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Que veinte años no es Nada... (II)

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Hace dos lunes comencé a compartir con ustedes las reflexiones realizadas en la conferencia en la que celebramos los veinte años de este suplemento.

Vimos entonces lo principal de dicho período y llegamos hasta el día de hoy. Veamos ahora cómo se pueden imaginar los próximos veinte años, a partir del presente.

Desigualdad.

Un presente que a pesar de seguir a un período de crecimiento extraordinario y con gobiernos "progresistas" con el foco puesto en la equidad, nos tiene con una situación crítica en materia de desigualdad, en un país en el que conviven dos sociedades. Esa desigualdad queda en evidencia en los resultados de las pruebas PISA, y es considerablemente mayor a la desigualdad informada por los índices de Gini. O sea que cabe anticipar que en el futuro, los actuales jóvenes padecerán una desigualdad mayor a la de sus padres. También queda en evidencia la enorme desigualdad, a partir de los índices de desarrollo humano (IDH), con resultados propios del primer mundo (IDH mayor a 0,8) en barrios no muy alejados de otros con indicadores de desarrollo humano muy bajo, como en algunos países de África (IDH en el entorno de 0,3). Y queda claro que la enseñanza es factor clave de la desigualdad cuando debería serlo de lo contrario.

Además de esa mochila pesada en el punto de partida, y con tendencia a empeorar en el futuro previsible, ¿qué tenemos para nuestro desempeño futuro, en los próximos veinte años? Tenemos virtudes para afirmar y defectos a superar.

Consensos.

Tenemos políticas de Estado o de país, positivas y negativas, comunes a la mayor parte del sistema político, que parecen demostrar que quienes se han venido sucediendo en el gobierno son más parecidos que distintos entre sí. En ellos suele prevalecer la importancia del rumbo por sobre la de la velocidad, siendo más generadores de lucros cesantes que de daños emergentes. Entre las políticas positivas se destaca el buscar mantener la reputación del país, sobre la base de políticas públicas razonables. Así, se procura honrar las deudas, preservar el grado de inversión y convocar a la inversión extranjera directa. Las reformas, cuando se hacen, quedan, incluso más allá de que luego venga un gobierno que en su momento, en la oposición, se opuso a ellas. Y, más allá de discursos "tribuneros", en los hechos no hay gobiernos que pretendan refundarlo todo tras asumir.

Pero también hay consensos negativos, como en el caso de la política fiscal siempre deficitaria, siempre pro cíclica, el mantenimiento de la indexación y el pretender hacerlo todo con una política monetaria débil, cayendo recurrentemente en atrasos cambiarios. También hay fracasos compartidos en lidiar con la enseñanza pública y con las necesidades de infraestructura, más allá de áreas con éxitos. Las carencias en materia de capital humano y físico son limitantes del crecimiento a largo plazo. Volviendo a la desigualdad, se trabaja razonablemente en materia de protección social pero insuficientemente en desarrollo social. Aquello del pescado y la caña…

También forma parte del común denominador la incidencia de las corporaciones y un sector público clientelista. Cambian los gobiernos y también los clientes y las corporaciones de turno, pero el problema en definitiva es el mismo. Si bien se ha mejorado con relación a antes de los setenta, siguen vigentes los rent seekers.

Hacia 2036.

Si tuviéramos que proyectarnos a veinte años de plazo, a partir de nuestra trayectoria, seguiríamos teniendo un crecimiento económico pobre, inferior al 3% anual, seguiríamos siendo lentos en la introducción de reformas y se profundizaría aquello de las dos sociedades en las que convivimos. Aún si se introdujeran los mejores cambios en la enseñanza pública, sus resultados, a nivel masivo, tardarían una generación en producirse. Y es difícil imaginar que esos cambios se puedan concretar en la presente década. Seguiríamos dependiendo intensamente de nuestros vecinos y tarde o temprano, en esos veinte años, tendríamos una crisis, aunque no tan dura como las de 1982 y 2002.

Debe entenderse que para obtener resultados distintos hay que hacer las cosas de un modo diferente y actuar en consecuencia. Hacer las cosas de un modo diferente implica tener el rumbo correcto pero también la velocidad adecuada. Y el rumbo correcto implica una agenda bastante nutrida de temas que no son triviales.

Hacer las cosas de un modo diferente implica asumir liderazgos y construir consensos. No es líder quien sólo se pone delante de la gente y va hacia donde la gente se dirige, haciendo como si los guiara, cuando en realidad la sigue. Implica que los líderes trabajen para la historia y no para la próxima elección y la siguiente y la otra, como si para ellos fuera un fin en sí mismo mantener el poder.

Soy de los que cree que el lugar en el que estamos es el que nos merecemos y que no estamos en él por mala suerte o por alguna conspiración contra nosotros. Hace cien años, como Argentina, estábamos en el "top ten" de los países del mundo en materia de ingreso per cápita. Y fuimos cayendo en el ranking, por errores propios, por malas políticas públicas. Hoy somos países de mitad de tabla.

Esto es muy malo y muy bueno a la vez. No hace falta decir por qué es muy malo, pero es muy bueno porque prueba que dependemos de nosotros mismos.

JAVIER DE HAEDO

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