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Sin casa en menos de media hora

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En el Club de Estudiantes de Colla funciona un centro de acopio de donaciones. Foto: D. Borrelli
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En Colonia el agua subió casi dos metros dentro de las viviendas en unos pocos minutos.

La imagen que muchos se hacen de una inundación es que mientras el agua de un río, una cañada o un arroyo sube, las familias se dedican a sacar las cosas que se pueden estropear o echar a perder para siempre. Sin embargo, la realidad indica que en esos momentos es muy poco lo que se puede rescatar. "En menos de 30 minutos ya tenía casi dos metros de agua dentro de mi casa", relata a El País Margarita Paulo, una de las damnificadas por las crecidas en Rosario, Colonia, que junto a otras diez familias se encuentra autoevacuada en el salón comunal de la plaza Pascual de Chena. "A mí el agua me llegó hasta 20 centímetros antes del techo", agrega su vecina, Daniela Sánchez, quien ahora comparte el mismo techo mientras espera que pase la tormenta.

En ese espacio colonizado por vecinos, en el que se acumulan cientos de elementos donados como colchones, ropa, comida y productos de limpieza y de desinfección (que serán esenciales para cuando puedan volver a sus hogares), reina el compañerismo y la solidaridad. El lugar funciona también como centro de acopio de insumos que precisarán otras personas necesitadas.

Lo que más indigna, además de la impotencia de perder muebles, electrodomésticos y elementos personales como los álbumes de fotografías familiares, es una pequeña carpa improvisada con nylon verde que se encuentra afuera del salón. Allí se turnan los vecinos, las 24 horas, para vigilar desde lejos sus casas inundadas, que han quedado como fáciles presas para el saqueo por parte de personas "que son muy pocas y todos saben dónde viven, aunque nadie pueda hacer nada porque nunca los atrapan robando".

"La peor".

Matías Vera tiene su casa a siete cuadras de la plaza Pascual de Chena de Rosario. Es un joven que vive con su novia y sus suegros, y que ayer tomaba mate en el refugio sin poder hacer otra cosa que esperar a que amaine la tormenta. "El agua llegó hasta donde no había llegado en 2003", asegura, recordando la riada de hace 13 años que se encuentra muy vívida en la memoria de los colonienses. Todos dicen, sin embargo, que esta inundación "es mucho peor".

En Carmelo, por ejemplo, se está viviendo una muy complicada situación por la crecida de las aguas, que comparan con la de 1959, de la que se escribieron ríos de tinta en su época.

Varias veces el agua ha entrado a las casas de los barrios San José y del Centenario de Carmelo, pero pocas como ahora. Todos comentan que hay que corregir los cursos de drenaje y construir algunas estaciones de bombeo, aunque nunca se tomó esa decisión política. No en todos los casos el agua proviene del Río de la Plata o del Arroyo de las Vacas, en muchos puntos llega desde zonas rurales cercanas, en las que no hay un correcto mantenimiento de cunetas y desagües.

Colonia es el departamento más afectado por las inundaciones, con unos 3.000 desplazados, seguido por San José, con unos 1.300. La mayoría de evacuados son de Rosario y Carmelo, aunque otras ciudades como Nueva Helvecia también han sentido fuertemente el embate de la crecida desde el sábado pasado.

Si bien en algunos casos se han retirado las aguas y las personas comenzaron a retornar a sus hogares, el pronóstico del tiempo es poco alentador para los próximos días. "Dicen que tienen que abrir las represas porque no dan abasto. A Mercedes la tapan todita de agua", comentó Matías Vera.

Muy cerca de allí, el Parque Durieux, orgullo de la ciudad de Rosario, quedó devastado por la crecida. Sorprende ver a lo largo de su ribera los bancos de cemento, barandas y parrilleros destrozados, y toneladas de mugre (sobre todo nylon) en la copa de los árboles. A nivel de infraestructura y espacios públicos, probablemente la peor pérdida que tuvo Rosario fue la del puente ferroviario con sillares de piedra construido por los ingleses, que en 2017 iba a cumplir 120 años. Ayer, personal municipal, de Prefectura y Policía trabajaba para tratar de recomponer el cable de fibra óptica que atravesaba el cruce.

Todos afectados.

