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Creyó que la matarían en el momento de liberarla

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Los vecinos de Canelón Chico temieron estar frente a un atraco, pero al sentir los gritos abrieron la puerta. Foto: A.Colmegna.
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Hace 50 años que Etel Damiano y Abel Cabrera viven en Canelón Chico, una localidad rural cercana a Progreso. Ahora están jubilados, pero durante toda la vida trabajaron en la pequeña chacra donde construyeron el hogar familiar.

Ayer a las 6:50 de la madrugada, estaban durmiendo. Todavía era de noche. De pronto, alguien golpeó en la ventana del dormitorio, gritó y pidió auxilio. "¡Soy la doctora Milvana Salomone, la que secuestraron!".

Etel y Abel se miraron preocupados, creían que alguien buscaba entrar a su casa para robarlos. "Uno no sabe, la cosa no está para abrirle la puerta a cualquiera", diría más tarde la mujer a El País.

"Necesito ayuda, me tiraron en una cuneta. Preciso un celular y ropa, tengo mucho frío", insistió la doctora Salomone por la ventana.

Los vecinos de Canelón Chico temieron estar frente a un atraco, pero al sentir los gritos abrieron la puerta. Foto: A.Colmegna.
Los vecinos de Canelón Chico temieron estar frente a un atraco, pero al sentir los gritos abrieron la puerta. Foto: A.Colmegna.

La pareja se levantó de la cama y rápidamente abrió la puerta. La mujer tenía la misma ropa que llevaba cuando la secuestraron, un mes antes: un vestido "fino y escotado". Traía una "vincha" alrededor del pelo, con la que se supone los secuestradores le taparon los ojos o la amordazaron.

Etel estima que la doctora debió caminar unos 500 metros entre la zanja donde la dejaron los secuestradores y su casa.

Rápidamente le trajeron una campera, frazadas, bufanda y un gorro. Mientras tanto, la dueña de casa se dispuso a prepararle un té. En cambio, la mujer liberada prefirió una conserva casera de peras en almíbar que vio en la cocina.

Mientras tanto, la doctora pidió un teléfono y habló con su padre.

"¡Estoy viva!", dijo. Le pidió que no llorara, que ella estaba bien y que se tranquilizara. Después llamó a su hermano Pablo y le dijo lo mismo. Cuando intentó explicarle dónde estaba, no pudo.

"¿Dónde estoy?", preguntó.

"Estás en Canelón Chico, en la carretera que va a Progreso", respondió Ethel por lo bajo.

Una vez que terminó las llamadas, la doctora narró parte del calvario que le tocó vivir, sentada a la mesa del comedor de la vivienda.

Estaba asustada. Contó que cuando los delincuentes la obligaron a tirarse en la zanja junto a la ruta, creyó que la matarían. "Pensé que iban a matarme, que me darían un tiro en la cuneta. Gracias a Dios no pasó", dijo la médica a Etel.

Luego dijo que los secuestradores la tuvieron en un lugar oscuro que no pudo identificar.

"Ella cree que la tenían en un sótano porque le bajaban la comida con un balde. Le dieron agua para que se bañara. Nunca vio a nadie, dijo que la trataron bien y que le dieron de comer", relató ayer Etel a El País.

Una mala noticia.

Durante la charla, que duró unos veinte minutos, la mujer contó que el rapto se produjo en la puerta de su casa de Parque Batlle. La pasaron a otro vehículo.

Durante el secuestro tuvo acceso a los diarios y se enteró del fallecimiento de su madre.

Los improvisados anfitriones le ofrecieron llamar a la Policía, sin embargo la mujer dijo que de eso se encargaría su hermano que ya venía en camino.

De hecho, la médica se mostró ansiosa por su llegada y salió varias veces al patio de la casa para ver si se acercaba.

Al rato llegó el hermano en una camioneta, traía más ropa de abrigo. Al encontrase, se fundieron en un abrazo y lloraron unos minutos.

"¿Cómo estás?", preguntó Pablo a Milvana. "Estoy bien, no te preocupes", respondió entre lágrimas la mujer.

La despedida de la familia que recibió a la doctora fue breve pero emotiva. Más tarde llegaron siete u ocho patrulleros pero los hermanos ya se habían retirado, según contó la dueña de casa, todavía emocionada.

Regresará y llevará pizzas.

Dentro de algunos días, según prometió, la doctora Milvana Salomone volverá a la casa del matrimonio de Etel Damiano y Abel Cabrera.

Recorrerá otra vez el Camino Al Gigante para agradecer a los vecinos de Canelón Chico el gesto de recibirla tras ser liberada. “Dijo que va a volver y que traerá pizzas para festejar”, afirmó Etel a El País, y que devolverá la ropa de abrigo que le prestaron.

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