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Viejo gruñón con misiles

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El presidente no quiso confirmar si ha hablado con el líder norcoreano. Foto: AFP

OPINIÓN

Imagínense que están escuchando a un viejo hablador en una cena, que conversa de todo lo que está mal en el mundo, lo cual principalmente consiste en cómo los estadounidenses somos víctimas de los extranjeros que se aprovechan de nosotros.

Lo escuchan; después de todo ha habido aproximadamente unos 17.000 análisis noticiosos que nos dicen que los viejos habladores representan al verdadero Estados Unidos.

Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos para evitar ser condescendientes, no pueden evitar darse cuenta de que sus opiniones parecen un poco carentes de veracidad. No estamos pasando por una ola de crímenes violentos cuyos autores son inmigrantes. No regalamos enormes cantidades en asistencia extranjera. Lo mismo sucede con muchas cosas más.

En esencia, lo que este viejo considera hechos, son cosas que cree haber escuchado en algún lado, principalmente en Fox News, y que no se toma la molestia de verificar.

En general, deberíamos estar preparados para ser más tolerantes con los ciudadanos comunes y corrientes en estas cuestiones. Las personas tienen hijos que cuidar, trabajos que hacer y vidas que vivir, así que no podemos esperar que sean especialistas en políticas públicas, aunque quizá deberían tener una mejor idea de lo que no saben.

Sin embargo, ¿qué pasaría si da la casualidad de que el viejo gruñón y mal informado que cree con gran convicción en cosas que no son ciertas es el presidente de Estados Unidos?

La declaración de Donald Trump de que está listo para imponer aranceles al acero y el aluminio es una mala política, pero tampoco es que sea para tanto. Lo realmente perturbador en este caso es la forma en la que parece haber llegado a esa decisión, que aparentemente le cayó de sorpresa a su propio equipo económico.

Para empezar, la supuesta justificación jurídica para esta estrategia fue que se necesitaban aranceles para proteger la seguridad nacional. Después de todo, no podemos depender del aluminio de potencias extranjeras inestables y hostiles como… Canadá, nuestro principal proveedor extranjero (que también es nuestro principal proveedor extranjero de acero).

La cuestión es que la justificación para esta política fue evidentemente engañosa y eso importa: les da a otros países plena capacidad jurídica para tomar represalias, y eso harán. La Unión Europea ha amenazado con imponer aranceles a Harley-Davidson, el bourbon y los pantalones de mezclilla.

Mientras tanto, después de su anuncio, Trump ha tuiteado una falsedad tras otra. No me refiero a que haya dicho cosas con las que no estoy de acuerdo, sino a que ha estado diciendo cosas que son simple y llanamente falsas, incluso según el propio gobierno estadounidense.

Por ejemplo, declaró que este país tiene grandes déficit comerciales con Canadá; en realidad, según las cifras oficiales, hay un pequeño superávit.

Los europeos, dice, imponen "aranceles masivos" a los productos estadounidenses; la guía del gobierno estadounidense para los exportadores nos dice que "las exportaciones de Estados Unidos a la Unión Europea gozan de un arancel promedio de solo tres por ciento".

Estos no son molestos errores cualquiera. Trump —quien puede obtener informes exhaustivos sobre cualquier tema con solo pedirlos— tiene una imagen del comercio internacional en su cabeza que dista mucho de la real, al igual que su visión de Estados Unidos infestado de inmigrantes violentos.

Su idea de qué hacer al respecto de estos problemas imaginarios no equivale a otra cosa que a una diatriba de bar. "Las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar", tuiteó, claramente para él "ganar" significa venderle más al otro de lo que él nos vende a nosotros, pero así no es como funciona.

De hecho, incluso si pudiésemos eliminar los déficit comerciales estadounidenses con aranceles, habría muchos efectos colaterales desagradables: las tasas de interés marcadamente mayores generarían un desastre en los bienes raíces y aquellos con grandes deudas y el dólar marcadamente más elevado causaría un enorme daño a los exportadores, como muchos de los agricultores estadounidenses. Una guerra comercial a gran escala afectaría las cadenas de suministro internacionales, desplazando a una enorme cantidad de trabajadores: los propios cálculos del gobierno estadounidense dicen que las exportaciones a la Unión Europea, Canadá y México generan 2,6; 1,6 y 1,2 millones de empleos, respectivamente.

¿Acaso Trump continuará con su diatriba? Nadie sabe. Sin embargo, ya sea que haya o no una guerra comercial, la muestra de ignorancia beligerante por parte del presidente debe preocuparnos mucho.

En primer lugar, el solo hecho de hablar de forma hostil y estúpida sobre el comercio daña por sí mismo la credibilidad de Estados Unidos: si vamos por ahí amenazando a nuestros aliados más importantes con represalias contra políticas que ni siquiera tienen, ¿cómo podemos esperar que confíen en nosotros —o nos apoyen— en cualquier otra cosa?

Además de eso, ¿hay una razón para creer que su ignorancia beligerante se limita solo al comercio? En realidad, sabemos que es igual de grandilocuente e incapaz cuando se trata de la delincuencia, y no hay ninguna razón para creer que le vaya mejor tratándose de temas de seguridad nacional.

Escuchar a un viejo hablador soltar una perorata sin sentido es, en el mejor de los casos, molesto. Sin embargo, cuando este viejo en particular tiene el ejército más grande del mundo, e incluye misiles nucleares, resulta absolutamente estremecedor.

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