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Gesine Holschuch: «Busco valorizar la herencia de la lana merino y el telar»

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Precios. Superan los 300 euros y las prendas pagan impuestos de importación. (Foto: Leonardo Carreño)

Wehve es la marca belga de lujo que dio proyección europea a una cooperativa de tejedoras uruguayas.

Hay ponchos y ruanas uruguayosque no tienen nada que envidiarle a las colecciones de Armani, Yves Saint Laurent o Valentino. Comparten estantes y vidrieras en Europa con esas marcas de lujo, se venden a precios que superan los 300 euros y llevan la grifa Wehve.

Esa marca de indumentaria belga fue creada por Gesine Holschuh, una ejecutiva con carrera de consultoría en desarrollo de negocios en McKinsey y asesora de gigantes como AB Inbev. Conoció Uruguay ocho años atrás y se cautivó con las ruanas, pero su negocio lo inició hace 18 meses, cuando se propuso hacer algo «significativo y con impacto social». Junto a una cooperativa de artesanas uruguayas y bajo los parámetros del comercio justo y slow fashion, logró posicionar su marca en unas 30 de tiendas en Bélgica, Alemania, Austria, Francia, Suiza y en breve Miami. Lo que sigue es un resumen de su diálogo con El Empresario.

¿Qué le atrajo de la lana uruguaya para iniciar este proyecto?

Su calidad es muy buena. Estoy trabajando con un tipo de merino que es como cashmere. Hicimos una o dos prendas porque es muy caro, pero cuando las muestro en tiendas muy buenas en Europa no pueden creer que es merino. Pensamos diseños que valoricen esa herencia y que el centro sea el telar. Esto había que hacerlo profesionalmente y así conocí a Marine Halna du Fretay, que trabajó 25 años para Hermès y es directora creativa en Wehve.

¿Por qué «Wehve»?

Al buscar nombre para una marca, encontrar uno libre es muy difícil. Inicialmente tenía otro, pero dos días antes del plazo para que me aprobaran la patente en Bélgica, Holanda y Luxemburgo, otra marca de ropa masculina ingresó una contestación porque su nombre sonaba parecido. Fue en julio y mis prendas ya habían salido en un montón artículos en revistas como Madame Figaro y Elle con ese nombre que luego tuvimos que cambiar. La primera vez que te pasa algo así es dramático, no duermes en las noches... Al final elegimos Wehve, que viene de weave (telar en inglés).

¿Qué otros desafíos enfrentó?

Lo complicado es que me moví a un universo que no conozco para nada. El funcionamiento de showrooms, ferias, porcentajes, datos, logística… Hay que trabajar con Aduanas, con impuestos que cambian de país en país. Hace poco envié mis prototipos desde Miami a Uruguay para que empiece la producción porque justo había viajado y me pareció que así era más ágil. Eso a la Aduana le pareció muy raro y el envío quedó retenido dos semanas. Pero en la moda tienes prisa. Si la mercadería tiene que entrar en una tienda el 15 de junio, no se puede entrar el 15 de julio.

¿Qué implica venderle a clientes europeos tan exigentes?

Trabajo con tiendas de un nivel muy alto. Les gusta lo hecho a mano y el 100% natural, pero no están acostumbrados a este tipo de prendas que pueden hacer pelotitas porque no tienen poliamino. Hay que pasar bastante tiempo explicándoles por qué pasa eso. Y estamos en un momento duro para la moda en Europa. Las tiendas multimarcas no van tan bien, se reestructuran y hay que luchar bastante para tener oportunidad de presentar productos. Una de las tiendas con la que trabajo recibe más de 150 mails por semana de nuevas marcas que quieren ingresar. Ahora el dólar está más fuerte y eso tampoco ayuda, porque en seis meses mis costos subieron casi un 25%. He enfrentado muchos desafíos. Mi vida se parece un poco a una montaña rusa. Todavía trabajo como consultora para financiar este proyecto. El año pasado trabajé ocho meses en una reestructuración de 250 chocolaterías que un private equity compró en Alemania.

¿Qué volumen de exportación alcanzó?, ¿prevé ampliarlo?

Hoy son unas 1.500 ventas por año y va creciendo. Podría aumentar más, pero no con mucha prisa, porque quiero un crecimiento que pueda controlar. No se trata solo de la producción, hay que poner etiquetas, empaquetar, enviar y pasar controles de calidad. No tengo la grifa Armani o Valentino, entonces no se vende automáticamente. Si vendo a muchas tiendas un volumen muy grande y algo sale mal con la producción o el diseño podrían pasar de comprar miles a nada. En la moda estas cosas suceden. Las tiendas no me van a comprar solo porque les caigo bien o porque está hecho por tejedoras en Uruguay.

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Precios. Superan los 300 euros y las prendas pagan impuestos de importación. (Foto: Leonardo Carreño)

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