Decano del IEEM dijo que compañías uruguayas no han multiplicado el trabajo de valor agregado.

En los últimos 10 años la economía uruguaya creció a niveles históricos, los trabajadores recuperaron salario tras la crisis de 2002 y las empresas disfrutaron de ingresos voluminosos. Y, sin embargo, fue una «década perdida». Así lo afirma Pablo Regent, decano del IEEM (Escuela de Negocios de la Universidad de Montevideo).

La pérdida a la que refiere ha estado en la modernización del trabajo y la generación de tareas de valor agregado. En la medida que las empresas históricamente intentan aprender a hacer y producir cada vez mejor, desarrollan procesos de trabajo más avanzados (también gracias a la tecnología). Al final de la trama, esa evolución permite que los trabajadores pasen a cumplir tareas más creativas y valiosas.

En los 10 años de bonanza que disfrutó el país, las empresas no han alcanzado esa fase, opinó Regent. «El grueso de ellas trataron de ser más productivas, pero no hubo este salto. Si lo hubiera habido tendría que haber mucha menos gente moviendo cajas en un depósito, que no es un trabajo humano (creativo) y para el que ya existe la robótica».

Algunos sectores de la industria y los servicios sí avanzaron en esa dirección. Un ejemplo son las agencias de viaje, que ante la irrupción de las plataformas online han reconvertido el perfil de sus vendedores al de asesores de viajes.

Para Regent esos casos son excepcionales. «No todas las empresas se dieron cuenta que (el ciclo de bonanza) era el momento para tratar de subir un escalón. Muchos dirán ‘tengo una empresa más tecnologizada, más gente’. Sí, pero cuidado: así como se habla históricamente de un proletariado obrero, hoy lo que se está creando es el proletariado informático».

—¿Qué quiere decir con eso?

—Lo que importa cuando hablo de proletariado informático es que tratemos de tener todas las fábricas de software que sean necesarias, con muchos operarios, pero también que tratemos de tener las condiciones para que la gente que diseña los procesos, los productos, también esté aquí. Ya hay empresas que lo hacen acá. No es tanto que una persona diga que quiere trabajar para el mundo porque no quiere ser proletario, sino que quiera tener un valor agregado alto porque no entra solo datos o aplica rutinas de un programa.

La educación es clave para este cambio, no solo la formal sino también la que se imparte en la oficina o la fábrica. «Las empresas tienen que asumir que más allá de mandar a hacer seminarios y cursos, tienen que enseñar en el lugar de trabajo. Las empresas eran históricamente escuelas de trabajo», enfatizó Regent.

El académico admite que esta visión puede desembocar en un «conflicto entre el hoy y el mañana». «Siempre los sindicatos obviamente van a ver a la automatización con temor, como cuando en la Revolución Industrial prendían fuego los telares porque dejaban gente sin trabajo. Claro que provoca problemas, pero si (las máquinas) son bien manejadas se terminan creando empleos de mayor valor agregado». La visión tiene que ser de largo plazo, insistió.

El Estado también debería hacer ajustes, sostuvo Regent. La «rigidez» de los horarios y salarios ajustados a las ocho horas asociadas a la «economía industrial, que ya fue», deberían dar paso a condiciones más flexibles y acorde a «las tareas que generan valor hoy».

Ante el enfriamiento de la economía, Regent dice que las opciones de dar el salto son «pocas».

—¿Cómo ve el panorama para que las empresas se modernicen en el corto plazo?

—Se van a ver empresas que aprovecharon muy bien este tiempo, pero pienso que van a ser las menos. Y la verdad es que en toda economía no alcanza con que haya algunas empresas que sean listas, que se den cuenta de estas cosas. Muchas no aprovecharon cuando había dinero para hacer estos cambios; ahora van a ser tiempos de sobrevivir, pero aprendamos porque ya vendrá otro ciclo al alza y confiemos que sirva para aplicar esto en ese momento.

RR.HH.