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La batalla por la buena comida de Kimbal Musk

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Kimbal Musk. Asegura que una parte de su país está preparada para vivir una revolución en la alimentación y la agricultura.

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El hermano menor del emprendedor tecnológico Elon Musk busca ?revolucionar la agricultura con los mismos ?estándares usados para crear nuevas tecnologías.

Es fácil entender por qué algunas personas en Memphis, ciudad de la música soul y las costillas especiadas, no saben qué pensar sobre Kimbal Musk, multimillonario con un gran sombrero de vaquero que ha abierto restaurantes y comprado cientos de hectáreas de tierra que antes se usaban para cultivar algodón. Musk, de 45 años, se ha hecho rico trabajando en el área de la alta tecnología junto a su hermano mayor, Elon. Y ahora quiere hacer de la comida lo que su hermano hace con los autos eléctricos y los viajes espaciales.

A pesar de que tiene empresas de alimentos en Colorado, donde vive, así como en grandes ciudades como Chicago y Los Ángeles, Kimbal Musk se ha enamorado de lugares como Tennessee, Indiana y Ohio: zonas del país que, cree, son las más preparadas para vivir una revolución en la alimentación y agricultura.

Musk tiene grandes ideas sobre lo que a la gente en Silicon Valley le gusta llamar «el mundo de la alimentación»: algo tan emocionante para él como lo fue Internet en 1995. Lo que busca es crear una red de empresas comerciales, educativas y agrícolas lo suficientemente grandes como para hacer que la alimentación de EE.UU. vuelva a estar basada en productos locales y cultivados en granjas libres de químicos.

Como si fuera un político, pasa largo tiempo viajando para expandir el mensaje de que los estadounidenses, especialmente los millennials, exigen comida de verdad y rechazan lo que él llama alimentos industriales. Solo para lo que queda de este año tiene pactado estar presente en 50 conferencias de negocios y alimentos. Bajo una marca llamada The Kitchen gasta millones de dólares con la intención de desarrollar varios proyectos relacionados con la alimentación, y arma alianzas con fundaciones y gobiernos en varias ciudades. El nombre de la marca viene del primer restaurante que abrió en 2004, con el chef Hugo Matheson, en Boulder, Colorado. Desde entonces, ha desarrollado otros tres conceptos de restaurantes, y su ONG ha instalado 425 huertas educativas en escuelas.

Huertas en 1.000 escuelas

El brazo sin fines de lucro de Musk, The Kitchen Community, proporcionó personal y materiales para crear huertas de aprendizaje en 100 escuelas de Memphis. Cada una cuesta unos US$ 40.000, dinero que proviene de la Fundación Musk y de donantes locales. Así, se han instalado huertos en escuelas en Los Ángeles y Pittsburgh y 150 en Chicago, donde el alcalde, Rahm Emanuel, le dio al proyecto ?US$ 2 millones de fondos de la ciudad. Para 2020, Musk espera alcanzar a más de 1.000 escuelas. Su enfoque lo ha confrontado con Alice Waters, chef que ayudó a promover el movimiento Slow Food y el concepto de huertos comestibles en escuelas.

Pero muchas personas que han trabajado durante mucho tiempo en este rubro aún no están seguras de qué pensar y hacer con las ideas de Musk. «Todo indica que su cabeza y corazón están en el lugar correcto. El problema es que las personas que hicieron su fortuna con la tecnología entienden sobre este tema, pero no saben lo que es ensuciarse las manos y comprometer a los vecinos, agricultores y cocineros, quienes son los que forman la comunidad alimentaria», dice Michel Nischan, fundador de Wholesome Wave, organización que trabaja para que frutas y verduras sean asequibles para familias de bajos ingresos.

Casi inconscientemente, Musk se ha convertido en el símbolo de una creciente división que enfrenta a los nacidos bajo el movimiento moderno de alimentos estadounidense —que ganó fuerza en la década de los 70 y que produjo un renacimiento en la cocina, basado en los productos locales y el comercio justo— contra una nueva generación, encantada con las proteínas celulares, Soylent (sustituto alimenticio creado en 2013 por un ingeniero en software, que promete entregar todos los nutrientes necesarios para el ser humano en una barrita de 250 calorías o un batido de 400 cc) y los servicios de entrega basados en apps que son impulsados por la innovación.

Nacido en Sudáfrica, comenzó a cocinar a los 12 años. Se graduó de la universidad en Canadá e hizo su primera fortuna en 1999, cuando él y su hermano vendieron a Compaq, por US$ 307 millones, Zip2, un servicio de mapas digitales que ayudó a diarios como The New York Times a producir guías de las ciudades en línea. Después se convirtió en inversionista de algunas de las empresas de su hermano; entre ellas, PayPal y Tesla (también está en los directorios de la compañía de automóviles eléctricos de Elon Musk, la de cohetes Space X y de Chipotle Mexican Grill).

Una vez que se estableció financieramente, se mudó de Silicon Valley a Nueva York y se inscribió en el French Culinary Institute (ahora International Culinary Center). Se instaló cerca del World Trade Center, y después de los atentados del 11 de septiembre, pasó seis semanas como cocinero voluntario para ayudar a los bomberos que trabajaban entre los escombros. Así, dice, aprendió del vínculo entre la comida y la comunidad.

Poco después, él y su primera esposa se fueron a Colorado, donde conoció a Matheson y en 2004 fundaron The Kitchen, que, con el lema de traer los productos de la granja a la mesa y un estilo casualmente elegante, fue un éxito inmediato. También crearon una cadena llamada Next Door, que imaginan como los Applebee’s de las nuevas generaciones. Allí, toda la comida está hecha desde cero. Los menús incluyen salmones naturales, hamburguesas de carne de vacas alimentadas con pastos locales y grandes ensaladas griegas con verduras de granjas cercanas. Los socios planean agregar 50 restoranes para finales de 2020.

En tanto, uno de sus proyectos más criticados es Square Roots. La idea es capacitar a jóvenes agricultores enseñándoles a cultivar verduras en contenedores con nada más que agua y luces LED, y luego vender lechugas y repollos en restaurantes locales.

El año pasado, el proyecto instaló 10 contenedores en el estacionamiento de la antigua fábrica de Pfizer en South Williamsburg, Brooklyn, cada uno capaz de producir tanto como una hectárea de tierra. En agosto, Square Roots se aseguró US$ 5,4 millones de fondos privados, y tiene subvenciones del Departamento de Agricultura de EE.UU. Con eso, Musk dio un gran paso.

El ascenso de Musk ha demostrado la brecha generacional que enfrenta a los viejos que evitan aspectos de la ciencia de los alimentos emergentes contra una nueva ola de disruptores alimentarios que no han adoptado los roles que juegan la historia, el sabor y el placer, explica Garrett Broad, profesor asistente de la Universidad de Fordham, quien recientemente escribió sobre el tema en la publicación Civil Eats.

«Alguien como Kimbal Musk podría ser un puente importante para unir estas ideas», dice Broad. «Quizá», responde Musk, quien es tan creyente en el poder de la tecnología como cualquiera en Silicon Valley. Pero, a la vez, es un cocinero de corazón.

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