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Ejecutivos que llevan su pasión por volar a los negocios

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Andrés Buela. Comenzó con el curso este año y asegura que le proporciona un desenchufe importante. (Foto: Gentileza Andrés Buela)

Negocios

Pasan muchas horas piloteando por placer y aplican varias lecciones que les dejó su hobbie en la oficina

Andrés Buela. Comenzó con el curso este año y asegura que le proporciona un desenchufe importante. (Foto: Gentileza Andrés Buela)
Alejandro Hounie. Comparte la pasión por volar con uno de sus hijos. (foto: Gentileza Alejandro Hounie)
Christopher Jones. El CEO de Ta-Ta lleva su pasión por volar a cada país donde trabaja. (foto: Gentileza Christopher Jones)
Diego Uminsky. Llegó desde Argentina en 2008 y lo primero que hizo fue buscar dónde volar. (Foto: Gentileza Diego Uminsky)

Prender los motores y elevarse. Elevarse tanto que lo único que se escuche sea la aeronave o la conversación con un colega; y el paisaje sea un dibujo sobre los pies.

La pasión por pilotear, ya sea un avión, un helicóptero o un planeador, conquista a varios empresarios y ejecutivos en Uruguay que buscan en esta actividad un hobbie para despegarse del mundo unos minutos a la semana.
Para algunos es un amor incondicional arraigado «desde muy chicos», una pasión familiar, para otros es un descubrimiento «de grandes».

De sus travesías en vehículos propios o alquilados, estos ejecutivos llevan enseñanzas a la tierra de los negocios. Algunas de ellas son desconectarse de la realidad y de las fuertes responsabilidades que implica un cargo de alta jerarquía en una empresa, aprender a valorar el trabajo en equipo, ver la realidad desde otra perspectiva para llegar a soluciones alternativas a los problemas que presenta el trabajo o hasta para romper el hielo en reuniones de trabajo.

A continuación, los testimonios de cinco que dialogaron con El Empresario.

Christopher Jones, CEO de Ta-Ta
Christopher Jones, CEO de Ta-Ta

Su profesión lo llevó a vivir en Argentina, Chile, EE.UU., Brasil, India, Filipinas y, finalmente, Uruguay. En cada lugar donde residió, una de sus preocupaciones fue resolver cómo mantener su hobbie activo. «Nunca paré. Donde llego, busco dónde volar», dijo el CEO de la cadena de supermercados Ta-Ta. Desde muy joven quería ser piloto, pero estudió administración. Su pasión pudo más y en 1997 logró su licencia de piloto privado de avión. Luego, la de piloto comercial, de multimotor y de helicóptero. También tiene de planeador, fumigador e instructor de helicóptero. Jones llegó a Uruguay en 2017 y cumple a rajatabla su regla de volar por lo menos una hora a la semana y «no menos de 15 al mes». En Uruguay vuela helicópteros y aviones. «Tengo participación en algunas aeronaves y también alquilo», indicó.
Su amor por el vuelo es casi genético. Su abuelo paterno fue pionero de la aviación en su Córdoba natal. «Tenía varios negocios y se movía en su propio avión; y mi padre fue uno de los más de 700 argentinos voluntarios que fueron a la Segunda Guerra Mundial a pilotear aviones».
Jones encuentra en volar un entrenamiento para su vida laboral. «Hay que ser muy métodico y orientado a los procesos, a los detalles, a saber dónde quiero ir. Creo que lo que más aplico es la parte de las comunicaciones. En el vuelo uno se acostumbra a repetir lo que le dicen para confirmar que entendió el mensaje; en el trabajo cuando le comento algo a alguien le pido que lo repita para ver si entendió. Es una forma de reforzar el concepto».

