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¿Por qué las nuevas etiquetas digitales de los vinos en Europa están causando polémica entre los productores?

El uso de Código QR para enumerar los ingredientes que contienen las botellas divide al sector vitivinícola

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Etiqueta de vino con código QR.jpg
Forzar al consumidor a escanear la etiqueta es una medida poco práctica, dicen los detractores de la nueva normativa.

Los productores de vino europeos deberán dentro de poco informar al usuario del contenido de sus botellas, pero subsiste la polémica en torno al método a utilizar: ¿una etiqueta que lo explique todo o un código QR?

El vino puede contener varios aditivos para controlar su sabor, su color o su robustez, como los sulfitos, la clara de huevo o hasta la vejiga natatoria de esturión.

Desde hace décadas, el sector alimentario ha ido adaptándose a una política de transparencia sobre el contenido de los productos, pero el sector vitivinícola ha gozado de una excepción de parte de la Unión Europea (UE).

La Comisión Europea concluyó en 2017 que «no había razones objetivas» para esa excepción y tras muchas negociaciones se acordó que el vino deberá ser etiquetado con el contenido de los aditivos desde el 8 de diciembre.

El poderoso sector del vino logró que se concediera la opción de utilizar códigos QR, que deben ser escaneados con un teléfono celular por el consumidor, en lugar de una etiqueta que enumere los ingredientes, como sucede con la comida.

«El vino no se hace a partir de una receta. La uva evoluciona en función del sol, del clima... los ingredientes no son los mismos de una cosecha a otra», explicó Ignacio Sánchez Recarte, secretario general del Comité Europeo de Empresas Vinícolas (CEEV).

Un código QR implica que el cliente debe comparar por su cuenta, con su teléfono, la información, en lugar de verla a simple vista con una etiqueta.

La medida aplicará a unos 2,2 millones de productores vitivinícolas en la UE

«¿Te imaginas sacando tu teléfono en el supermercado y escanear diferentes códigos QR para comparar los aditivos de los vinos, y luego recordarlos todos para hacer tu elección?», se preguntó Olivier Paul-Morandini, de la asociación Transparencia para un Mundo Orgánico (TOWA).

Según la CEEV, el etiquetado digital es la única manera de que todos los productores (unos 2,2 millones en la UE en 2020, según la oficina de estadísticas Eurostat) cumplan con los requisitos.

«Se comprendió la necesidad de suministrar un nivel de flexibilidad que permita a las empresas comunicar esa información sin perturbar nuestro negocio», destacó Sánchez Recarte.

Bodegas van contra medida en Irlanda

En tanto, el Comité Europeo de Empresas Vinícolas (CEEV) elevó hace un par de semanas una queja a la Comisión Europea ante los planes irlandeses de poner avisos sanitarios en las etiquetas de las bebidas alcohólicas. Para el CEEV, esa medida es «incompatible» con la legislación vigente y supone una «barrera al comercio injustificada y desproporcionada». La patronal entiende que esto «fragmentará el mercado» y generará una «clara discriminación de los productos importados» en ese país.

Casi un diccionario

Escaneo de botella de vino.jpg
El cambio dispuesto por la Comisión Europea comenzará a regir en diciembre.

Según la asociación TOWA, el etiquetado electrónico demuestra que la UE no está cumpliendo con sus compromisos para favorecer la agricultura respetuosa con el medioambiente.

Los productores de vino orgánico afirman que si un vino necesita un código QR en lugar de una etiqueta, es porque la lista de aditivos es excesiva.

«Un productor de vino orgánico que utiliza unos pocos ingredientes apenas necesita una etiqueta, mientras que un productor convencional necesita un diccionario», aseguró Julien Guillot, un productor de vino ecológico en la región francesa de Borgoña.

Las etiquetas electrónicas son los métodos típicos para ocultar el uso de químicos en el agro, afirmó la asociación TOWA.

«No necesitamos solo una lista de ingredientes. Deberíamos tener un listado con todas las consecuencias de la agricultura convencional, y cuánto cuesta», indicó Paul-Morandini.

«La contaminación de la tierra, el agua tienen un precio que pagan los consumidores y la sociedad», remató.

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