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Una amistad más allá del tiempo

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Sargento

Sargento uruguayo localizó por Internet al niño camboyano que conoció hace 24 años.

En 1992 la Guerra Fría estaba terminando. Había caído la Unión Soviética y los países que la siguieron comenzaban a buscar otros caminos. Camboya no fue la excepción. Cargaba sobre sus espaldas las políticas de exterminio masivo de Pol Pot y sus jemeres rojos con casi dos millones de víctimas y una guerra de tres décadas.

En ese año, un grupo de soldados uruguayos aceptó participar en la primera misión de paz que Naciones Unidas le ofrecía a nuestro país. Destino: Villa Banlung, Provincia de Ratanakiri, Camboya. Entre ellos estaba el sargento Juan José Ramírez, un efectivo radicado en Mercedes, Soriano.

Salieron el 17 de junio y Ramírez fue uno de los primeros uruguayos en llegar a la zona y de inmediato tomó contacto con las familias que vivían cerca de la unidad. La mayor parte de los vecinos de la base eran agricultores que vivían en condiciones miserables.

Un niño de entre 10 y 11 años de edad se hizo amigo de los efectivos uruguayos, en particular del sargento. Con el paso de los días se supo que se llamaba Phi y que era hijo de una familia muy humilde que vivía junto a un arroyo a unos 100 metros de la base uruguaya.

Una de las barreras más difíciles de manejar fue el idioma. "Ellos hablan jemer, un idioma muy difícil que solo habla el pueblo de Camboya", narró el sargento a El País.

La base no tenía cerco perimetral y Phi entraba y salía del lugar como si fuera su casa. Llevaba a sus hermanas menores y jugaban allí todo el día y a veces almorzaban o merendaban.

En cierta ocasión Ramírez tuvo que ausentarse un tiempo y Phi se enteró que su amigo se iba, el niño lo tomó de la cintura y lloró un largo rato. El regreso fue una celebración.

Cuando el sargento volvió a Uruguay no se atrevió a avisarle para no lastimarlo. Y nunca más se volvieron a ver.

La vida militar del sargento siguió entre el cuartel de Mercedes y otras misiones de paz en países tan distintos como Haití o Congo, hasta que hace cinco años cumplió la edad para el retiro castrense.

Búsqueda.

"Desde que volví de aquella misión en Camboya pensaba en él, quería saber de su vida, qué había pasado con él y su familia, si estaría bien. Era un tema recurrente de conversación con mi familia", explicó Ramírez.

Cuando tuvo más tiempo se dedicó a escribir y rastrear en internet los lugares que había conocido por su trabajo. Pasaba largas horas en Google Earth localizando las pequeñas aldeas que había recorrido años atrás.

Escribió el libro "Memorias de un Casco Azul", aún inédito, y en mayo de 2014 comenzó a buscar a Phi en internet. Sabía que era una tarea complicada pero de entrada encontró un periódico local y luego localizó un grupo de personas que viven en Camboya y hablan español.

"Fue así que encontré a un señor colombiano de nombre Albiero Rodas que trabaja en la Obra de Don Bosco, le conté la historia y que mi intención era saber algo de aquel niño", dijo. Por obra de la casualidad, Albiero tenía algunos alumnos oriundos de Banlung. El militar mandó una de las fotografías que atesoraba y así comenzó una búsqueda en la zona.

Emociones.

El 5 de enero pasado apareció Phi. Mediante un correo electrónico, el voluntario colombiano de Don Bosco le hizo llegar a Ramírez una buena cantidad de fotografías de Phi y su familia. Uno de los alumnos de Albiero vive muy cerca de la casa de Phi.

El sargento retirado estalló de emoción y lo celebró en las redes sociales. "Hoy no es un día cualquiera para mí", escribió en su muro de Facebook.

Aquel niño ya pasó los 30 años, tiene hijos, estuvo un tiempo en el Ejército de Camboya y ahora trabaja en la construcción de casas de madera. Ramírez todavía no pudo hablar directamente con él porque Phi no tiene acceso a internet y si tuviera, tampoco podrían comunicarse porque ninguno habla la lengua del otro.

