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Empresarios que encontraron en Punta su lugar en el mundo

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Sol y playa. El contacto con la naturaleza es uno de los diferenciales que atrae a los empresarios a radicarse en Punta. (Ricardo Figueredo)

Varios ejecutivos y directores de empresas eligieron al principal balneario del país como su lugar de residencia; hacen negocios y ganan en calidad de vida, pero reclaman mejoras en servicios.

Aire, sol, naturaleza, un nivel de vida exclusivo y confortable, más relajado que el ajetreo estresante en que sumerge la ciudad a sus vecinos. La fórmula define al turista que cada verano llega a Punta del Este, pero también a un perfil diferente de público que ha hecho de ese enclave su lugar permanente de residencia: los empresarios.

Uruguayos, europeos y sobre todo argentinos se han instalado en Punta —de las 170.000 personas que viven en Maldonado, unas 10.000 tienen esa nacionalidad—, atraídos por su plaza de negocios y la promesa de una vida más apacible, con mayor seguridad, un clima agradable, y una oferta de servicios en franca expansión.

El crecimiento de los residentes en Punta del Este se refleja en el número de viviendas ocupadas. En 2004, la cifra total era de 2.900, según el censo nacional de ese año, cifra que subió a 4.011, en el relevamiento realizado en 2011.

De acuerdo al operador inmobiliario Julio Villamide, en Punta del Este y su área de influencia, delimitada por la faja costera que va desde Punta Ballena hasta José Ignacio, hay unas 27.000 personas viviendo en forma permanente.

Si bien la colonia de argentinos va en aumento, esto aún no se ha traducido en un boom de compras de viviendas nuevas. Villamide lo define como un efecto «goteo»: muchas veces los turistas «deciden venir a vivir años después de haber comprado la vivienda de veraneo, por eso no tiene un impacto tan fuerte», analizó.

En cambio, las matrículas de los colegios sí se han disparado. En el St. Claire (ex St. Catherine’s), el 60% de sus 220 estudiantes provienen del exterior. La mitad son argentinos, el resto procede de fuera de la región, detalló Ricardo Cirio, director del colegio. Para los próximos dos años, prevé la llegada de europeos, que ya están consultando por cupos para sus hijos.

Punta del Este cuenta hoy con unos 20 colegios, además de centros de educación terciaria, lo que configura un escenario muy distinto al de hace 20 años atrás.

Lo recuerda bien Juan Carlos Sorhobigarat, director de la inmobiliaria Terramar, quien se radicó en Maldonado hace 25 años. Entonces, no había muchas opciones de colegios bilingües. Los Sorhobigarat junto a otras 20 familias lograron traer la filial del St. Catherine’s a la ciudad.

El empresario argentino no se había planteado vivir en Punta del Este. En realidad, se dedicaba al negocio agrícola y las operaciones inmobiliarias, básicamente en Fray Bentos, cuando unos operadores le hablaron de la península. De ir con cierta frecuencia y descubrir ese mercado, le surgió la posibilidad de manejar sucursales de una inmobiliaria en La Barra y José Ignacio. Para entonces, la idea de mudarse le pareció interesante como «proyecto de vida».

«Cuando llegamos, nos encontramos con un pueblo, porque nos vinimos a La Barra, a vivir cerca del mar con una cabeza mucho más de balneario; era más solitario y agreste», recordó Sorhobigarat.

Los empresarios nunca dejaron de ir a vivir a Punta del Este, por distintos motivos: «nuevos horizontes laborales, una mejor vida, poner una empresa subsidiaria o el retiro. Hoy hay una comunidad importante muy diversificada y a la vez espaciada».

A los extranjeros que han llegado siguiendo alguno de esos planes vitales se suma una clase media nueva que se ha desarrollado en la zona, agrega Orlando Spagni, director de Spagni ingeniería y construcción. «Los rubros que más permiten vivir todo el año (en Punta del Este) son los de inmobiliaria y construcción, pero hay un montón de profesionales, abogados, contadores, médicos, que tienen su estudio acá», afirmó.

Spagni, también argentino, eligió Punta del Este hace 25 años. «Soy ingeniero civil, mi señora es arquitecta, eran principios de los ‘90, una época muy floreciente de Punta del Este. Nos gustó el lugar para quedarnos, trabajar por nuestra cuenta, y que nuestros hijos estudiaran acá», comentó.

Ganar calidad de vida fue lo que llevó a Héctor Liberman, exdirector de Walmer y actual asesor de esa firma de amoblamientos, a Punta del Este hace unos 25 años. Lo que empezó como «una prueba de unos meses» terminó erigiendo ese destino como su lugar en el mundo.