En Rosario se estima que hay unas 2.000 personas que de una manera u otra se vieron afectadas por las crecidas, aunque no hayan sido desplazadas, en una ciudad de unos 10.000 habitantes. Como en otros puntos de Colonia, "todos están afectados de una manera u otra, ya sea directamente o porque tienen un familiar o un amigo en una situación angustiosa", relató a El País el alcalde Daniel Dibot.

"Son 600 familias las que han tenido que autoevacuarse y hay unas 100 personas que están en distintos lugares siendo atendidas. Hay barrios completos que tuvieron que retirarse y viviendas con pérdidas totales de su mobiliario y algunas en peligro de caerse. Son prácticamente cuatro los barrios de la ciudad afectados. Ya se empezó a hacer desinfección y limpieza de hogares, pero hoy (por ayer) hubo que cortar esa tarea. El arroyo Colla ha comenzado a crecer y tenemos datos de que aguas arriba ha caído un gran volumen de lluvias, lo cual seguramente nos va a afectar", agregó el alcalde rosarino.

Solidaridad

Dibot se encontraba ayer en la sede del Club de Estudiantes El Colla atendiendo las necesidades básicas de los desplazados (alimentación, hospedaje, ropa, medicamentos), donde la cadena solidaria que se formó era realmente sorprendente. Decenas de personas clasificaban y repartían las donaciones provenientes de todo el país, atendían las necesidades de los refugiados y preparaban 170 platos de comida para el mediodía y otros 170 para la noche.

William Collazo, jubilado y cocinero voluntario, preparaba exquisiteces para los damnificados; nada de comida "para salir del paso". A cargo de la cocina se encontraba Sofía Bidart, otra jubilada y concejala municipal. "Estamos haciendo polenta con tuco. Recibimos carne picada y pollo, se cocina de mañana y de noche. También se han preparado canastas que se repartieron casa por casa", comentó Bidart a El País.

En medio de un movimiento que parecía caótico pero que en realidad se encontraba muy bien organizado, un empresario de la zona, dueño del local de ropa "Lokos", preguntaba con cuadernola y lapicera en mano:

—Entonces: traigo aceite, sal, grasa, azúcar, yerba… ¿Algún chorizo?

—Bueno, puede ser —respondió una de las voluntarias.

—¿Hay algún otro lugar que precise cosas?

—No, acá centralizamos todo y después se distribuye.

—Ok, a la tarde traigo las cosas —dijo el comerciante.

Las pérdidas, el miedo y el retorno incierto

Alicia Paulo es una de las personas refugiadas en el Club de Estudiantes El Colla, de Rosario. Como muchos vecinos, dejó muchas cosas materiales atrás al abandonar su hogar. "Solo pude sacar la televisión, la bicicleta, la cocina y la ropa de cama. El agua llegó en pocos minutos casi hasta el techo", relató a El País. Alicia dice que en el refugio es muy bien atendida y que la comida que le dieron en la noche del lunes (estofado) "estaba exquisita".

A diferencia de Alicia, Mercedes Aboy prefirió no dejar su casa por temor a que le roben sus escasas pertenencias. Vive sobre la Ruta 2, en un punto en el que se derrumbó un tajamar haciendo que se le inundara toda la casa. "Soy sola para todo. Vivo con 7 menores, una nieta de 18 meses y un hijo de 18 años que es el que me ayuda", declaró. Mercedes fue al Club de Estudiantes por comida y ropa, y sabe que si el agua sigue subiendo, la obligarán a dejar su casa. Se dedica a hacer changas "arrancando membrillo". "Con eso vivimos", asegura.

En Nueva Helvecia, Ana Dovat vive otro calvario. El agua ingresó a su propiedad y estropeó todo a su paso. Como pudo, subió la heladera y la cocina arriba de dos mesas, logrando salvarlas. El agua ya se retiró, pero dejó varias huellas: tiró todo su muro frentista, levantó varios pisos de madera y dejó barro por todas partes.

En el Club de Estudiantes de Colla funciona un centro de acopio de donaciones. <br>Foto: D. Borrelli
En el Club de Estudiantes de Colla funciona un centro de acopio de donaciones.
Foto: D. Borrelli

VIDEOANDRÉS LÓPEZ REILLY

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