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Los Abdala

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Fue el jueves pasado. Buscaba en la cantora un tanguito cuando, sobre el mediodía, me topé en una FM con una audición en la que el verborrágico y siempre confrontativo dirigente sindical Marcelo Abdala convocaba a las masas a enfrentar al "capitalismo transnacional" y a generar, a partir de "la lucha y movilización", las condiciones para construir "una nueva matriz productiva" que termine por arrancar los medios de producción a "las clases dominantes" para ponerlos en manos de los trabajadores.

Debo ser sincero. Solo pude soportar ocho o nueve minutos del discurso de panfleto. Pero apagué cuando este señor sindicalista comenzó a criticar al gobierno de Tabaré Vázquez (el mismo para el que Abdala pidió el voto e hizo campaña el año pasado), porque en su opinión prepara un "austericidio" que traerá ajuste y desempleo, siempre que no sea frenado a tiempo "a partir de la lucha de los trabajadores movilizados".

Yo me pregunto, Marcelo Abdala, ¿creerá de verdad lo que dice?

Si lo cree, ¿cómo puede sentarse a dialogar con representantes de empresas que, para él, son el demonio capitalista personificado? ¿Cómo puede buscar acuerdos con quienes considera solo pretenden llevar a los trabajadores uruguayos al desastre? ¿Cómo puede estrechar la mano de aquel que, según sus dichos, solo busca el hambre del obrero?

¿Puede negociar de buena fe con un empresario un dirigente sindical que cree que esa empresa sería mejor gestionada por los trabajadores y que los medios de producción deberán, más tarde o más temprano, pasar a manos de la clase obrera organizada?

¿Puede acaso fiarse un empresario del compromiso que asume un dirigente sindical que proclama que busca la autogestión y considera a la patronal un parásito que vive del sudor ajeno?

¿Cuántos dirigentes sindicales se suben a la tribuna o enfrentan a un micrófono con los mismos argumentos que el señor Abdala?

¿De verdad creemos que llegaremos lejos como país con esta forma de hacer sindicalismo?

Tal vez Abdala no crea en todo lo que dice. Y lo suyo sea apenas una forma de encender a la barra, la misma a la que después se lanza a hacer paros y piquetes.

Y si ese fuera el caso, ¿es esa la tarea de un dirigente sindical en los tiempos que corren?

¿Cómo les va a las empresas que negocian con Abdala, o con los Abdala que hay en muchos sindicatos uruguayos? ¿Tendrán ganas de seguir invirtiendo en Uruguay? ¿O estarán pensando en cerrar las puertas, o en reducir sus operaciones, o en trasladarse a otros países de la región donde el sindicalismo defienda los legítimos derechos de los trabajadores, pero con más razones que fundamentalismo e ideología?

¿Cuánto tiempo vamos a necesitar para entender que por este camino vamos al precipicio?

¿Qué tiene que pasarnos para que comprendamos que las relaciones laborales, que en algún momento estuvieron desequilibradas en favor de los empresarios, se han volcado ahora decididamente en favor de los sindicalistas?

¿Cómo vamos a terminar si no cambiamos? ¿Seremos un país sin empresarios, donde los sindicatos lo manejen todo? No falta tanto.

[email protected]

La Columna de Pepe preguntón

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