La dinámica de esa ciudad, en el manejo de los horarios y las distancias, le permitió estar más con su familia. «Los tiempos que se manejaban acá y que se manejan hoy son distintos a los de la capital», comparó. Esa ventaja le significó encontrar un equilibrio entre trabajo y ocio. Su rutina incluye actividad física, una vida social activa y el disfrute de la naturaleza.

«Si no me gusta cocinar acá, no me gusta cocinar en ninguna parte», se dijo Federico Desseno al llegar desde su Buenos Aires natal a José Ignacio para cocinar en Los negros, el restaurante del famoso chef, Francis Mallmann. Veinte años después, encabeza sus propios proyectos: Marismo (José Ignacio) y La Cantina del Vigía (Maldonado). Este último, inaugurado en 2015, es su apuesta para extender la actividad a todo el año.

El chef recuerda que cuando llegó, en José Ignacio vivían no más de 60 o 70 personas. «Eramos el faro y yo, básicamente», bromeó. Hoy, casado y con tres hijos, ve un entorno diferente.

En el debe.

Punta del Este ha potenciado la oferta de centros educativos, locales comerciales (shopping incluido) y camas (unas 100.000 entre edificios y hoteles). No obstante, hay puntos todavía a mejorar.

«Deberíamos tener un puente aéreo fluido; a un precio lógico le cambiaría la vida a Punta del Este, porque muchos argentinos podrían pensar en vivir acá», opinó Liberman. El empresario viaja una vez al mes a Buenos Aires por trabajo; cuando puede lo hace en avión, si tiene que ir en auto paga el ferry y un cupo en la bodega para el coche, pero la operativa implica que deba trasladarse primero a Colonia o Montevideo.

La inseguridad es otro tema a tratar. Sorhobigarat habla de una pérdida del «privilegio» que antes tenía Punta del Este, que permitía dejar las llaves en el auto sin riesgos o no tener rejas en las casas.

Los servicios, en especial la limpieza, comienzan a preocupar. «Estamos vendiendo el ‘Uruguay natural’ y parecemos el país más subdesarrollado. La gente sale a caminar entre la basura», criticó Desseno al reclamar que la recolección de residuos sea más frecuente en La Barra y José Ignacio.

Spagni lamentó la falta de oferta de cines y teatros. «Es un rasgo distintivo entre la alta y la baja temporada», observó.

La coyuntura también afecta. La caída de la construcción en Maldonado, el enfriamiento de la economía local y la devaluación de Brasil, son factores que conspiran contra Punta del Este.

Sorhobigarat criticó que el «timing» del acuerdo de intercambio de información tributaria con Argentina desestimuló a los inversores. El edil nacionalista y operador inmobiliario, Alejandro Infante, sostuvo que esto debilitó las ventas de inmuebles cotizados entre US$ 200.000 y US$ 500.000.

Mejorar los servicios es clave, pero también que la economía local sea próspera pasado el auge de los negocios de alta temporada. Para Desseno, se trata de ser justo con los precios porque «la gente en el invierno no está generando dinero, está manteniéndose».

Etchegaray, un nuevo residentepermanente.

Referente de la movida puntaesteña, el relacionista público Alfredo Etchegaray dio un paso más allá y desde febrero se instalará junto a su familia en la ciudad a tiempo completo. «Vamos a probar un año. Dicen que la gente que decide venirse a Punta del Este no se va más», aseguró. Etchegaray se decantó por el balneario en busca de una «mejor calidad de vida». De Punta, aprecia la naturaleza, la vida social y cultural, y saluda el crecimiento en la oferta de servicios de salud, educación, entretenimiento y gastronomía. No todo es fantástico. «Falta conectividad», los pasajes de avión Punta del Este-Buenos Aires incluso en temporada baja son caros, recalcó. Más aún, acusó al Estado de no tener una política que analice «qué cosas corregir» para mejorar la ciudad. Según su diagnóstico, la actividad náutica no está suficientemente fomentada ni pensada para el invierno y los centros de información deberían ser más efectivos y exhaustivos en su servicio. Vivir en Punta del Este no es una experiencia inédita para Etchegaray, quien recaló allí por breves temporadas. La nueva etapa «es una buena excusa para no tener que ir a 200 cosas por día en Montevideo», admitió entre risas.

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Sol y playa. El contacto con la naturaleza es uno de los diferenciales que atrae a los empresarios a radicarse en Punta. (Ricardo Figueredo)

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