"Antes de localizarlo, yo viajaba con la imaginación y me preocupaba. Uno nunca sabe, en esos países la mortalidad entre los jóvenes es muy alta. Lo principal era encontrarlo y decirle que no nos habíamos olvidado de ellos y que seguían siendo queridos después de tantos años", afirmó Ramírez.

Sueño.

Llegar a Phnom Penh desde Montevideo puede costar entre US$ 2.200 y US$ 2.500. El viaje exige tres o cuatro escalas, atravesar tres continentes y dedicarle unas 39 horas. Hay 12 horas de diferencia y 22.000 kilómetros de distancia.

Volver a Camboya es un sueño para Ramírez. Quiere reencontrarse con su amigo Phi pero también saber qué fue lo que pasó en aquel país tras el pasaje de las fuerzas de paz.

"Si pudiera me iría ya mismo a visitar aquella familia de nuevo y ver qué hicimos nosotros para que todo aquello cambiara con nuestro granito de arena. No pierdo las esperanzas de volver, de vez en cuando juego un Cinco de Oro", aseveró el sargento retirado.

Ramírez se sorprende mientras compara imágenes de los años de 1990 con fotografías actuales y no lo puede creer. "Hay carreteras y energía eléctrica a toda hora", afirma con asombro.

En la actualidad, Camboya sigue siendo un país pobre pero en crecimiento. La guerra ya terminó y la economía gira sobre el turismo y la producción agrícola. La infraestructura ha crecido en las ciudades del país y sus alrededores.

La Historia.

En el año 1992 el sargento Juan José Ramírez y Phi (fotografía superior) desarrollaron una amistad durante la primera misión de paz de Uruguay en Camboya. Luego de 24 años Ramírez localizó a aquel niño transformado en un hombre de familia con dos hijos a cargo y trabajando en la construcción (arriba). La primera base que los soldados uruguayos construyeron en Camboya fue en Villa Banlung, provincia de Ratanakiri (derecha). La misión en Camboya se desarrolló tras una guerra de tres décadas y millones de muertos.

MISIONES.

Uruguayos participan desde hace 80 años.

Se estima que desde el año 1982 unos 44.000 uruguayos han integrado contingentes de paz en el exterior. Se han desempeñado como observadores militares y policiales. Las primera participación de las Fuerzas Armadas uruguayas en misiones de paz fue tras el conflicto bélico entre Bolivia y Paraguay por el control del Chaco Boreal entre los años 1935 y 1937 con un grupo de 10 observadores militares.

Entrados los años de 1980, militares uruguayos integraron el contingente de la Fuerza Multinacional y Observadores (MFO) en el Sinaí en el marco del Tratado de Camp David suscrito entre Egipto e Israel, con apoyo de Estados Unidos en 1979 tras la guerra por territorios.

En 1992 surgió la primera misión de ONU con un batallón en Camboya, luego vino Mozambique y más tarde Angola. En 1999 se instaló la misión en el Congo y en 2004 en Haití. En la actualidad, también hay presencia uruguaya en lugares tan remotos como India/Pakistán (Cachemira), Costa de Marfil y Sinaí. La presencia uruguaya en misiones de paz ha costado la vida de 34 efectivos nacionales. La mayor tragedia ocurrió el 9 de octubre de 2009 en Haití cuando, en un accidente de aviación, fallecieron seis efectivos de la Fuerza Aérea.

Víctimas de las guerras creadas por los adultos.

Los niños son las primeras víctimas en todos los conflictos bélicos. Una publicación de la Cruz Roja Internacional, basada en datos del Fondo Mundial de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), estima que en la última década han muerto dos millones de niños; seis millones se han quedado sin hogar; 12 millones han resultado heridos o discapacitados y hay por lo menos unos 300.000 niños soldados que participan en 30 conflictos en distintas partes del mundo.

La función principal de los batallones uruguayos desplegados por Naciones Unidas en Congo y Haití es la protección de civiles. Por ese motivo, las bases uruguayas se han convertido en refugio seguro para miles de personas afectadas por los distintos conflictos.

Con el paso de los años, Naciones Unidas fue actualizando sus protocolos de acción y limita el vínculo entre los efectivos militares y los civiles. En ese marco legal hoy sería imposible la generación de un vínculo como el de Ramírez y Phi.

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