Poca gente, pero entusiasta, se había juntado a la hora 11:30 en las afueras del Palacio Legislativo. Algunas voces ambientaban con las canciones de siempre. Alguna bandera, alguna cara pintada. En eso se ve a una minúscula figura humana agitando un brazo desde la escalinata de mármol. Por detrás de unas inmensas vallas amarillas, a cientos de metros de distancia, sus fanáticos responden al gesto con gritos de emoción y alguna más de las canciones de siempre. En eso, una señora le anuncia a otra: "Me voy a verlo por la tele".

A Mariana Meizoso ni se le ocurre despegarse de Tabaré Vázquez, por más lejos que las circunstancias la hayan puesto de él. "Yo lo sigo de toda la vida, tengo fotos con él". Aclara que su amor es a Vázquez, no a Raúl Sendic ni a otros frenteamplistas. A unas cuadras, Vázquez entona una estrofa del himno y Mariana lo sigue lo más fuerte que puede, con la mano en el pecho, tan lejos pero tan cerca.

No es capaz de expresar qué siente viendo a Vázquez de nuevo presidente. Se le quiebra la voz y solo alcanza a decir, emocionada: "Es mi ídolo".

El presidente y el vice empiezan a transitar por Libertador en una camioneta Fordson del año 1951 rodeados de 20 custodias. Adelante van los caballos, atrás los familiares en dos minibuses. Cuatrocientos militantes hacen las veces de guardias de seguridad y forman cordones humanos de un lado y del otro de la calle. Su función es impedir que la gente se acerque a los mandatarios. Intentan hacerlo con cautela, piden a los "compañeros" que aguanten en la vereda, que no traspasen los límites. Algunos se enojan y forcejean. Un señor mayor se les escabulle, también algún periodista. Mariana camina ágil por el cordón e intenta acercarse lo más posible a su ídolo.

Vázquez tira besos, balancea su mano derecha, vuelve a tirar besos, saluda y se toca el corazón. Ahora las canciones las elige un grupo de militantes de la juventud comunista que llaman la atención más que cualquier otra delegación del Frente Amplio (FA). Intercalan consignas antiimperialistas y de "antiimpunidad" con otras más taquilleras que aluden a Tabaré, al FA y "al Cuqui, que lo mira por tevé".

En un segundo, un militante se filtra en el cordón humano y logra que Vázquez lo vea. Le estira su mano, él estira la suya, pero no llegan a tocarse. Es lo más cerca del presidente que alguien alcanza a estar.

La convocatoria es menor a otros años porque es domingo y el día está precioso, o quizás porque el Frente ya no se propone mover toda su maquinaria para celebrar un tercer período de gobierno. Lo cierto es que hay menos personas y más seguridad. Sobran las selfies y escasea el contacto del presidente con su gente. Es una caravana para los fanáticos que aceptan las reglas del juego.

"¡Te amo, te amo! ¡Los amo!", grita una señora, y consigue que Vázquez le responda con un sentido "gracias, gracias". Un hombre le avisa: "¡Doctor, es mi cumpleaños hoy!", a lo que el presidente contesta amablemente: "Feliz cumpleaños". Alguien bromea: "Esto es un deja vu. ¿Dónde está Nin Novoa?".

Le gritan por los desaparecidos, por la inseguridad y hasta por el puerto de aguas profundas. Él mira con atención y hace gestos de recepción. Una mujer le recuerda muy seria que anunció mejorar la enseñanza: "Educación de verdad, no te olvides, lo prometiste. Cumplila, Tabaré". Y él, una vez más, responde con gestos y con esa sonrisa impenetrable: mira fijo, asiente con la cabeza, estira su mano y señala con el dedo índice. Le dice (sin decirlo): "Tomame la palabra".

También hay palabras de amor para Sendic. Alguna militante le sugiere que se saque el traje porque hace mucho calor. Él sonríe todo el tiempo e imita los gestos de Vázquez.

Cientos de comerciantes aprovechan para hacer su negocio. Venden termos con imágenes y frases de José Mujica, de Vázquez y del "Che" Guevara; algunos pintan caras con los colores del FA "a voluntad". El que destaca es un hombre que ofrece "ser primera dama por unos segundos" con una especie de maniquí de Vázquez y a su lado la silueta de una mujer con cara hueca y una pollera roja, azul y blanca.

En Libertador y Paraguay la caravana ha sumado gente, grados de temperatura y tensión. Los del cordón de seguridad están agotados, se dan ánimo entre ellos y se convencen de que falta cada vez menos.

Al doblar por 18 de Julio hacia la Plaza Independencia la Fordson acelera y crece el nerviosismo. Algunos empiezan a trotar, se pechan con las madres y sus cochecitos y con las personas en sillas de ruedas. Aparecen efectivos de la Guardia Republicana e intervienen en situaciones de tensión. "¡Fuerza, Taba, vamo arriba!", gritan y alientan. Es la recta final. Vázquez y Sendic miran ahora para adelante. Los espera una nueva aventura. (Producción: Juan Pablo de Marco).

Es el momento de estrellato de Vázquez y Sendic, pero el socialista Daniel Martínez, que participa de la caravana como militante, se roba parte de la atención. El candidato a la Intendencia de Montevideo camina por Libertador del lado de la gente y saluda a todo el que se le cruce en su camino. Muchos se le acercan para desearle buena suerte en la elección y algunos se sacan fotos con él. Una mujer, que se presenta como funcionaria municipal, le augura el triunfo. "El que gane va a estar bien", le contesta el exministro de Industria tranquilamente. Un hombre con termo y mate en brazos corre unos 20 metros para pedirle un autógrafo. "¡Con todo en la intendencia!", le desea. Otro se acerca y también expresa su apoyo. "Flor de intendente vamos a tener", le dice, y luego se abrazan. Unos pasos más adelante Martínez saluda también a los que están del lado de enfrente. Hace gestos y se da golpes en el pecho: "¡Vamos el Frente!", exclama, intentando entusiasmarlos con aplausos. Muchos demoran en percatarse de quién se trata, hasta que uno grita: "¡Vamos, pelado!". "¿Pelado yo?", bromea Martínez.

La convocatoria fue menor a otros años