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Mamá estimula: La letra con sangre entra, ¿en serio?

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madre enojada
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Por Claudia Guimaré

La violencia física y verbal afecta el desarrollo cerebro de los niños; dejan secuelas irreversibles y consecuencias graves en su capacidad para entablar relaciones sanas y manejar sus emociones.

"La letra con sangre entra" decían hace un siglo atrás,y si bien es cierto que mucho ha cambiado en la educación desde las épocas en que los niños eran castigados en la escuela pegándoles con la regla en los dedos o arrodillándolos sobre maíz en un rincón del aula, también es cierto que aún hoy día muchos adultos siguen creyendo que al menos "una palmada a tiempo" está justificada.

Sin embargo, cuando un niño pega a un semejante, allá van esos mismos adultos a decirle que no se pega "porque está mal pegar". ¿Pero cómo hacemos para que ese niño entienda que pegar está mal mientras le pegan “por su bien”? Gritarle a un niño para que deje de gritar o pegarle para que aprenda a no pegar, parece a todas luces un contrasentido total, porque como todos sabemos, no importa lo que digamos, se educa con el ejemplo.

Pero más allá de la consideración moral obvia de que pegarle a un niño está mal sencillamente porque pegarle a otro está mal, sea este un niño, un adulto o un anciano, la sociedad sigue considerando lo primero mucho más justificado que lo segundo o lo tercero, porque se piensa que pegar a un niño es válido cuando se trata de educarlo, de inculcarle una conducta, de darle “una lección".

Sin embargo, la evidencia empírica demuestra hoy día que esto no sólo no es cierto (los niños no aprenden cuando se les grita o golpea) sino que es al revés: con golpes se consigue todo lo contrario. ¿Por qué?

Los estudios neurocientíficos más recientes demuestran que las respuestas cerebrales de los niños que reciben golpes, palmadas, cachetadas, etc, son similares a las de aquellos niños que han sufrido abusos más graves: en ambos casos se activan las mismas regiones del cerebro, quienes a su vez, se ha comprobado que son mucho más proclives a desarrollar a futuro trastornos de ansiedad, depresión y otras enfermedades mentales. Por eso, cuando escuches “una palmada no le hace mal a nadie”, pues simplemente no es cierto.

El cerebro se entrena mientras crecemos. Sienta las bases de lo que será de adulto. Por ende, al educar, estamos preparando el cerebro que tendrán nuestros hijos durante el resto de sus vidas. Cuando educamos con golpes, estamos construyendo un cerebro basado en el temor, estamos educamos un cerebro con bases débiles y vulnerables para afrontar los aprendizajes futuros de la vida. ¿Cuáles son las áreas que está científicamente comprobado se activan ante el temor y la amenaza?

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Carina Castro Fumero, Neuropsiquiatra autora del libro “¿Qué puedo hacer yo? Guía para entender, cuidar y potenciar el cerebro de los niños” explica que son 4: la amígdala, la ínsula, la corteza cingulada anterior dorsal y la corteza prefrontal dorsolateral. ¿Qué función cumple cada una y cómo afecta su mal desarrollo al futuro desarrollo del niño en su conjunto?

La amígdala, es el área del cerebro que juega el papel clave en la búsqueda y detección de señales de peligro. Es como el "detector de humo" que pronostica el incendio y por ello se activa cuando los niños perciben algo, por ejemplo una conducta agresiva de alguien cercano como sus padres cuando se enojan demasiado y se le acercan alterados.

La ínsula, integra información cognitiva, sensaciones fisiológicas (que vengan de la amígdala) y predice y anticipa lo que pasará, por ejemplo, ante esta situación en que el niño ve a su padre acercarse furioso, piensa “me va a pegar”.

La corteza cingulada anterior dorsal es quien determina la importancia que tiene el estímulo que se presenta y hace que dirijamos la atención hacia éste: el niño razona “me duele cada vez que me pega, me da mucho miedo, así que voy a hacer lo posible para evitarlo”.

