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"En las crisis humanitarias es cuando aflora la humanidad"

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Andrés Carot. Foto: Marcelo Bonjour
Nota a Andrés Carot, cirujano argentino, integrante de Médicos sin Fronteras, ND 20161115, foto Marcelo Bonjour
Archivo El País

Andrés Carot es un cirujano argentino que estuvo en misiones en Yemen, Siria, Sudán del Sur, Afganistán e Irak, en donde realizó cientos de cirugías a los pacientes “más olvidados del mundo” para la fundación Médicos Sin Fronteras.

En diálogo con El País cuenta cuáles son los principales desafíos y los momentos más dramáticos que le tocó vivir, qué le dejaron todas esas experiencias y qué siente cuando regresa a su país, donde sus amigos están más preocupados por cambiar el auto que por los conflictos armados.

—¿Qué aspectos en común y diferentes tuvieron los lugares donde trabajó?

—En Médicos Sin Fronteras (MSF) lo podemos diferenciar en proyectos predeterminados y en proyectos por elección. Los predeterminados son los que no hay ninguna duda que se va a intervenir, porque es donde ha habido un desastre natural o un conflicto armado. También se trabaja en otros lugares donde no hay un desastre natural o conflicto armado, pero los índices de mortalidad son tan altos que nosotros nos volcamos a la ayuda humanitaria. Sabemos que si hacemos acciones concretas ahí, disminuimos la cantidad de muertes.

—Estuvo en países casi desconocidos para Occidente. ¿Qué hizo en Sudán del Sur, por ejemplo?

—Estuve en Gogrial (ciudad al norte del país) en un hospital rural donde están los índices de mortalidad materno-infantil más altos del mundo y no había cirujanos. Yo me pasaba haciendo cesáreas.

—¿Llegan personas todo el tiempo para ser atendidas?

—Como todo hospital rural no hay una afluencia masiva de pacientes. Pero en Sudán del Sur hay muy pocos médicos. No llega a haber dos médicos cada 100.000 habitantes. En Uruguay hay más de 370 cada 100.000 habitantes. En esa zona no hay conflicto armado, pero hay malaria, que a veces tiene picos. Entonces, llegás a ver cómo morían tres o cuatro niños por día. En la época de malaria se pone una carpa y se extiende el hospital, para atacar esa problemática.

—¿Qué le ha impactado más de los países donde trabajó?

—En los conflictos armados lo que más te impacta son los niños y las mujeres víctimas del conflicto. En Afganistán y Yemen recibís mamás, nenes y nenas que vos sabés que no están involucrados en la guerra, pero viven en un barrio donde sufrieron un bombardeo en el jardín de una casa que se llevó a tres familias. Te llegan familias despedazadas. A nivel emocional es algo muy fuerte.

—¿Cómo maneja esos sentimientos?

—Al principio uno no conoce los límites. En un par de misiones me tuve que volver antes porque sentí mucho estrés. Después de eso aprendí hasta dónde involucrarme.

—¿Hasta dónde?

—Lo digo en el sentido de involucrarme sentimentalmente. Si bien mi vida es particular, éste es mi trabajo. Soy médico, estoy en un contexto armado y ya sé que voy a ver gente morir y gente que no la pasa bien. Pero trato de dejar las cosas ahí. Cuando salía como médico joven, quería salvar el mundo. Luego me di cuenta que salvar el mundo es dar una vacuna que evitará que esa persona se agarre meningitis. Vas salvando diferentes mundos y diferentes personas.

—¿Hubo una misión en la que dijo "no doy más"?

—Mi misión más larga fue en Yemen: cinco meses. Estuve trabajando intensamente y me tuve que volver antes, porque estaba agotado. Y después de ahí dije: "No". Aprendí que iba a hacer misiones de tres o cuatro meses.

—¿Qué fue lo que lo agotó?

