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Otra vez sopa... en Argentina

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Gran parte de sus activos están destinados a ser prestados a un gobierno defaulteador
DANIEL VIDES

Lo que se ha dado en llamar "el Modelo" ya fue. Dio todo lo que podía entre 2003 y 2011, cuando Argentina creció a más del 8% anual con inflación de algo menos del 10%, fruto del formidable ajuste fiscal de 2002 (congelamiento del gasto público y devaluación del peso del 75%) y el más extraordinario shock favorable de términos del intercambio de nuestra historia (40% en 10 años).

Desde el cepo cambiario de 2011 (aunque no solo por culpa de él), la economía está estancada (con leves recuperaciones y caídas) y con una inflación que está entre las 5 más altas del mundo. Estamos en estanflación, fenómeno que contados países tienen en el mundo hoy y que Argentina no sufría desde hacía décadas.

Por otro lado, el BCRA tiene las dos terceras parte de su activo dedicado a prestarle a un gobierno que es récord histórico mundial en defaults soberanos desde la Segunda Guerra Mundial. A su vez, esos préstamos se fondean con la deuda que emite el BCRA en pesos por la Base Monetaria y las Letras que les coloca a los bancos, bancos que las compran con los pesos de los plazos fijos que la gente deposita en ellos.

Prestamistas.

O sea, la gente, la sociedad argentina menos sofisticada, es la que pasó a ser el prestamista cautivo del gobierno. Sin dudas que un comprador profesional de bonos del gobierno en subastas públicas está mucho más prevenido, precavido, atento a los desastres fiscales de los gobiernos de Argentina, que los tenedores de pesos en el bolsillo o en los bancos.

El modelo, hasta ahora, ha seguido la dinámica (¿y el final?) de todos los programas económicos del último medio siglo: crisis, recuperación, mediocridad, crisis... con mayor o menor énfasis pasó con el de inflación 0 de Gelbard, que terminó con el Rodrigazo; con la tablita de Martínez de Hoz, que terminó con las alocadas devaluaciones de Lorenzo Sigaut; con el plan austral, que terminó en hiperinflación; y con la convertibilidad, que terminó en el default y la pesificación de 2001/2002.

El modelo ya está en la etapa de la mediocridad: cuatro años de estanflación; ¿qué hacer?

SIMPLE. Dado que hace medio siglo como mínimo que hacemos lo mismo, solo hay que mirar la historia, ver qué se hizo mal y qué no se hizo cuando había que hacer lo que había que hacer.

Lo que siempre se hace mal es poner el gasto público en niveles que resultan insostenibles para las cuentas públicas, y destructivos para la competitividad del sector privado. Como nunca en la historia, en la última década la recaudación creció un 10% del PIB, o sea $ 1 billón (de los nuestros, o sea, el número 1 con 12 ceros), pero el gasto público un 13% del PIB. Cebando la bomba 1.

Luego, en esta última década, la política monetaria persiguió tasas de interés reales negativas para que la gente consumiera mucho y ahorrara poco. Cebando la bomba 2.

Finalmente, cebando la bomba 3: dado que el "mandato popular" era lograr una distribución del ingreso fifty-fifty (cosa que con una inflación realista nunca ocurrió), la política salarial que empujó el Gobierno hizo que los salarios en términos reales hoy sean un 25% superiores respecto de antes de la devaluación de 2001 y un 70% más altos en dólares. Insostenible para el sector productivo que exporta, solo se salva la producción industrial para el mercado doméstico con un proteccionismo discrecional e ineficiente.

Fórmula.

La política fiscal expansiva nos llevó a déficit fiscales que se financiaron primero con emisión monetaria —luego se le agregaron reservas del BCRA— aumentando la inflación y generando expectativas de devaluación que agigantaron la fuga de capitales, a la cual el Gobierno respondió con el cepo; y creyendo que había logrado algo de autonomía monetaria, en marzo de 2012 reformó la carta orgánica del BCRA transformándolo en el monedero de Cristina: los préstamos al Gobierno ya son 2/3 de su activo. Finalmente, agotado el expediente de la emisión monetaria (por la inflación) y la pérdida de reservas (devaluación descontrolada), el gobierno mandó al BCRA a endeudarse. El stock de letras del BCRA en los últimos 12 meses, se ha más que duplicado y esta 1 a 1 con los depósitos privados que los bancos usan para fondear esas compras.

El cepo fue un nuevo ataque al derecho de propiedad, el tercero en poco más de una década porque se sumó a la pesificación de los depósitos de 2001/2002 y a la confiscación de los ahorros para la vejez en las AFJP en 2008. Demasiado ultraje. Todo eso provocó una gran pérdida de confianza en la gente, que pasó a no querer más pesos y comprar todos los dólares que el Gobierno pusiera en el mercado para atender pagos externos.

A partir de ahí y el alocado financiamiento del fisco desde el BCRA (casi US$ 90.000 millones en 4 años desde 2010 cuando el gobierno tomó por "asalto" al BCRA) se perdieron más de US$ 16.000 millones de reservas y la inflación superó el umbral del 25% anual y se instaló cómodamente allí.

Y fruto del estancamiento de la actividad económica, la recaudación de impuestos ha comenzado a caer en términos reales, cosa que amenaza con agravar el cuadro de déficit fiscal (ya es el tercero más grande del último cuarto de siglo ($ 350.000 millones o un 7,0% del PIB), solo superado por el de la hiperinflación y el de 2001), inflación y pérdida de reservas.

¿Qué hacer?

Hay que deshacer las causas de la crisis. Hace falta volver al equilibrio fiscal, salir de una década de tasas de interés reales negativas, moderar los ajustes salariales, devaluar para recuperar el atraso cambiario y cuando todo eso se haya hecho, será posible eliminar el cepo y restablecer un mercado único y libre de cambios. ¿Quién traerá un dólar a la Argentina si después no se lo puede llevar al exterior de nuevo?

¿Lo hará el Gobierno? Si lo hace, tal vez lo haga parcial y discriminatoriamente, procurando hacer justicia, esto es que el ajuste recaiga solo sobre los que pueden pagarlo. Pero esta alternativa también está agotada. Ya no se puede subir más los impuestos. El que está en blanco en la Argentina paga el equivalente al 50% de presión impositiva, récord en la historia argentina y de las más altas del mundo, lo cual es un disparate si tenemos en cuenta que somos un país de ingresos medios (lejos de los ricos) y que de esos impuestos no le vuelve casi nada como bienes públicos porque son casi en su totalidad una gran transferencia a los muchos desempleados encubiertos que trabajan en el Estado, a los jubilados, a los subsidiados de la energía y a los que viven de planes asistenciales.

¿Lo hará la próxima administración?

Sería conveniente. Cada minuto que pase sin hacerlo desde que asuma, es un minuto menos que tendrá derecho a echarle la culpa a la herencia recibida de los Kirchner y comenzará a ser responsabilidad suya.

Si no se hace lo que debería hacerse, de todas maneras el ajuste ocurrirá como tantas veces en el último medio siglo, de manera desordenada y con costos sociales mucho mayores. Porque si se postergan y discriminan los ajustes, irá quedando en el camino el sector productivo más eficiente.

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Gran parte de sus activos están destinados a ser prestados a un gobierno defaulteador

JOSÉ LUIS ESPERT | DESDE BUENOS AIRES

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