Y por último, la corteza prefrontal dorsolateral, es la que nos ayuda a regular el miedo como mecanismo de "adaptación" para sobrevivir, por ejemplo, indicándole al niño “mejor me quedaré aquí quieto, no voy a llorar tanto porque si lo hago me pegará y gritará de nuevo.”

claudia guimare

Es de esta forma, explica Castro Fumero, como todas esas zonas se activan en cuestión de segundos, a través de muchísimas conexiones neuronales para sobrevivir y sobrellevar la situación. Y es así como se va tejiendo una red neuronal que aumenta el nivel de cortisol en el niño, que va dañando su potencial, que va repercutiendo en su aprendizaje y su desarrollo y que lo va haciendo más vulnerable a enfermedades mentales futuras. Por eso, sostiene, “nadie nunca necesita una nalgada”.

El problema, indica el profesor John L. Loeb, Director del laboratorio de Estrés y Desarrollo y uno de los responsables del estudio que comprobó la activación de las mismas áreas del cerebro entre niños a quienes los padres les daban palmadas y aquellos víctimas de abusos mucho mayores, es que “la gente no piensa en las palmadas como una forma de violencia o abuso”.

Por ende, puede que muchas personas no consideren el castigo corporal de los niños como una forma de violencia, pero, en términos de cómo el cerebro del niño responde ante esta situación, no hay diferencia. En todo caso, es una diferencia de “grado” de violencia, pero no una diferencia de tipo.

En el mismo sentido, investigadores de la Université de Montréal, el Centro de Investigación CHU Sainte Justine y de la Universidad de Stanford, comprobaron cambios en el tamaño de estas regiones cerebrales en los niños golpeados por sus padres o madres, regiones que además son las responsables a futuro de la regulación emocional. Por eso se afecta su desarrollo emocional y social a largo plazo, porque se afecta su forma de procesar el miedo y la ansiedad.

¿Qué sucede cuando un niño es golpeado por quienes más lo aman?

1. Aprende a asociar el amor con el dolor.
Karen Zaltzman
, maestra en pedagogía y asesora de crianza certificada, explica que “el cerebro del niño pequeño está diseñado para buscar seguridad y consuelo en los adultos cercanos, pero cuando encuentra miedo y violencia en su entorno, entonces se asocia el amor al miedo y al dolor, y esto lo lleva consigo en la vida adulta” por lo que es probable que no pueda discernir entre quienes lo quieren bien y quienes lo quieran mal, pudiendo desarrollar relaciones amorosas o de amistad que le sean nocivas o tóxicas a futuro.

2. Aprende a hacer lo correcto por miedo y no por convicción.
Puede que ante el miedo al castigo y al dolor, evite las conductas que provocaron la agresión pero más adelante, cuando disponga de otras herramientas y recursos, entenderá rápidamente que si en lugar de evitarlas las oculta, también consigue su objetivo, algo que puede resultar doblemente nocivo al llegar la adolescencia por ejemplo, donde los chicos tensan los límites, experimentan y muchas veces, se exponen a situaciones peligrosas. Más aún si además, se relacionan con personas que no les hacen bien como dijimos antes.

3. Aprende que pegar es una herramienta de enseñanza válida, incluso a quien está en inferioridad de condiciones y no puede defenderse, si el fin si el fin justifica los medios.
Los adultos naturalizamos lo que hemos vivido. Y muchas veces sólo después de años de terapia nos damos cuenta que al fin y al cabo tal o cual cosa que vimos en casa o que sucedía en nuestra familia, no era tan natural, ni tan necesaria ni mucho menos tan buena después de todo. Por ello muchos repiten cual mantras “a mí me pegaron de chico y no salí mal”.

Bueno, pues si aun de adultos, con otras herramientas y con la experiencia en carne propia de tener hijos y ver lo vulnerables que son, se nos escapa un cachote o una palmada, un empujón o un insulto, deberíamos cuestionarnos un poco más, qué entendemos por “haber salido bien”.

Por todo esto, necesitamos desnaturalizar estas prácticas, aun si las vivimos en carne propia, aun si no nos parecen tan graves. Debemos dejar de pensar que una cosa es el abuso o la violencia, y otra, una palmadita de vez en cuando. Porque los niños no perciben la diferencia y tampoco hay diferencias sustanciales en las consecuencias. Y tengamos presente que si pegar es agresión, no puede ser educación. 

CONOCÉ A NUESTRA COLUMNISTA
Claudia Guimaré
Claudia Guimaré

La socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación es la fundadora de Mamá estimula. En el grupo que administra desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.

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