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Trabajó con los mejores hacedores de vino del mundo, regresó a Uruguay a crear su bodega y hoy vende en el exterior

Manuel Filgueira es la cuarta generación de bodegueros; ideó Los Nadies y con métodos simples elabora vinos complejos y de guarda que se comercializan tanto en el país como en Japón y Australia

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Manuel Filgueiras

Manuel Filgueira es ingeniero agrónomo egresado de la Udelar. Tiene 48 años, está casado con Gabriela y tienen dos hijos; Santiago y Felipe. Trabajó con los mejores enólogos del mundo, como Pascal Ribérau-Gayon o Michel Rolland; elaboró vinos en Burdeos, Santiago de Chile y en la Patagonia argentina. Tras la venta de la empresa familiar, en 2011 fundó Los Nadies. Hoy le vende uvas a Bodega Traversa y elabora sus propios vinos. Sus productos con «alma», se venden en sitios selectos, aunque también exporta a Japón y Australia. En Fight Club, practica a diario Brazilian jiu-jitsu y Muay Thai. Fanático de la naturaleza, la historia y la filosofía; estudia y dicta charlas sobre la influencia del vino en la civilización occidental.

—¿Cómo define Los Nadies Bodega Almacén?

—Los Nadies es una forma de vida, es llevar adelante un sistema de valores y mantener viva una tradición familiar. El mundo del vino tiene una ventaja gigante: permite compartir lo que uno hace con la gente que uno quiere; mi padre, por ejemplo, es cirujano, nunca vi cómo operaba, no me enseñó una forma de operar. Hacer vino es compartir formas de trabajar.

—Estudió y trabajó en el exterior, luego regresó para sumarse a la bodega familiar, pero al final emprendió su propio proyecto. ¿Cómo fue ese proceso?

—Trabajé con grandes enólogos, fermenté y elaboré vinos en Burdeos, Santiago de Chile y en la Patagonia argentina. Tuve oportunidades increíbles, como instalarme con mi familia en Europa o China para enseñar a hacer vino. Me ofrecieron algo así como sumarme al equipo ganador de Fórmula 1 para moldear el motor que correría las siguientes carreras, y cerré esas puertas para volver. Cuando mis padres tomaron la decisión de vender Casa Filgueira, me opuse. En enero de 2011, la bodega se vendió, pero mi abuela me cedió una parte de la viña y ahí arrancamos. Los Nadies fue una forma de resistencia, de seguir con la tradición, soy la cuarta generación de bodegueros.

—¿Por qué Los Nadies?

—En Mendoza tuve una gran compañera en el MBA, siempre le decía que cuando abriera su estudio de marketing, sería su primer cliente y así fue. Cuando la llamé, vino a Uruguay y convivió con nosotros, conoció a mi abuela, recorrió casas de vino. Después de visitarnos, empezamos a pensar nombres. Había tres líneas de trabajo: lugares, cosas típicamente uruguayas y el nombre familiar, que descarté porque no quería usar mi apellido. Apareció Los Nadies, que no era el que más nos gustaba, pero tenía bases interesantes: nadie ubicaba a Uruguay como productor de vinos, nadie conocía el tannat y nadie nos conocía. Era la posibilidad de ser nadie y todos a la vez, la fusión con lo que nos rodea, ser nadie en un comienzo, una idea tomada del Vacío, de Miyamoto Musashi, autor de El libro de los cinco anillos, un tratado sobre artes marciales. Arrancábamos de cero, éramos «los nadies». Y los nadies somos todos, porque empezamos dependiendo de otros. Mucha gente nos dio un gran mano, quizá algunos ni saben lo importante que fueron.

El nombre 'Los Nadies' tenía bases interesantes: nadie ubicaba a Uruguay como productor de vinos, nadie conocía el tannat y nadie nos conocía"

Manuel Filgueira, propietario de Los Nadies Bodega Almacén. Foto: Francisco Flores.
Manuel FilgueiraPropietario de Los Nadies
Manuel Filgueiras
Manuel Filgueira, propietario de Los Nadies. Foto: Francisco Flores.

—¿Cómo definió los nombres de sus vinos?

—También trabajamos con Caliptra Estudio Creativo y todos tienen una impronta familiar importante. Equilibrio se bautizó así por Gabriela (NdR: su esposa), ella es la persona que todos queremos ser. Picardía, por nuestros hijos e Ímpetu por mí. Me pidieron que les escribiera un mail a mis amigos para que ellos me definieran en una sola palabra; porfía ya estaba registrado y la que más se repetía era ímpetu. Cuando quiero algo soy muy tenaz, me cuesta aprender, demoro, pero cuando lo hago, no me olvido más. Fue muy fácil trabajar con Caliptra porque antes de ser clientes, fuimos amigos y captaron enseguida que nuestros vinos muestran que hay personas detrás, tienen un alma que respalda nuestro espíritu y filosofía.

