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El sueño posible de la Fundación Trompo Azul

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INCLUSIÓN

En su sede en El Pinar, Trompo Azul atiende a 23 niños de entre 4 y 12 años; a futuro sueña con construir un edificio modelo que en 2.000 metros cuadrados pueda atender a más niños.

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"Mirá que un día, el sueño que tenemos nosotras es comprar un terreno y hacer un edificio a medida de los niños”, le dijo Paula Greco al arquitecto Diego Tosar. Así le confesó el deseo que comparte con Inneke Moens, también directora de la Fundación Trompo Azul. La respuesta de Tosar fue inmediata: “No tiene por qué ser un sueño”.

Sus teléfonos no tardaron de cargarse con decenas de mensajes de intercambio en whatsapp. Comenzaron a reunirse y a compartir qué sabían los tres sobre la condición de los pequeños con autismo. También sumaron a otros profesionales —las arquitectas Virginia Ruiz Mirazzo, Paula Lombardi y Estudio 3G— para trabajar en lo que era solo su idea. El sueño comenzó a tomar formar y hoy es un proyecto concreto: un edificio de 2.000 metros cuadrados ideado específicamente para atender las necesidades de niños con autismo.

Ayer, 2 de abril, Día Mundial de Concientización sobre el Autismo, era la fecha ideal para presentar el proyecto en sociedad, contar de sobre la Fundación y salir a buscar fondos e inversores para hacerlo realidad. El COVID-19 lo puso todo en pausa. Pero no los vencerá.

“Queremos que la gente sepa en qué estamos, nosotros trabajaremos para concretar este proyecto que es innovador tanto en la región y como en el mundo. Lo pensamos como un proyecto edilicio evolutivo, podemos hacerlo de a poco, para luego ir ampliándolo y poder recibir más niños”, contó Greco.

Mientras el edificio ideal no llega, laFundación Trompo Azul funciona en una casa de El Pinar y allí trabaja con 23 niños, desde los 4 hasta 12 años. “Nuestro proyecto también es innovador porque somos una especie de híbrido entre escuela y clínica; trabajamos en grupos chicos de no más de seis niños con dos adultos permanentes y otros adultos que se suman y se llevan a alguno para hacer trabajos puntuales”, puntualizó la docente.

Otra particularidad de Trompo Azul es que los niños no se dividen por edades, como en una escuela típica, sino por el nivel de comunicación expresiva. “No se trata de si hablan o no, sino que nos referimos a la comunicación alternativa, que incluye gestos o por tarjetas”, sintetizó.
Así como hoy cada salón tiene su función, el sueño de estas docentes es contar con un edificio totalmente adaptado a los niños donde todo esté pensado para “hacerlos florecer”.

“Esta es otra manera genuina de incluir, contemplar la diversidad de las personas; muchas veces vemos que los niños tienen que adaptarse a un contexto que no está para nada pensado para ellos”, remarcó la directora.
“Sabíamos que este ideal es difícil de sostener, por eso nos constituimos en Fundación en 2017, aunque desde 2015 abrimos este proyecto que esperamos cada vez pueda llegar a más familias”, concluyó.

El lugar ideal

¿Cómo debería ser la arquitectura para niños con Autismo? ¿Cómo el diseño de sus componentes ayudaría controlar los estímulos sensoriales? ¿Cómo contemplar la necesidad de estimulación y, a su vez, la de calma o desenchufe? Cómo el edificio comprende la dinámica de las familias en las que hay una persona con Autismo?

Todas las respuestas dieron paso al proyecto que contempla filtros para controlar estímulos sensoriales y cognitivos que abordan variables como vista, acústica y paso. La neutralidad base posibilita el diseño de ejes de circulación claros, sin ambigüedades para los niños.

Podés conocer más sobre el proyecto de Trompo Azul y sus particularidades acá.

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