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El empresario chileno que se lanzó a producir alfombras en Afganistán

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Ignacio Larraín empresario chileno

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Ignacio Larraín comenzó su negocio de la mano de laorganización estadounidense Task Force for Business and Stability Operations (TFBSO) la iniciativa AfghanMade.

Sin buscarlo y por casualidad llegó el empresario chileno Ignacio Larraín al mundo de las alfombras. Fue a mediados de la década de los ochenta, cuando un pariente viajó a Europa y en Estambul (Turquía) compró un par de alfombras y las llevó a Chile para probar si alguien se interesaba en comprarlas. En pocos días las había vendido y el joven Larraín, de 25 años, evaluó que ese podía ser un buen negocio. Pidió permiso en su trabajo -una compañía de seguros- y en 1986 fue a Estambul a explorar oportunidades.

Con más de 30 años en la industria, incontables viajes al Medio Oriente y una colección de alfombras de producción propia en Afganistán, Pakistán y Nepal, hoy es uno de los principales expertos en alfombras persas, antiguas y modernas que existe en Chile.

Larraín llegó a Estambul sin ningún contacto y con un inglés precario, pero con todas las ganas; recorrió el Gran Bazar y las fábricas de la ciudad turca, y compró un par de alfombras antiguas y unas pocas kilim.

«Mis conocimientos de alfombras eran nulos, solo sabía si eran bonitas o feas. Los turcos son muy amistosos y agradables y me hice de buenos amigos, pero hay que tener cuidado, porque en el Medio Oriente te pueden vender algo que no es y hay que aprender a distinguir. Yo creo que los primeros cinco años me estafaron todo el rato, y todavía se deben estar riendo de mí», reconoce.

A su regreso a Santiago, vendió todas las alfombras en dos semanas. Ese es el comienzo de Alfombras Ignacio Larraín, una empresa que no paró de crecer. Pero fue en 2012, sin duda, cuando llegó la mayor aventura de su vida.

En una de las interminables ferias internacionales del sector que solía frecuentar, logró la representación de la compañía estadounidense Material Culture, que fabricaba sus alfombras en Turquía, y entabló amistad con su gerente de producción.

Ese contacto, en un viaje a Estambul, le contó que el Departamento de Defensa del gobierno estadounidense había creado, a través de la agencia Task Force for Business and Stability Operations (TFBSO) la iniciativa AfghanMade. El propósito era levantar la economía y promover la mano de obra local en Afganistán en la producción de alfombras, piedras preciosas, frutos secos y cashmere; y para eso buscaban inversores.

EE.UU. había tomado el control de Afganistán en octubre de 2001 para derrocar al régimen talibán, al que acusaban de albergar a Osama Bin Laden y otros líderes de Al Qaeda, vinculados al ataque terrorista del 11 de septiembre.

La agencia estadounidense (sin fines de lucro) lo invitó junto a otras marcas de talla mundial -Oritop, Eliko, Matt Camron, Material Culture, James Opie y Michaelian & Kohlberg- a integrar la iniciativa.

Me ofrecieron ir a Afganistán y conocer sus talleres, que habían dejado de producir alfombras debido a la invasión, y ser un inversionista. Todo esto a cambio de seguridad y de apoyo y difusión en las ferias internacionales. Yo nunca había hecho alfombras, ni era un gran empresario ni productor, pero a ellos les interesó que yo fuera serio y creíble», relata Larraín.

El 2012 partió en una aventura de 10 días a Afganistán, con una visa emitida por EE.UU., y con guardaespaldas que lo protegían las 24 horas. Usó chaleco antibalas en sus traslados, se alojó en un búnker y recorrió Kabul y la zona rural hasta la frontera con Rusia en Mazar-e-Sharif; conoció su gente, sus costumbres, sus tradiciones y la destreza del pueblo afgano para hacer alfombras únicas en el mundo.

Estuvo produciendo alfombras en Afganistán hasta 2015 y dio trabajo a más de 400 afganos que confeccionaron modelos exclusivos que el empresario exhibió en ferias y llevó a Chile (ver recuadro). El proyecto Afghan Made Carpets le dio empleo a más de 10.000 personas, elevó en 20% las exportaciones y generó más de US$ 2 millones en ingresos para la economía local, resalta Larraín.

Creaba empleo y accedía a ferias importantes

«Además de todo el proceso de esquirla, hilado, lavado, tejeduría y terminaciones; cuatro tejedoras por alfombra están ocupadas al menos seis meses. Si hacía 100 alfombras al año, por lo menos empleaba a 400 personas. A cambio de todo esto, entre septiembre de 2013 y enero de 2014, el Estado americano nos llevó a exhibir lo que hacíamos en Afganistán a las ferias más importantes del mundo: The Rug Show (Nueva York), Domotex de Hannover, Maison & Objet, en París, y la Feria de Milán», recuerda Larraín.

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