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Apunte de cata: Cruceros y fiestas en la vieja bodega

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bodega Spinoglio

Gourmet

Nuestro especialista en vinos nos cuenta cómo la bodega Spinoglio se reinventó en los últimos años y el impacto del COVID en este sector.

bodega Spinoglio

Desde chico Diego ayudaba a su padre Ángel Spinoglio en tareas de la bodega y antes de ir al liceo, pegaba etiquetas durante la mañana. Ya casado con Alejandra viajó seguido a Mendoza a visitar a su cuñado, enólogo en una importante bodega y quedó asombrado por la pujanza del enoturismo en la provincia. No sólo argentinos, sino también muchos brasileros y hasta europeos llegaban a la región a visitar bodegas, a pasear por sus viñedos y a probar sus vinos. Pero casi siempre y antes de irse, pasaban por la tienda para comprar y llevarse los que más les habían gustado.

En 2007, con su cuñado elaboraba vinos en la bodega de su suegro y les iba bien, cuando su padre lo llamó para que se encargara de la bodega familiar. La situación era complicada, las ventas habían caído y las deudas bancarias se acumulaban. Se hubo de arremangar, pudo conseguir el capital de giro entre amigos y conocidos que sabían de su capacidad emprendedora y así amortizar una importante deuda con el banco. Comenzó entonces otra etapa para la legendaria bodega Spinoglio. La marca Viejos Robles – una que el mercado apreciaba y se vendía a buen ritmo – fue el caballito de batalla en sus botellas de litro y medio. Sin embargo y aspirando a otro segmento del mercado, 12 hectáreas del viñedo se reconvirtieron para poder abastecer una nueva línea de vinos VCP.

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Un gran edificio y mucho espacio

Un establecimiento tan grande y con tanto espacio disponible, daba para soñar en crear diversas áreas de negocios. Aquellas visitas a Mendoza marcaron un camino ineludible y Diego lo tomó con mucha decisión. Al tiempo que se instaló un restaurante, un amigo lo convenció de festejar su casamiento en la gran cava de toneles, muchos de los cuales ya no se usaban y se habían descartado. Comenzó así una nueva actividad en la antigua bodega, construida en 1896 por don José Campomar. Con un éxito rotundo, en el último año ya se pudieron organizar veinte grandes eventos.

O sea que lugar no faltaba y en el grupo CREA que él integraba, había compañeros que teniendo viñedo no tenían bodega para elaborar sus propios vinos. Otro interesante negocio surgió al elaborar vinos para terceros. Bien organizados a esta altura, tanto el viñedo como la bodega funcionan en sincronía con un enólogo joven al frente y Diego sólo tiene que dedicarle una mañana por semana. Los vinos se siguen vendiendo bien y el proyecto no incluye vender a restaurantes donde manda la competencia de los grandes y tampoco tiene previsto encarar la exportación.

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Cenas con show y clases de cocina

Pero el turismo receptivo fue el que sorprendió y en particular el de cruceros, que le permitió dar un salto cualitativo. "Construimos una excelente relación con Buemes. Les hemos dado muy buen servicio y cumplido al pie de la letra con todas las exigencias. En la agencia hay un equipo joven muy creativo, con el que fuimos diseñando unos veinte programas diferentes. Hoy les ofrecemos desde clases de cocina y talleres para armar el vino propio, a degustaciones simples con recorrido del viñedo. Otras más completas incluyen el almuerzo y a pedido expreso podemos agregarle un show. En esta temporada que se cortó en marzo por el COVID 19, recibimos unos 100 grupos de cruceristas y algunos de ellos de hasta 200 turistas”, cuenta Diego.

Ante esta afirmación que parece exagerada, queda en suspenso la incógnita de cómo se puede organizar bien una visita tan numerosa. "Con mi hermana Cecilia formamos un eficaz equipo de jóvenes, que ya cuenta con gran solvencia. Cuando el grupo es tan numeroso, lo dividimos en tres y cada uno va con su guía. En el restaurante tenemos tres cocineros y las visitas guiadas están a cargo de Cecilia Baldi, que se constituyó en una pieza fundamental, porque habla inglés y portugués con soltura. Es muy ordenada y eficiente y logra llegar al turista con una calidez natural que los cautiva”, agrega.

Con una temporada tan exitosa, Diego llegó a pensar en dedicarse sólo a cruceros y fiestas, pero llegó el COVID 19 y ese manantial se secó. Por suerte el confinamiento viene pidiendo más vinos y una facturación mayor de alguna manera está compensando aquella sequía.

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conocé a nuestro columnista
Eduardo Lanza EME
Eduardo Lanza

Es Ingeniero químico y experto en vinos. Su pasión lo ha llevado a visitar terruños, descubrir cepas y probar las más variadas etiquetas

Es Fundador de la Sociedad de Catadores. Escribe y enseña con el mismo placer que degusta un vino desde hace más de 20 años.

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