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La ceguera de la élite chilena, según el cofundador de Sodimac José Luis del Río

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José Luis Del Río, accionista de Falabella y cofundador de Sodimac. Foto: El Mercurio / GDA.

EMPRESAS

El empresario, que también es accionista de Falabella y suele tener bajo perfil, dio su visión sobre las inmensas manifestaciones en Chile y el rol que debe cumplir el empresariado en este contexto

"Hoy veo y, sobre todo, siento a mi país, con mucho dolor. Dolor al hacérseme más patente el sufrimiento y desesperanza de tantos de mis compatriotas. Yo tenía más claras las carencias de los más pobres entre nosotros, pero no había visto la molestia de los sectores medios, que se manifestó con tanta fuerza y claridad en las inmensas manifestaciones y marchas realizadas en Santiago y en regiones».

Este es el análisis con el que comienza esta entrevista José Luis del Río, empresario, cofundador junto a su padre de Derco y Sodimac, y hoy accionista de Falabella, Friosur, Tecno Fast, ALTO y AZA, entre otras empresas. Independiente en lo político, pero cercano o de sensibilidad Demócrata Cristiano (DC), Del Río no acostumbra a hablar con la prensa ni dar entrevistas. Pero esta vez sintió que era necesario entregar su visión de lo que está ocurriendo y del rol que a su modo de ver debe jugar el mundo empresarial en este proceso.

«Creo que ninguna de las llamadas élites, políticas, morales, empresariales, puede alegar estar exenta de responsabilidad frente a la profundidad de la crisis. Quizás nos confiamos más allá de lo prudente en un gradualismo, exitoso en muchos aspectos, pero deficitario en muchos otros», analizó.

-¿Cómo ve los actos de violencia ocurridos que también afectaron al grupo Falabella, donde usted es director?

-Tenemos en Chile hoy un gran vacío de encuentro y diálogo. Me duele la violencia y premeditación que vi en los atentados al metro y los saqueos e incendios a supermercados, homecenters, varios nuestros, y a almacenes y pequeños comercios. Frente a la acción muy bien concertada de grupos anarquistas, a lo que se suman el narco organizado y además jóvenes y no tan jóvenes con carencias en los desórdenes y saqueos, me preocupa la lentitud y falta de inteligencia policial para prevenir y reprimir estos actos, que no tengo dudas intentan socavar nuestro régimen democrático que tanto nos costó recuperar después de 16 años de dictadura militar. Es preocupante que todavía no se haya identificado y capturado a los responsables de los incendios al metro realizados con tanta precisión y sincronización el viernes antepasado. Compare con lo sucedido en los atentados en Francia o Inglaterra hace unos años. En tres o cuatro días los autores estaban identificados y detenidos.

-¿Qué responsabilidad tienen los empresarios y la élite política y económica en esta crisis social?

-Los empresarios, al igual que las élites de nuestra sociedad, la clase política en general, sindical, académica, altos ejecutivos, hemos estado algo ciegos y sordos a lo que estaban viviendo y sintiendo vastos sectores de nuestra sociedad. La llamaría la ceguera de las élites. Lamentablemente, también nuestra querida Iglesia, que antes era un baluarte moral, no ha dicho nada, con muy contadas excepciones. Nos falta liderazgo grande, en el gobierno y en la oposición, muy buenos líderes políticos que puedan encauzar esta búsqueda de acuerdos a través de hacer «buena política» como dice un amigo mío. Chile es un país sensato, que quiere desarrollo, crecimiento, equidad e inclusión, y hacerlo en paz. Para eso es necesario hacer bien todas las reformas, incluyendo la del Estado. Los más postegados están demandando derechos claros. Ellos quieren un ingreso mínimo que les alcance, una pensión digna, acceso a una cobertura de salud mínima y oportuna, seguridad mínima para su barrio. Sin esas garantías mínimas la angustia se acumula, la desazón nubla la mirada, y la explosión reciente es a lo menos explicable.

Empresariado

-¿Usted ha estado en contacto con otros empresarios?, ¿cuál es la visión que tienen?

-Conversando con los empresarios, me llamó la atención la coincidencia de diagnóstico que teníamos de las causas de lo ocurrido y de la gravedad de la situación, y de la necesidad de colaborar activamente con las autoridades para encontrar una solución pronto. Nos reunimos hace poco privadamente, y perdone que no le pueda dar nombres, varios de los empresarios más grandes del país, y vi ahí una disposición y decisión a contribuir y no oponerse al financiamiento de la agenda social vía impuestos a la renta, más allá de la propuesta del gobierno de aumentar la tasa marginal del global complementario del 40%. Conversamos que podrían ser tasas de hasta el 50%, o incluso un impuesto a los grandes patrimonios. En lo que también estuvimos todos de acuerdo es en que estos mayores impuestos debieran ser a lo que ganaban o retiraban las personas y no a las empresas, sean estas chicas o grandes. Es un error confundir el impuesto a los más ricos con el impuesto a las personas, error que he visto en las ponencias de varios parlamentarios al discutir la reforma tributaria y que los miembros del Ejecutivo tampoco corregían. La empresas no son personas naturales, no viajan, no se compran yates o joyas. Las empresas son un ente jurídico compuesto por dueños, ejecutivos y trabajadores, donde todos perciben ingresos de su operación para vivir. El ahorro en las empresas es uno de las mayores fuentes de ahorro posible, y de ahí se sucede la inversión para lograr el crecimiento y empleo que nuestro país tanto necesita. ¡Lo que se debe gravar es el consumo, sobre todo el suntuario, y no el ahorro y la inversión!