—¿Cómo surge la Línea B?

—Ese nombre surgió en cinco minutos. B porque es bueno, bonito y barato. Es la honestidad de decir: esto no es lo mejor que puedo venderte. En pandemia se consumió más y este es un vino para todos los días, aunque debería valer mucho más. Lo hacemos con cortes que no entraron en otras líneas. Tiene de todo, incluso vinos que pasaron cinco años en barricas de roble francés; incluye cabernet franc, merlot, tannat, sauvignon. Lo vendemos en nuestra bodega y en Gratia Almacén (Punta del Este), de Lucía Correa, una amiga que trabaja muy bien.

—¿Cuánto produjo de Línea B? ¿Se continuará ?

—Hicimos 12.000 litros y puede ser que continúe porque fue muy exitoso y además nos abrió puertas. Nosotros somos de muy bajo perfil. Habíamos decidido mantenernos así pero se avecinan cambios tras la pandemia.

—¿Cómo los impactó el covid?

—En marzo de 2020 estábamos en plena cosecha, nos pusimos a trabajar y cuando levantamos la cabeza, habían pasado tres meses. Las ventas cambiaron en sus formas, una de las cosas raras fue que pasábamos tres semanas sin vender nada, o con cantidades mínimas, una comprita hormiguita, y de repente nos compraban en cuatro días lo que vendíamos en un mes. Empezamos a hacer stock, algo que no teníamos. Aprendimos a soltar el control. Inicié un grupo de WhatsApp con una docena de personas que derivó en un curso sobre vino. Todos los días daba una charla puntual sobre la historia, la filosofía y la enología; pero también sobre el servicio del vino, los maridajes o su futuro. Compartía qué estábamos haciendo en la bodega. Ese grupo creció, son unas 120 personas, algunas de acá, otras de EE.UU., Australia o Japón. Este grupo me hace muy feliz, son parte de mi corazón y algunos inciden en las decisiones que tomo. Por otro lado, hubo gente que empezó a venir a la bodega. Nos visitaban para salir de su casa, charlar y comprar vinos. Hicimos más amigos.

Manuel Filgueiras
Manuel Filgueira, propietario de Los Nadies. Foto: Francisco Flores.

—Sus vinos se venden en pocos lugares, pero también exportan a Japón y Australia.

—Sí, estamos en una docena de sitios. No cualquier lugar puede vender Los Nadies porque para hacerlo, tienen que cumplirse dos situaciones: primero, que tengan a alguien que explique el vino -no que diga con qué variedad se hace, sino que realmente nos conozca- y cuente el amor con que se elabora, y segundo, que sea gente con la cual estemos muy cómodos. Conocemos a las personas y si nos sentimos bien, nos quedamos y si no, decimos «no, gracias». En cuanto a Japón, tengo un amor especial por la cultura okinawense, que trasladé a ese país a donde llevé nuestros vinos. A Australia llegaron porque una pareja nos conoció acá en el viñedo y después dijeron que querían venderlos. Antes de decirles que sí, vinieron a elaborar para entender qué hacemos y cómo.

Nunca decimos que tenemos clientes, establecemos un vínculo, no se trata de una transacción comercial.

Manuel Filgueira, propietario de Los Nadies Bodega Almacén. Foto: Francisco Flores.
Manuel FilgueiraPropietario de Los Nadies

—¿Les pidieron venderlos y alguna vez dijo que no?

—Muchas veces. Lo digo sin despreciar a nadie, que no se malentienda. Es respetarnos y respetar a los que vienen acá a buscar sus vinos. Al final, nunca decimos que tenemos clientes, establecemos un vínculo, no se trata de una transacción comercial. Sabemos qué buscan y qué les gustará.

—La viña está ubicada en Cuchilla Verde (Canelones), ¿qué características tiene?

—Tenemos 17,5 hectáreas. Algunas eran económicamente improductivas, pero medimos durante tres años su producción y decidimos arrancar plantas. Pesamos cuadro por cuadro, los que no eran rentables, se fueron. Los números cambiaron enseguida y los costos bajaron. Hoy tenemos 15 hectáreas plantadas con merlot, tannat y cabernet.

—¿Cuál es el volumen de producción de la viña?

—Produce 2.500 toneladas de uva. En realidad, 12 hectáreas producen 20.000 kilos que le vendemos a (la bodega de Familia) Traversa. Con la producción de las tres hectáreas restantes, hacemos los vinos de Los Nadies. Son dos negocios diferentes, si bien son parras de uva, están plantadas y trabajadas de forma distinta. Una nos lleva 600 horas hombre por hectárea y otra, entre 1.800 y 2.000. Hacemos trabajos en toda la viña, pero en una parte está el bolsillo y en otra el corazón.