Alejandro Curcio, director de Ayax
Alejandro Curcio, director de Ayax

«Ver el bosque y no el árbol. Al volar, se activa alguna función psicológica que te saca de la situación particular y da un efecto generalizador. Y, en algunos casos, ese cambio de perspectiva me ayudó a resolver algún problema del trabajo. Al final eso cambia hasta el estado de ánimo», ilustró el director de Ayax Uruguay (representante de Suzuki y Toyota en Uruguay), al referirse a una de sus grandes pasiones: volar.
Para Curcio, volar en forma recreativa no es solo una actividad que genera mucho placer sino que hasta permite «ver una realidad diferente», porque cuando uno se eleva «puede percibir otras dimensiones, otras perspectivas y así encontrar una solución que de otra forma no era posible», graficó.
Al ejecutivo de Ayax la ilusión de volar lo acompaña «desde toda la vida» y asegura que forma parte de su espíritu curioso y deportista. En paralelo, también hace buceo de profundidad. «Creo que de volar me sedujeron las leyes de ingeniería que hay detrás», agregó. Curcio obtuvo su primera licencia de vuelo, la de piloto privado, en 2007. Más adelante llegaron la de piloto comercial y la de helicóptero.
Hoy, cuando el helicóptero de su empresa (de taxi aéreo) está libre, se sube y sale al encuentro del cielo. Intenta hacerlo una vez a la semana. En total, intenta llegar a las 200 horas por año de helicóptero, que, según Curcio, equivalen a más horas de avión. Y, si el helicóptero está ocupado, recurre al alquiler de otro o de un avión. «Es que lo importante es estar en el aire», resumió.

Diego Uminsky, director de Digicom
Diego Uminsky, director de Digicom

En 2008, el ejecutivo argentino desembarcó en Uruguay para dirigir la filial de la empresa Rockwell, que se instalaba en el país. Además de adónde vivir, «cuando llegué lo primero que hice fue averiguar cómo hacer para seguir volando. Y justo donde me mudé había un vecino piloto de Pluna que me recomendó una escuela en Carrasco. Hice el trámite en la Dinacia, convalidé la licencia y comencé a volar. Luego llegó la licencia de piloto comercial y vuelo con instrumentos». A los tres años, la empresa cerró y decidió crear Digicom, compañía que dirige hasta hoy, pero nada cambió el pasatiempo de volar con amigos. El ejecutivo no recuerda desde cuándo siente esa pasión, pero aseguró que es desde «muy chico». «Iba a Aeroparque a ver aviones y me gustaba el aeromodelismo. De grande hice el curso y en 1997 obtuve la licencia de piloto privado», dijo. Hasta aprendió a llevar enseñanzas de vuelo al trabajo: «Por ejemplo, el manejo de recursos humanos en cabina. Por más que seas el piloto, hay un copiloto que sabe y que puede ver algo que a vos se te puede pasar por alto. Mi equipo de trabajo en la oficina es bueno y ha salvado problemas con ideas de hacer algo de una forma diferente y mejor», aseguró.

Alejandro Hounie
Alejandro Hounie, ex Bimbo y BMW

Sentir el ruido del motor de un avión lo conecta con lo más profundo de su niñez en su Mercedes natal, ya que vivía cerca del aeródromo de esa ciudad y su madre era piloto de avión. El exgerente general de Bimbo y BMW en Uruguay tuvo sus primeras experiencias de vuelo en tercer año de secundaria, cuando acompañaba a un amigo que era aviador.
Obtuvo su licencia de piloto privado de muy joven y le llegó a dedicar unas ocho horas mensuales a volar, alquilando aviones en Montevideo o el Interior. A Hounie, volar le genera un «estado de ánimo de felicidad», de que «todo será disfrutar». Y eso lo transmitía en sus reuniones de trabajo al hablar de su pasión: «Ayudaba a romper hielos. Hablaba del tema y notaba que cautivaba a las personas. Además, creo que transmite una cierta seguridad en tu personalidad», reflexionó. Hasta lo usó como terapia: «Me ayudaba a bajar por un rato de las complicaciones diarias que genera la responsabilidad gerencial». Hace un año y medio que no vuela tanto, producto de su retiro del ámbito empresarial, pero acordó con su hijo menor, Santiago (quien está estudiando en el exterior y también se recibió de piloto), retomar la actividad cuando retorne al país.

Andrés Buela
Andrés Buela, director de Beca Advisor

A sus 38 años, el director de Beca Advisors decidió pasar de ver aviones a subirse a uno. «Mi inquietud por volar viene de que soy un apasionado por todo lo que tenga un motor, pero además vivo cerca de la pista donde aterrizan los aviones de escuelas en Carrasco y los miraba con binoculares. En junio comencé con el teórico y los trámites de la Dinacia. Estoy volando como alumno piloto desde agosto con un instructor». Con sus primeras 10 horas cumplidas ya asegura que le generan un «desenchufe importante», una sensación «de libertad muy linda sumada al de tener un control sobre una máquina tan sofisticada». En su caso, encontró un hobbie que se complementa bien con el trabajo por la flexibilidad de horarios.

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