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Del Montañes, los alfajores que eligió el presidente Mauricio Macri

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Marca familiar. El negocio comenzó hace 25 años y lo seguirá la hija de los fundadores. (Foto: Gentileza Del Montañes)

INFORME

La empresa familiar nació hace 25 años como una forma de tener un ingreso extra y hoy es una empresa consolidada que sumó otros rubros como heladería y cabañas.

Patricia Pasarón y Eduardo Dattoli vivían en Villa Traful, Provincia de Neuquén (Argentina). Él tenía un aserradero y venían de años luchándola para llegar a fin de mes y dar lo mejor a sus hijos: Gerónimo (8 años) y Delfina (3).

En la estación de servicio de Confluencia (camino a Traful) vendían unos alfajores artesanales hechos en San Martín de los Andes con mucho dulce de leche, y un día mientras los probaban se preguntaron: «¿Y si hacemos alfajores nosotros?». Entonces hicieron algunos, para probar. Patricia compró una caja de cobertura, 10 kilos de dulce de leche, hizo una receta para tapitas a su criterio (receta que sigue siendo la misma de hoy), empezó a cocinar y nunca más paró. Ante todo pronóstico, a la semana tuvieron que comprar otro tarro más.

Confluencia fue su primer lugar de venta. Un día un señor pidió un café con un alfajor y se quedó enamorado del sabor. Enseguida habló con Patricia y le encargó 50 docenas para su local, «yo en mis ganas de vender nunca calculé cuántos alfajores eran cincuenta docenas, eso era un martes y los quería para el viernes. Cuando caímos en la cuenta de que eran 600 alfajores nos queríamos morir», recuerda. «Horneábamos con una fuente pizzera de a cinco tapitas en horno a leña. Un amigo nos prestó una cocina a gas y entre las dos cocinas terminamos. En el almacén nos daban las cajas de fideos, galletitas, le poníamos papel manteca en el fondo e íbamos acomodando el papel. Entregamos el primer pedido, recibimos una fortuna de plata y nos pidió para el otro viernes 500 alfajores más». Cuando volvieron a entregar le empezaron a hacer pedidos desde otros lugares, así quedó inaugurado lo que hoy son los clásicos viernes de reparto a Villa La Angostura.

Nace una marca

Cuando Eduardo y Patricia se dieron cuenta de que podían vivir de los alfajores, decidieron averiguar cómo formalizar el emprendimiento, se inscribieron en la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip), hablaron con bromatología y dieron todos los pasos necesarios. A la hora de elegir el nombre se les ocurrió «Productos Artesanales Del Montañes», la idea era no cerrarse solo en los alfajores porque Eduardo proyectaba expandirse con otros productos. El logo surge de una piedra del Valle Encantado camino a Bariloche que a Eduardo siempre le gustó porque tenía cara de un viejito montañés con sombrero y pipa. Se lo describió al diseñador y el primer dibujo que les hizo les gustó.

Diferencial. Su sabor los destacó y llamó la atención del presidente Mauricio Macri. (Foto: Gentileza Del Montañes)
Diferencial. Su sabor los destacó y llamó la atención del presidente Mauricio Macri. (Foto: Gentileza Del Montañes)

Comenzaron en agosto y para noviembre la demanda ya era importante. Una familia de General Roca (ciudad oriunda de la pareja) tenía casa en Villa Traful. Al ir de visita les pareció que el trabajo que hacían era insostenible: estiraban la masa a mano y amasaban dentro de una fuente de plástico. Patricia recuerda que le dijeron: «si tenés ganas de crecer tenés que pensar en un horno pizzero y una amasadora. Cuando vayas a Roca andá a verme que te doy una mano. Fuimos y cuando llegamos él y su esposa nos habían averiguado dónde comprar todos los materiales; nos prestaron $6.000 que en el año ´92 era una locura; yo no paraba de preguntarme ‘¿dónde me estoy metiendo?’ pero en enero devolví la plata».