—¿Este fue un mal año?

—Siempre suponemos que será un año malo, preparamos la uva como si lo fuera, pero este fue malísimo, nos quedamos con 3.000 kilos. Tras la cosecha, llevamos la uva a -18°C y la enfriamos mucho, mucho. Hicimos una segunda selección muy cuidadosa, racimo por racimo. Desde nuestro primer año invitamos a amigos a cosechar. En 2011 no teníamos plata para pagarle a cosechadores, así que llamamos a amigos e hicimos sándwiches para 20, fueron 60. Este año contratamos, pero también cosechamos con amigos y la uva seleccionada fue perfecta gracias al cariño que le pusieron. Obtuvimos poca uva, pero de excelentísima calidad. Hicimos un vino con casi 15° de alcohol, una bomba. Este año di un examen y lo salvé con nota. No era una locura ni una mentira todo lo que aprendí aunque perfectamente podía estar viviendo un cuento de hadas o haber comprado en Francia una idea que no funcionaba.

—¿Para quiénes son los vinos de Los Nadies?

—Producimos vinos de larga guarda y gran complejidad. La persona que los aprecia seguro cocina o disfruta comer. Además es alguien que busca momentos de tranquilidad, tiene cierta paciencia, es consciente de que está viva, se levanta y agradece. Sabe decir qué suerte que está lloviendo, qué bien le hace esto a la naturaleza, dice qué lindo día... Los Nadies es para estas personas, no para quienes quieren sacar los aromas, sino para quienes están dispuestos a dejarse sorprender. Hay gente que dice no saber de vino, los prueba y uno ve que los llena. Esa es la persona que disfruta de Los Nadies.

—¿Y qué pasa cuando vienen a su bodega quienes no apreciarán sus vinos?

—Si alguien solo quiere comprar, al conversar me doy cuenta si nuestros vinos son para esa persona o no. Si busca otra cosa, lo redirecciono a otra bodega, lo hago todo el tiempo. Las bodegas ni sueñan la cantidad de gente que les mando. Soy de probar vinos, de visitar colegas, de recomendar lo que hacen otros.

Yo existo porque en Uruguay hay un montón de otras bodegas"

Manuel Filgueira, propietario de Los Nadies Bodega Almacén. Foto: Francisco Flores.
Manuel FilgueiraPropietario de Los Nadies

—¿Con quiénes compite?

—Cuando uno hace las cosas que cree filosóficamente son las correctas, la vida le regala efectos secundarios positivos. Estoy lejos de tener competencia, yo existo porque en Uruguay hay un montón de otras bodegas. Le vendemos a la misma gente, pero en momentos distintos. Una persona no anda siempre de pijamas, de vaqueros o de traje, se cambia. La gente no compraría nuestro vino si no hubiera pasado por otros. Somos los últimos en la cadena, porque tenés que haber tomado otros vinos y también tener ganas de probar cosas un poquito desafiantes para elegirnos. Una de las cosas que nos falta a los bodegueros es cooperar entre nosotros, colaborar y no competir. Estoy seguro de que se puede cooperar y competir, no son cosas opuestas.

Una bodega urbana pensada para recibir extranjeros

Manuel Filgueira, propietario de Los Nadies Bodega Almacén. Foto: Francisco Flores.
Manuel Filgueira, propietario de Los Nadies Bodega Almacén. Foto: Francisco Flores.

¿Qué cambios se avecinan en la locación de la bodega en Buschental 3390?

Estamos preparando nuestra bodega urbana para recibir visitas, turistas extranjeros. La pandemia nos mostró que hay un montón de gente dispuesta a probar nuestros vinos y queremos que nos visiten. Abriremos una vez por semana, haremos degustaciones, charlas, cenas. Acondicionamos la sala de barricas y estamos armando un recorrido muy particular. Con la ayuda del técnico agropecuario Martín Morán diseñamos un jardín con 178 especies de plantas nativas. Hay desde maní frutilla o papas a yuyos como carqueja, marcela o cedrón. Acá se verán plantas y pensamos que los turistas podrán conocer la diversidad de nuestro país. Martín le puso muchísimas ganas y talento a este proyecto. Habrá áreas que representarán las distintas zonas de Uruguay, de suelos de sierra a humedales. Esto es muy dinámico y le iremos agregando cosas, pero creo que este año ya estará en su primer esplendor. Espero que esto sea como un legado, algo que quede para adelante, lo pensé para los próximos 200 años.

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