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Los autos voladores buscan despegar en 2024 y salen a Bolsa

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Wisk.

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Los prototipos estuvieron ocultos por años y ahora vieron la luz modelos como BlackFly, Heaviside y Joby aircraft; compañías que pretenden volverse públicas estiman su valor en miles de millones

Elegante, con forma de cono, un poco confuso, como algo que Hollywood le daría a un villano de ciencia ficción para una escapada rápida. No era un helicóptero ni un avión. Era una mezcla, con un casco curvo, dos alas pequeñas y ocho rotores giratorios alineados a lo largo de la nariz y la cola.

Con solo tocar un botón en la pantalla de una computadora en una tienda cercana, se elevó desde una pendiente cubierta de hierba en un rancho en el centro de California y viajó a toda velocidad hacia un rebaño que pastaba debajo de un árbol, que ni se inmutó.

«Puede parecer una bestia extraña, pero cambiará la forma en que se realiza el transporte», dijo Marcus Leng, el inventor canadiense que diseñó este avión, llamado BlackFly.

BlackFly es lo que a menudo se conoce como auto volador. Ingenieros y emprendedores como Leng pasaron más de una década alimentando esta nueva generación de vehículos eléctricos que pueden despegar y aterrizar sin pista.

Creen que serán más baratos y seguros que los helicópteros. «Nuestro sueño es liberar al mundo del tráfico», dijo Sebastian Thrun, otro ingeniero que integra el movimiento.

Ese sueño, coinciden la mayoría de los expertos, está muy lejos de la realidad, pero la idea cobra fuerza. Decenas de empresas están construyendo estos aviones y tres hace poco acordaron salir a Bolsa en acuerdos que las valoran hasta en US$ 6.000 millones. Por años, personas como Leng y Thrun tuvieron ocultos sus prototipos; ya no.

La compañía de Leng, Opener, está construyendo un avión para una sola persona para usar en áreas rurales. Es, en esencia, un automóvil volador privado para ricos, que podría comenzar a venderse este año. Otros están construyendo vehículos más grandes que esperan desplegar como taxis aéreos urbanos en 2024, un Uber para los cielos. Algunos diseñan vehículos sin piloto.

BlackFly. "Puede parecer una bestia extraña, pero cambiará la forma en que se realiza el transporte", dijo su creador.
BlackFly. "Puede parecer una bestia extraña, pero cambiará la forma en que se realiza el transporte", dijo su creador.

Salvaje Oeste

Una de las compañías de taxis aéreos, Kitty Hawk, es dirigida por Thrun, profesor de informática de la Universidad de Stanford que fundó el proyecto de autos autónomos de Google. Dice que la autonomía será aun más poderosa en el aire que en tierra y que entrará en la vida diaria mucho antes.

Larry Page, cofundador de Google, ya tenía en 2009 esa idea. Él y Thrun comenzaron a reunirse regularmente en un edificio de oficinas en Mountain View, California, con ingenieros aeroespaciales, entre ellos, uno de la NASA llamado Mark Moore y varios diseñadores de aviones de Stanford.

En la última década, el mismo pequeño grupo de ingenieros y empresarios alimentó una lista creciente de proyectos. Moore ayudó a lanzar uno en Uber, antes de crear su propia empresa. Page canalizó dinero a múltiples startups, incluida la de Leng, Opener, y la de Thrun, Kitty Hawk.

Las nuevas empresas robaron a innumerables diseñadores de startups de Page. «Es el salvaje oeste de la aviación», dijo Moore. «Es una época de cambios rápidos, grandes movimientos y mucho dinero».

Los próximos años serán cruciales para pasar de la construcción de tecnología de vanguardia a algo mucho más difícil: los complicados detalles de llevarla al mundo.

Larry Page, cofundador de Google, se mantiene dentro de la compañía de tecnología hasta la fecha. Ahora es CEO de Alphabet, una empresa de la familia. (Foto: EFE)
Larry Page, cofundador de Google, es uno de los promotores de este movimiento de startups aéreas. (Foto: EFE)

Viajes costosos

BlackFly está clasificado por el gobierno de EE.UU. como vehículo experimental «ultraligero», por lo que no necesita aprobación regulatoria antes de venderse. Pero no se puede volar un ultraligero sobre ciudades u otras áreas bulliciosas.

Como trabaja para garantizar que el vehículo sea seguro, Opener hace la mayoría de las pruebas sin nadie en el avión, pero la idea es que alguien lo conduzca sobre áreas rurales. La cabina tiene espacio para una persona de 2 metros de altura y puede volar unos 40 kilómetros sin recargar.