—En vez de dormir ocho horas, dormía cuatro. Y así otro día y otro día. Llegás al límite. Después aprendés que no vas a poder salvar a todo el mundo y decís: "Me tengo que cuidar yo, tengo que dormir bien, comer bien; tengo que administrar mi energía".

—¿Cómo es su comunicación con los pacientes y con otros médicos en esos lugares?

—En MSF hablamos en inglés y francés. Y obviamente también trabajamos en países árabes y africanos donde se habla en otros idiomas. Trabajamos con traductores. Los médicos sin fronteras somos 33.000, de los cuales 3.000 somos internacionales y 30.000 son contratados localmente. Generalmente estos últimos hablan el idioma local y algún idioma internacional con el que nos comunicamos.

—¿Le sucedió estar en medio de un bombardeo?

—En Kunduz (norte de Afganistán) estuvimos cerca. La línea de combate estaba a 12 kilómetros y se siente el ruido. Si bien no estamos en el frente de batalla porque velamos por nuestra seguridad, tiran una bomba a 10 kilómetros y se escucha. Y si tenés experiencia en conflictos armados, sabés con qué tiraron: si fue un mortero, un tanque, un bombardeo aéreo, si fue terrestre. Te vas curtiendo. El año pasado, cuando yo estaba en Yemen, me enteré de la noticia de que habían bombardeado el hospital de Kunduz, donde estuve trabajando.

—¿Sintió miedo de morir?

—MSF es muy grande y tiene mucha experiencia. Hay un equipo que se encarga de la seguridad. Yo sé que si voy a trabajar tengo que ocuparme de la parte médica y de operar. Y hay gente que está negociando y evaluando la seguridad. Hay momentos en que el frente de batalla se acerca y tenemos que evacuar. Por ahí estás alrededor y es mejor quedarse en el lugar y no moverse. Estoy tranquilo porque hay muchos ojos desde distintos puntos del mundo observando la situación.

—¿Cómo es la rutina de trabajo en estas misiones?

—En Sada, al norte de Yemen, vivíamos en una casa pegada al hospital (…) Te levantás a la mañana, algunos días estás de guardia, otros días trabajás de día y descansás de noche. Hay días en los conflictos armados donde no parás de operar y hay semanas donde no pasa nada. Eso permite despejarnos un poco. En estos contextos la salud psicológica es muy importante.

—Cuando la gente viaja a países en guerra, empieza a valorar mucho más lo que tiene. ¿Fue su caso?

—Uno deja mucho en esos viajes, pero se lleva mucho más de lo que deja. En situaciones de crisis humanitaria es donde más aflora la humanidad en la gente.

— ¿Y cómo es la vuelta a la realidad argentina?

—Cuando volvía, me peleaba con mis amigos y mi familia porque uno venía de estas miserias y tu amigo estaba preocupado porque no podía cambiar el auto. Aunque tampoco podés exigirle a tu hermano o a tu amigo que se sensibilice con cosas que no vivieron. Uno empieza a entender que uno es lo que lo rodea.

Ocho años de misiones

Andrés Carot se recibió de médico en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, en el año 2003. Realizó en 2009 su primera misión con Médicos Sin Fronteras, durante una campaña de vacunación contra la meningitis en el oeste de África.

La campaña abarcó tres países: Nigeria, Níger y Chad. Fue la mayor intervención de este tipo para MSF. La organización humanitaria, que recibió el Premio Nobel de la Paz en el año 1999, se encuentra trabajando en 65 naciones. Carot ha hecho misiones, entre otros países, en Haití, Somalia, Afganistán, Sierra Leona, Sudán del Sur, Yemen, Etiopía y Siria.

Nombre:

Andrés Carot

Nació:

En Córdoba, Argentina

Edad:

38 años

Profesión:

Cirujano.

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Andrés Carot. Foto: Marcelo Bonjour

ANDRÉS CAROTJUAN PABLO DE MARCO

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