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«Tenemos que dejar de ofertar dinero para aumentar la felicidad laboral»

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Bellora. Los incentivos externos no motivan a la gente, solo la movilizan, dice.

Para experta argentina, la mejor táctica en la retención del talento es pagar un «salario emocional»

Las nuevas generaciones lo tienen claro: si un trabajo no los hace felices, se buscan otro donde puedan sentirse plenos, aún frente a incentivos como un ajuste salarial o más días de vacaciones en un esfuerzo de la empresa por retenerlos. El taylorismo —que abonaba la idea de que los trabajadores tenían en el dinero su máxima y única motivación para exigirse— ha quedado obsoleto entre las armas más efectivas en la versión actual de la lucha por el talento.

«Tenemos que dejar de ofertar dinero para aumentar la felicidad laboral. Tenemos que de una vez dejar este paradigma de que por la plata baila el mono. Querer corregir el ausentismo y el mal clima laboral con mejoras salariales y beneficios no sirve», analizó Carolina Bellora, ?directora de la consultora Bizart (Argentina) y profesora de MBA en temas de Capital Humano. La experta disertó en el XXI Congreso Internacional de Gestión Humana, organizado por la Asociación de Profesionales Uruguayos en Gestión Humana (Adpugh), el jueves 15 en la Torre de las Telecomunicaciones.

Para Bellora, apostar a los incentivos externos —como dinero, vacaciones o comida gratis en la oficina— es inútil «porque el mercado ya no lo permite; las empresas trabajan con márgenes muy pequeños» y además «aunque lo permitiera, entramos en una escalada eventualmente para nada, porque la gente no está motivada sino movilizada», argumentó.

Bellora se encolumna en la teoría de que los beneficios externos eliminan parcialmente la insatisfacción y logra que el trabajador cumpla cierto objetivo. Le dan un incentivo para que haga algo que no le gusta o que no lo realiza, es un premio consuelo. «Hace 10 años las empresas dijimos ‘Demos tres semanas de vacaciones, es algo diferenciador’. Malas noticias: todos ofertamos lo mismo. Lo que ocurre es que se van ‘commoditizando’ estos factores externos con los que queremos motivar», explicó Bellora. Ni siquiera el efecto de esta compensación es una solución de largo plazo: «Como la gente está frustrada, quizás ese incentivo pega y la persona se motiva pero ¿por cuánto tiempo?», cuestionó. «Trabajar en el salario emocional —un empleo que me gusta, que me divierte y un jefe que me inspiran— tiene un mayor impacto en la motivación y el desempeño», comparó Bellora.

Zona de talento

Mientras la solución de fórmula ha apuntado en los últimos años a un combo de incentivos, la llamada «felicidad laboral» exige un ejercicio de sintonía fina por parte de los líderes y los departamentos de RR.HH. de las organizaciones porque básicamente a cada persona le motivan cosas diferentes y porque sus intereses mutan y evolucionan según cada etapa de su vida.

Aunque no hay recetas mágicas Bellora recomendó a los líderes a dedicar tiempo a estar y escuchar a sus colaboradores. Se trata de un facilitador para la puesta en práctica de algunos tips que las empresas pueden instrumentar para acercar a los empleados a la «felicidad laboral».

Un primer paso es preguntarles qué trabajo les gustaría hacer. El problema es que «invitamos a formar parte del sueño de una empresa y es altamente probable que éste no represente el sueño de la persona y entonces estemos poniendo a alguien con grandes talentos en una actividad donde no pueden desempeñarse bien», explicó. De allí deriva la importancia de ubicar a las personas en su zona de talento, «en el lugar de la cancha donde jugás tu mejor partido».

Bellaro planteó que las personas deberían de dejar de invertir horas en actividades en las que nunca van a ser buenos, para concentrarse en aquellas que los satisfacen y donde concentran sus mayores habilidades. Su razonamiento es que «en la zona de talento la persona disfruta mucho el trabajo».

También sugirió promover la diversión en el trabajo, dos conceptos «casi contradictorios» para la filosofía de muchas empresas.

La experta desechó la idea de que la «felicidad laboral» sea equivalente a haber encontrado el trabajo perfecto. «No existe el paraíso laboral» pero en base a las recompensas intrínsecas es posible sentirse más a gusto y realizado en el trabajo además de tolerar e incluso encontrar «cierto amor por las tareas que no nos gustan tanto», reafirmó.

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Bellora. Los incentivos externos no motivan a la gente, solo la movilizan, dice.

RR.HH.

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