Enseguida pasaron de entregar alfajores en bandeja de panadería con papel film a hacerlo con papel celofán y de manera individual. En 1994 les dieron el permiso para la compra de un terreno y en cuatro meses construyeron la pequeña fábrica, la cocina y el depósito.

Matilde es la empleada que los acompañó desde el principio, luego se sumaron algunas más. Sus hijos ayudaban a pegar los stickers de la marca y toda la familia se subía a la camioneta y una vez al mes (hoy lo siguen haciendo) salían a repartir por el valle: desde Piedra del Águila, Chocón, Neuquén, Cipoletti, Allen, Campo Grande y General Roca. Villa La Angostura, Bariloche y San Martín de los Andes es su fuerte durante el verano.

«Eduardo decía que esto iba a ser nuestra jubilación y no estaba errado. Las ganancias las invertíamos en máquinas para hacer helado, para fabricar dulces, construimos cabañas para alquilar, cambiábamos el auto para los repartos, todo era reinversión. Hasta que en 2009 decidimos irnos por primera vez de vacaciones a las Cataratas del Iguazú y al año siguiente a México», cuenta Patricia.

Un método ordenado.

Para rellenar, sacaban el dulce de leche con una cuchara y con el cuchillo empujaban hacia la tapa. Para que queden todas del mismo tamaño idearon una lata que aún usan, para aplastar el alfajor y que queden todos iguales.

En el 2009 les contaron de un señor en Mar de Ajó que hacía máquinas para alfajores. Se subieron al auto y fueron a verlas funcionar. Compraron dos: una para rellenar y otra para bañar. Al principio solo le trajeron dolores de cabeza: funcionaban con tapitas industriales que son todas iguales. Pero como ellos las hacen a mano, no todas quedan exactamente iguales: algunas más delgadas, otras más ovaladas. Entonces la máquina levantaba la tapita, la empujaba y la rompía; eran alfajores rotos uno atrás del otro. Hasta que lograron encontrarle la vuelta para adaptarla. Así y todo tanto la preparación de la masa, como el armado, emprolijar los alfajores y envolverlos lo siguen haciendo de manera artesanal.

Legado familiar; el futuro del Montañes.

Delfina se crió entre alfajores y tras estudiar gastronomía en Neuquén regresó a su casa para involucrase un poco más con el emprendimiento. «Mi vocación se fue para ese lado, al principio me resultó medio por obligación, pero ahora me encanta, tengo proyectos y ganas de hacer cosas nuevas. Da miedo porque es algo grande y reconocido, es una responsabilidad grande pero me gusta» confiesa. En el 2010 empezó a hacer chocolates, en 2014 abrió su propio salón de té al que le incorporó comida salada. A Patricia esto la enorgullece. «Sola se fue involucrando, tiene ideas renovadoras y me encantan. Después de la partida de Eduardo (falleció en 2015) tomó la posta de los repartos, incorporó los dulces y licores». «Sin dudarlo es la que va a continuar. La fábrica ya tiene 25 años y yo ya delego en ella el futuro Del Montañés, porque sé que tiene la capacidad de hacerlo», afirmó.

Una visita inesperada

En el verano del 2017, el Presidente Mauricio Macri visitó Villa Traful para la inauguración del Centro de Convenciones. Patricia y Delfina estaban en primera fila con la esperanza de poder saludarlo, sin saber que mientras esperaban el Presidente se dirigía para otro lado: «fue al local a comprar alfajores porque le dijeron que son los más ricos de la Patagonia. Las chicas de la fábrica le pidieron sacarse una foto y Macri entró por el depósito, se acercó a saludar y sacar la foto», recuerdan. Después en el Centro de Convenciones se acercó a Patricia, «me felicitó por los alfajores, fue una charlita de 15 segundos pero recontra emocionante, te paraliza. Le escribí una carta que le hice llegar a Villa La Angostura y me respondió». Las semanas siguientes la gente entraba al local en busca de «los alfajores del Presidente", vecinos y amigos pedían que cuenten una y otra vez cómo había sido la visita.

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