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La era digital vino con una economía de superestrellas

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Concepto. Fue acuñado por primera vez en 1981 por el economista Sherwin Rosen.

Las compañías vinculadas a las tecnologías tienden a concentrarse cada vez más; la brecha competitiva entre las líderes y el pelotón que las sigue se amplía constantemente

Hal Varian, Yanis Varoufakis, Guido Imbens, Susan Athei, Patrick Bajari y John Beweke son algunas de las figuras conocidas de la economía que en los últimos años decidieron dejar sus centros de estudios en las universidades para pasar a trabajar en empresas de la nueva economía (Google, Facebook, Amazon, etcétera). La migración tiene su costado positivo: la economía, como disciplina, está ampliando sus fronteras, sumó más contacto con la realidad y aprovecha el big data y sus herramientas analíticas para mejorar los modelos que hasta hace pocos años venían mayoritariamente desde la teoría.

Pero el fenómeno posee un costado más oscuro: estas mentes brillantes ya no producen bienes públicos, como lo hacían cuando publicaban trabajos en la academia y permitían que todas las empresas aprovecharan sus conocimientos. Ahora, ese caudal queda encapsulado en las firmas tecnológicas más exitosas, que amplían su brecha competitiva con el pelotón de seguidores.

Ésta es una de las posibles explicaciones por las cuales, según un reciente estudio de la OCDE, el 5% de las compañías «de frontera» se está despegando del 95% restante. En firmas de servicios, por ejemplo, las que están en la cresta de la ola vieron crecer su productividad laboral un 2,8% al año entre 2001 y 2003, contra el 0,6% del resto. En servicios, la diferencia es aun mayor: un 3,6% contra un 0,4%. El trabajo, de los investigadores Dan Andrews, Chiara Criscuolo y Peter Gal, muestra un mercado mucho menos competitivo que el que se pensaba para la «economía del conocimiento», que en 2016 tuvo cinco empresas entre las 10 de mayor capitalización bursátil del mundo: Apple, Alphabet (Google), Microsoft, Amazon y Facebook (Ver aparte). Hace diez años había sólo una: Microsoft. El enorme poder económico de estas firmas les permite seguir contratando el mejor talento.

El argumento principal de los titanes de la tecnología ante las acusaciones de prácticas monopólicas o competencia desleal —que esgrime Varian, economista jefe de Google y autor de manuales sobre microeconomía— tiene que ver con la «teoría de los mercados desafiables», desarrollada en los ‘80 por William Baumol y otros economistas.

Esta teoría sostiene que el número de oferentes en un mercado no es un indicador de que esta plaza sea ineficiente o poco competitiva: lo que hace que funcione es la amenaza de competencia. Si las barreras de entrada a nuevos competidores son bajas, habrá incentivos para mantener un buen servicio y precios bajos.

Pero esta explicación pasa por alto las «externalidades de red»: en la economía digital, estos efectos son tan enormes —el ingreso de un usuario adicional tiene un impacto favorable más que proporcional en el valor de la red— que en la práctica es casi imposible para un nuevo jugador desafiar el negocio de Google, Facebook, Amazon o Uber.

Voces Críticas

La elevada concentración de la «nueva economía» ya fue abordada por diversos autores. En «La Segunda Era de las Máquinas (Temas)», Erik Brynjolfsson y Andrew McAffe remarcan que en la economía del conocimiento las denominadas «economías de superestrellas» se potencian al infinito y vuelven más relevante y cierto que nunca la máxima de que «el ganador se queda con todo». El concepto de economía de superestrellas fue acuñado por primera vez en 1981 por el economista Sherwin Rosen. «En muchos mercados, los compradores de productos o servicios prefieren el de mejor calidad —explica Brynjolfsson—; cuando hay restricciones de capacidad o costos de transporte significativos, las segundas o terceras alternativas pueden capturar parte del mercado. Pero ¿qué sucede si surge una tecnología que permite que el vendedor replique a bajo costo sus servicios y los entregue globalmente sin mayores costos? Eso hará que el segundo proveedor, aunque sea casi tan bueno, no tenga demanda. Y cuando una economía se vuelve más digital, el juego en el que el ganador se queda con todo se vuelve más atractivo». Por eso, el mundo de las empresas digitales exitosas (Google, Facebook, Uber, AirBnB, Amazon) está mucho más concentrado que el campo offline.

Otra economista que es muy crítica de las firmas de tecnología es la académica italiana y profesora de Sussex Mariana Mazzucato, quien estuvo en Buenos Aires en septiembre invitada por el Ministerio de Producción. «Ocho años después de la crisis financiera global, el FMI sigue describiendo la recuperación como «débil y precaria». Hay una falla manifiesta tanto en las políticas públicas como en la estructura de gobierno corporativo. Tenemos que reinventar el capitalismo, fundar un nuevo contrato entre los privados y los gobiernos que lleve a un crecimiento más inclusivo», sostiene.

La economista italiana sostuvo en su best seller titulado «El Estado emprendedor» que muchas prácticas que se le atribuyen a Silicon Valley son mitos. «Si seguimos pensando que estos fenómenos fueron gestados en mayor medida por el sector privado e ignorando el rol muy activo que tuvo el Estado allí, pondremos en riesgo el motor de la innovación a futuro», contó Mazzucato a La Nación. La profesora de Sussex tiene un par de ejemplos favoritos. Las cinco tecnologías principales de las que se sirve el teléfono de Apple (entre ellas Internet y la pantalla táctil) dieron sus primeros pasos en laboratorios estatales, como sucedió con el «algoritmo madre» de búsqueda de Google.

Los análisis críticos hacia los grandes colosos de la nueva economía parecen haber recrudecido luego de la victoria de Donald Trump, que generó un tono más sombrío en la discusión por el estancamiento global, la baja generación de empleos y sus causantes. El más castigado fue Facebook, no por motivos de debate económico, sino porque se lo acusó de generar «burbujas» con un algoritmo que refuerza el sesgo de confirmación y de no filtrar noticias falsas.

En una nota de opinión viralizada, la profesora de la Universidad de Carolina del Norte Zeynep Tufekci sostuvo que este diseño de la experiencia digital contribuyó al triunfo de Trump, aunque es muy difícil saber con exactitud en qué medida, porque «Facebook mantiene completo control de sus datos ante requerimientos de investigadores independientes».

La red social tuvo que aclarar la situación y remarcó que se trabaja en herramientas para evitar falsas noticias. «Tal vez los multimillonarios de Silicon Valley podrían aportar alguna solución a este tema antes de fijarse el objetivo de colonizar Marte», ironizó Tufekci. Así de caliente está el debate. Para 2017, tanto a nivel internacional como local, los pronósticos están más abiertos que nunca. Pero algo es seguro: para los equipos de comunicación y asuntos públicos de las empresas de la nueva economía, será un año más movido que de costumbre.

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