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Un problema sin solución inmediata

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Carrera. Sus padres amasaron fortunas, ellos eligen su camino. Foto: Shutterstock.

Opinión

"Estimular una devaluación mayor que los aumentos de salarios nominales y de las tarifas públicas, es difícil que esté en el menú de un nuevo gobierno".

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Mucho preocupa a quienes intervienen en la actividad económica -empresarios y trabajadores- la baja competitividad de la producción de bienes y de servicios “transables”, es decir, la de exportables y la de la que sustituye importaciones.

La preocupación viene desde hace ya tiempo porque los recursos que se invierten en dinero y en tiempo tienen una ganancia que ha disminuido considerablemente desmotivando la actividad. También los trabajadores del sector privado están preocupados porque si bien los consejos de salarios les han permitido seguir subiendo su poder adquisitivo las horas trabajadas y el empleo disminuyen.

La competitividad.

Los estados de resultados de las empresas que producen transables muestran una diferencia entre los ingresos por ventas y los costos de producción y los gastos generales, en progresivo deterioro. La ganancia declina y se complica la generación de liquidez para el cumplimiento de las obligaciones financieras.

El hecho que relatamos para el sector productor de transables se puede resumir en la falta de competitividad que hoy se reconoce y que para una etapa tecnológica dada de las empresas surge por la relación entre los precios de los bienes y servicios transables y los de los no transables. Y en esa relación juegan los precios internacionales y el tipo de cambio por un lado -el de los ingresos-, y los costos salariales y de tarifas públicas por otro.

La evidencia histórica nos muestra que la falta de competitividad -también conocida como “atraso cambiario”-, preocupa primeramente, en el tiempo, a los empresarios y luego -por sus consecuencias sobre las perspectivas del empleo-, también a trabajadores y finalmente, por sus consecuencias, a las propias autoridades.

Cuando se admite por parte de empresarios y autoridades que existe atraso cambiario la reacción lógica es por una parte, pedir una aceleración del ritmo devaluatorio de la moneda ya que el precio mundial de los productos que se exportan o se producen localmente sustituyendo importaciones, solo circunstancialmente aumentan.

Más devaluación implica más ingresos en moneda local para esos productores e incluso una protección mayor para los segundos. Pero la evidencia empírica nos dice también, que un ritmo devaluatorio mayor al mejorar los ingresos de los productores también aumenta los precios para los trabajadores que, más tarde o más temprano, se trasladan a los salarios y a los precios de otros no transables. Se anula así, el efecto favorable de la aceleración de la devaluación.

"Estimular una devaluación mayor que los aumentos de salarios nominales y de las tarifas públicas, es difícil que esté en el menú de un nuevo gobierno"

Jorge Caumont grande
Jorge CaumontEconomista

Es cierto que la evidencia también nos muestra que si la competitividad cae por mucho tiempo y de manera acentuada, se crea un problema de actividad seguido de un deterioro fiscal y una gran devaluación finalmente ocurre.

Pero también la historia nos muestra que el efecto sobre la competitividad de un desenlace como el señalado no dura para siempre sino que se diluye al cabo de un cierto lapso sea porque la inflación y el alza de los salarios “persiguen y agarran” -catch up- a la devaluación o porque las autoridades frenan su intención de mejorar a través del mercado al tipo de cambio real para evitar presiones inflacionarias y el descontento de los trabajadores.

En nuestro país tenemos la suficiente evidencia del relato que he realizado. Tras la devaluación de 2002 cuando el dólar tocó casi el mismo nivel de hoy, más de tres lustros después, circunstancias mundiales como los problemas económicos en Estados Unidos -por crisis de hipotecas en 2006 y quiebras de bancos en 2008-, llevaron a una reducción nunca vista de su tasa de interés de referencia que provocó la apreciación de las monedas de los emergentes y en particular del peso uruguayo al tiempo que, también influyó para el aumento de los precios de los commodities entre otros.

La diferencia entre ingresos de productores transables y costos de producción fue mejorando y ello dio mayor espacio para la suba de los salarios nominales al tiempo que, por “carry trade” -debido a diferencia de tasas de interés-, comenzaba en Uruguay la presión a la baja del tipo de cambio.

La reversión de entonces en la relación de precios de transables en términos de no transables se ha extendido por bastante tiempo al punto que hoy la competitividad de la producción exportable y de la que sustituye importaciones es, como señalara al comienzo y como se escucha generalizadamente, muy baja. En algo menos de tres años el aumento de los salarios en dólares ha llegado al 21% y si consideramos plazos más extensos la situación es más expresiva: desde hace once años el aumento ha sido 83%. También contribuye a la baja competitividad el comportamiento de las tarifas públicas.

El futuro.

Una visita hoy al estado de resultados de una empresa productora de transables nos permitiría entonces concluir que son preocupantes los resultados que provoca el atraso cambiario: declinación de la ganancia, menor inversión, menor actividad y menor número de horas trabajadas entre otras consecuencias.

En 2019, un año electoral, la reversión de la situación no ocurrirá. Estimular una devaluación mayor que los aumentos de salarios nominales -bajando la tasa de interés en pesos-, y de las tarifas públicas -no usándolas con fines fiscales- no está en el menú de la actual administración y es muy difícil que esté en el de un nuevo gobierno. Esperemos que, ante perspectivas de un escenario de precios internacionales estancados la adecuación de la competitividad sea distinta a como ocurrió en ocasiones anteriores.

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