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Se viene una recuperación cíclica para Brasil

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Ministro de Hacienda de Brasil, Paulo Guedes. Foto: Reuters

OPINIÓN

La economía de Brasil estaría entrando en un ciclo firme de expansión para 2020-2022

Inmediatamente después de la fortísima crisis que se abatió sobre Brasil entre 2014 y 2016 –la mayor caída del PIB en los últimos 120 años y la segunda baja del PIB per cápita-y la secuencia de una recuperación muy lenta –por tres años seguidos, la economía caminará a paso de tortuga de 1% por año- están dadas las condiciones para una recuperación cíclica, según nuestra evaluación.

El año debe terminar con la economía 2% por encima del nivel del cuarto trimestre de 2018 y creciendo a un ritmo, ante el tercer trimestre, de 0,9%, considerando los ajustes estacionales.

A lo largo de 2019, dos choques deterioraron el desempeño de Brasil: el agravamiento de la crisis de balanza de pagos de Argentina y sus impactos sobre el desempeño de la economía vecina redujeron en 0,5 puntos porcentuales el crecimiento brasileño.

A su vez, el desastre de la empresa Vale do Rio Doce en Brumadinho, redujo en otro 0,3 puntos porcentuales la economía de Brasil. Hechos los cálculos, el crecimiento económico de este año, que debe cerras en torno al 1,1%, tiene cara de 2% en términos tendenciales.

Adicionalmente, el efecto arrastre para 2020 –esto es, el crecimiento de 2020 en comparación con la media de 2019, si el crecimiento de cada trimestre a partir del próximo año fuese nulo en la comparación con trimestres anteriores- será de 1%.

O sea, si la economía consigue sustentar un crecimiento trimestral de 0,6%, cerrara el próximo año con un crecimiento de 2,5% en relación al año en curso.

La encuesta Focus del Banco Central prevé un crecimiento de 2,08% en 2020. Diversos analistas han revisado el desempeño de la economía brasileña para el año próximo llevándolo a 2,2%.

La apuesta de esta columna es que están dadas las condiciones para una recuperación cíclica de la economía brasileña en el trienio 2020-2022. No será nada brillante, pero sí suficiente para mantener a la economía evolucionando hacia un 2,5% anual, aproximadamente, hasta el próximo proceso electoral.

Desde el primer año del segundo mandato de Dilma Rousseff, se ha hecho un fuerte esfuerzo de ajuste de las cuentas públicas. Con el gobierno de Temer, fueron aprobadas algunas reformas importantes: reforma laboral, institucionalización de la tercerización, mejora de mecanismos de concesión del subsidio a las inversiones con la creación de la Tasa de Largo Plazo, así como una importante reforma política. Ya en el gobierno de Jair Bolsonaro fueron aprobadas la reforma previsional y la ley de libertad económica.

Este conjunto de medidas es suficiente para estabilizar la economía en 2020 a un ritmo de 2,5% al año. Por encima de esa tasa de crecimiento es difícil de imaginar, sin una nueva ronda de reformas.

Niveles mayores de crecimiento económico demandan que la inversión crezca a tasas mucho más elevadas que en la actualidad. Para que eso ocurra, sería necesario un marco legal e institucional mejor definido. Un ingrediente fundamental de esa agenda es la reforma tributaria de los impuestos indirectos: ISS, ICMS, PIS, Cofins e IPI. Hay una gran demanda y existe –de hecho- necesidad de avanzar en una agenda de reducción de costos del cumplimiento tributario.

La sociedad ya lo comprendió. Todos saben que, en cinco años, esos impuestos serán totalmente modificados. En cuanto esa agenda no comience a caminar, es difícil que la inversión crezca a tasas importantes. En la actualidad, es muy elevada la incerteza tributarias para el cálculo de un flujo de cada futuro.

La evaluación que hacemos desde esta columna es que la aceleración del crecimiento económico hacia ese nivel moderado de crecimiento de 2,5% en los próximos años ocurrirá de forma relativamente independiente de los “ruidos” que se generen desde la política. El presidente continuará comunicándose con sus bases por medio de Twitter, habrá bastante ruido, pero en términos generales la recuperación persistirá.

Las diversas firmas de análisis que proyectan el nivel de actividad – departamentos de investigación económica de los grandes bancos y consultoras económicas- caminan hacia ese escenario. Hay algunas diferencias, relativas al ritmo de la aceleración económica. En algunos casos, aún proyectan un 2020 pobre y ven una mayor aceleración en 2021, mientras otros ya ven el mejoramiento desde el próximo año.

Viviremos algunos años con un desdoble de la economía de la política.

La recuperación moderada, tiene como uno de sus soportes la reanudación del equilibrio financiero y de las ganancias de las empresas. La crisis profunda tiene una dimensión macroeconómica –la desorganización de las cuentas públicas y una mayor indulgencia con la inflación-, pero también posee una faceta microeconómica.

La crisis fue la culminación de un largo ciclo de inversiones con fuerte intervención del Estado en la economía, que genero un verdadero hospital de empresas: estaban endeudadas y sin capacidad de generación de caja, en función de la mala calidad de esas inversiones.

A lo largo de estos tres últimos años, se ha dado un silencioso pero persistente proceso de limpieza de la casa por parte del sector privado. La leve aceleración económica debe estimular una moderada recuperación de la inversión.

En particular, en diversas regiones del país –San Paulo, minas, Paraná, Santa Catarina y todo el centro oeste del país- hay claras señales de recuperación de la industria de la construcción civil, en el segmento de inmuebles para los ingresos más elevados.

De esa forma, parece que se superará en los próximos años lo peor de la crisis. Evidentemente, una fuerte crisis internacional puede descarrilar la leve recuperación proyectada. Hasta hace algunos meses, había una perspectiva de una crisis económica en Estados Unidos. El proceso de reducción de tasas de interés parece haber eliminado ese riesgo para 2021. Cuando esa crisis ocurra, la economía brasileña ya estará en un ritmo de crecimiento más sólido.

Su injerencia en la política es que, un escenario de recuperación moderada de la economía reducirá la chance de una victoria de la izquierda en 2022. Y a su vez, la reducción de la chance de triunfo en la izquierda, reforzará el crecimiento de la economía.

Todo confluye para que el actual presidente Jair Bolsonaro sea el gran favorito en 2022. La duda es si los partidos de centro podrán organizarse en torno a una candidatura competitiva. En esa columna no haremos pronósticos sobre esa cuestión.

(*) Investigador asociado, Fundación Getúlio Vargas -  IBRE

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