José Luis Del Río, accionista de Falabella y cofundador de Sodimac. Foto: El Mercurio / GDA.
"Es necesario y posible una mayor contribución de quienes tenemos más". Foto: El Mercurio / GDA.

-Andrónico Luksic propuso abrirse a un impuesto al patrimonio de los más ricos. ¿Está de acuerdo?

-¡Por supuesto! Por todas las razones que le di anteriormente. Lo bueno es que esto no lo pienso solo yo, sino que la gran mayoría de los grandes empresarios del país, con los que he hablado directamente o he sabido a través de otros amigos. Le voy a confesar que no todos piensan así solo por altruismo o filantropía, sino que por buen pragmatismo empresarial. Nos damos cuenta de que o se arreglan pronto las serias desigualdades económicas y de trato, o dejamos de tener un país viable y con desarrollo sostenido. Es necesario y posible una mayor contribución de quienes tenemos más, los impuestos personales admiten mayor aporte, evitando gravar aquellos tributos que afectan el ahorro y la inversión, los que siempre serán necesarios para tener en nuestro país crecimiento con equidad social. Personalmente creo que la alternativa que propone Luksic no es la mejor opción por razones técnicas y no de equidad, al producir algunas distorsiones económicas y ser relativamente fácil de evadir con el tiempo. Con lo que sí hay que acabar luego es con todas las rentas presuntas, algunas ocupadas por personas de altos ingresos y también con las exenciones al impuesto al diésel, que además es más contaminante que los otros combustibles, exenciones al IVA a los servicios, impuestos muy bajos a los intereses pagados al exterior, etcétera.

-¿Qué está dispuesto a hacer usted?

-Con humildad y realismo, que pienso son sinónimos, le digo que creo he sido un buen empresario. He tratado de estar siempre muy cerca de los trabajadores de mis empresas, escuchándolos e intentando que todos ellos puedan desarrollarse integralmente. Pero en los años que me quedan de vida activa quiero intentar serlo mejor. Por cierto que estoy dispuesto siempre a mejorar las condiciones de los trabajadores. Me gustaría que se pudiera ir más allá.

EN CONTEXTO

Trabajadores y utilidades

«El espacio para que los trabajadores participen de las utilidades de las empresas es grande», respondió José Luis Del Río al ser consultado sobre qué pueden aportar los empresarios para mejorar el bienestar en Chile. «No me gusta mucho hablar públicamente de acciones que vengo construyendo desde hace bastante tiempo en una empresa que controlo en la Patagonia chilena. Mi decisión y la de mis socios islandeses, que su cultura incluye una visión social de la empresa, es que los trabajadores de Friosur participen en la propiedad, porque se lo merecen ellos y sus sindicatos, los que han defendido con más fuerza que nadie la subsistencia de la empresa, frente a los continuos cambios y amenazas de la legislación y política pesquera», resaltó el empresario.

-Usted dice que en este contexto se necesita que las reformas se hagan bien, ¿cuál se ha hecho mal a su modo de ver?

-Creo que se hizo mal la reforma educacional. En vez de intentar acabar con la educación particular subvencionada, se debió partir mejorando en serio la educación pública, gratuita y asequible, esto es la parvularia, primaria y secundaria, con muy buenos profesores y mejores directores. Otro gran error fue gastar una cantidad muy apreciable de los recursos destinados a educación en la «gratuidad universitaria». No era necesario. Podría agregarle la reforma de las pensiones, la que recién se está discutiendo en el Congreso, donde era obvio desde hace unos 20 años por lo menos, para todos los que analizaban un poco el tema, para todos los gobiernos y para las propias AFP, que el monto de las cotizaciones, con la nuevas expectativas de vida, no alcanzaban para entregar una pensión justa. Por otro lado, el dogma de esta ideología del neoliberalismo, en que cada uno debe encargarse de sus propios intereses y así estaríamos todos bien a la larga, postergó hasta hoy la discusión de la necesidad de una contribución solidaria para que nadie se pensione con un monto que no le permita vivir dignamente. Ahora, en términos de la fuente de estos recursos, creo que deben venir de fondos generales de la nación y no de mayores contribuciones de las personas, que son otro impuesto adicional al trabajo y mayores costos laborales, como las famosas 40 o 41 horas, que solo van a perjudicar el empleo de los más vulnerables.

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