Evidentemente.

Fue la derecha la que hizo fracasar el Sistema Nacional de Salud y la que hizo que se dilapidaran millones en ASSE. Y la que convenció a sindicalistas y oportunistas de llevar a cabo la maniobra del Plan de Vivienda Sindical. Y la que hizo que se tomaran más y más funcionarios, y se aumentara el gasto exponencialmente, hasta llegar al 4% de déficit del PIB de hoy. La que hizo prometer que no se aumentarían impuestos y la que luego obligó a aumentarlos.

Es una derecha despiadada, que lo puede todo. Puede hacer que una persona diga que tiene un título que no tiene, que luego diga que no lo tiene, que luego diga que el título ya se lo mandan y finalmente admita que nunca lo tuvo porque ni siquiera cursó la carrera.

Puede hacer que esa misma persona use una tarjeta corporativa para gastos personales. Disuadirlo de comprarse una bermuda en La Paloma o comidas en supermercados, o ropa deportiva o dispositivos electrónicos en el exterior, todo con dineros públicos y sin devolver un peso. Y cuando toma estado público (porque la derecha lo expone), puede hacer que ese funcionario diga que no tiene por qué rendir cuentas de lo que hizo con los dineros de los contribuyentes. ¿Lo tendrían amenazado?

Es la misma derecha que hizo que ese funcionario pusiera a Ancap al borde de la quiebra. Y la que se asegurará ahora de que la Justicia uruguaya —que responde al Imperio— y el Tribunal de Conducta Política del Frente Amplio —bueno… acá me perdí un poco— hagan el resto del trabajo.

¡Qué derecha esta derecha, ché!

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LA COLUMNA DE PEPEPREGUNTÓN

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