Los pocos empleados de Opener que lo han volado describen la experiencia como conducir un Tesla por el cielo (analogía que no pasará desapercibida por el cliente objetivo). BlackFly al inicio será mucho más caro que un auto promedio (tal vez cueste US$ 150.000 o más). Y su combinación de duración de batería y kilometraje aún no es tan poderosa como requiere la mayoría de los viajes diarios al trabajo. Pero Leng cree que la tecnología mejorará, los precios bajarán al «costo de un SUV» y, al final, el mundo adoptará el vuelo urbano eléctrico.

Los autos voladores tienen un costo estimado de entre US$ 150.000 y US$ 300.000

Otros en el campo son escépticos. Calculan que pasarán años, o décadas, antes de que los reguladores permitan que cualquiera pueda volar un vehículo de este tipo sobre las ciudades.

Existen obstáculos regulatorios y otros prácticos. Estas naves necesitarán plataformas de aterrizaje y podrían tener problemas para navegar en áreas urbanas densas, por las líneas eléctricas y otros aviones que vuelan a baja altura. También está el factor ruido.

Y luego están los motivos económicos. Thrun dice que Kitty Hawk creará un servicio de transporte similar al de Uber, en parte por ello.

Heaviside es aun más caro que BlackFly; Thrun dijo que fabricarlo cuesta unos US$ 300.000. Pero con un servicio de transporte compartido, las empresas pueden distribuir el costo entre muchos pasajeros.

Como BlackFly, Heaviside tiene solo un asiento para persona de tamaño medio. Pero una versión futura volará sin conductor y con dos pasajeros. Al producir en masa un avión de dos asientos y compartir viajes, dijo Thrun, se podría reducir el costo por milla a la par de los autos actuales.

Wisk Aero, empresa que surgió de Kitty Hawk en 2019 con el respaldo de Page y Boeing, ve el futuro de igual forma. Muchos creen que así es como funcionarán en última instancia los coches voladores: como un taxi, sin piloto. Argumentan que encontrar y pagar pilotos sería demasiado caro.

Preparativos SPAC

Nadie volará en taxi eléctrico este año ni el próximo. Pero una empresa tiene 2024 en la mira. En un campo del centro de California, no muy lejos de donde Kitty Hawk y Opener prueban prototipos, Joby Aviation testeó el suyo: Joby Aircraft. Es puntiagudo y mucho más grande que Heaviside, con rotores a lo largo de las alas.

Voló sin pasajeros, guiado de forma remota desde un centro de comando lleno de pantallas e ingenieros. Pero Joby dice que, para 2024, este vehículo será un taxi que sobrevolará una ciudad como Los Ángeles o Miami.

También proyecta un Uber para los cielos, conducido por pilotos con licencia. Ve poco probable que los reguladores aprueben el vuelo autónomo en el corto plazo. «Nuestro enfoque se parece más a Tesla que a Waymo», dijo el presidente ejecutivo, Paul Sciarra. Se asoció con Toyota para fabricar aviones y adquirió Uber Elevate, el proyecto de taxi aéreo que Moore ayudó a crear.

En los próximos meses, Joby planea fusionarse con una empresa de adquisición de propósito especial, o SPAC, que la hará pública con una valoración de US$ 6.600 millones. Otras dos empresas, Archer (sede en California) y Lilium (sede en Alemania), llegaron a acuerdos similares.

Mercado de un billón de dólares

Los acuerdos de SPAC permiten a las empresas anunciar proyecciones comerciales ambiciosas, algo que la Comisión de Bolsa y Valores prohíbe en las ofertas públicas iniciales. En una presentación para inversores, Joby promocionó una oportunidad de mercado de un billón de dólares.

Después de su lanzamiento en una ciudad, dice la compañía, se expandirá rápidamente a otras, generando US$ 2.000 millones en ingresos y más de US$ 1.000 millones en ganancias brutas en dos años, según su presentación para inversionistas. Hasta entonces, perderá más de US$ 150 millones cada año.

Reid Hoffman, capitalista de riesgo y cofundador de LinkedIn, es un inversor detrás del SPAC que se fusiona con Joby. Admira el factor genial del vehículo. «Es como si Uber se encontrara con Tesla en el aire», dijo. Pero lo que más le atrajo fue el potencial de la empresa para redefinir las ciudades, mejorar el traslado al trabajo y reducir los embotellamientos.

De las tres empresas que salen a Bolsa, Joby es la única cuyo prototipo está volando. Y sus dos rivales enfrentan cuestionamientos a su tecnología. Una fue demandada por Wisk, acusada de robo de propiedad intelectual después de «cazar» a varios ingenieros, y la otra abandonó hace poco un prototipo por un incendio en la batería.

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