Publicidad

Trump también abusa de su poder para imponer aranceles

Compartir esta noticia
Foto: Reuters
KEVIN LAMARQUE

OPINIÓN

Este es el caso: Donald Trump ha abusado del poder que le otorga su cargo para amenazar a un aliado de Estados Unidos.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Tal vez esa amenaza sea ilegal, pero su renuencia a elaborar documentos sobre el proceso de su decisión es ilegal en definitiva. Además, sus aseveraciones sobre los motivos de sus acciones son irrisorias.

Tal vez ustedes crean que estoy hablando del intento de Trump de presionar a Ucrania, al frenar su ayuda, para que enlodara políticamente a Joe Biden y el subsecuente encubrimiento: ya conocen el asunto por el que se le ha sometido a juicio político (y que la mitad de los estadounidenses creen que debe dar como resultado su destitución). Pero existe otro caso de alguna manera similar: sus amenazas constantes de imponer aranceles prohibitivos a las importaciones de automóviles procedentes de Europa.

De acuerdo, el caso de los aranceles para automóviles no es tan repugnante como el de Ucrania, y plantea una amenaza menos directa a unas elecciones justas. Pero, sin duda, es parte del mismo síndrome: abuso del poder presidencial, menosprecio al Estado de derecho y falta de honestidad acerca de sus motivaciones.

Veamos algunos antecedentes: en Estados Unidos, los aranceles —impuestos sobre las importaciones— por lo general se establecen de la misma forma en la que fijamos otros impuestos, mediante una legislación que debe aprobar el Congreso y luego debe firmar el presidente. No obstante, la ley le otorga al presidente la discrecionalidad para imponer aranceles provisionales bajo ciertas circunstancias, por ejemplo, brindarle a las industrias estadounidenses un respiro frente a oleadas repentinas de importaciones, combatir los subsidios a las mercancías de exportación extranjeras o proteger la seguridad nacional (Sección 232).

Hasta que llegó Trump, eran poco comunes los casos en que se recurría a la Sección 232. Sin embargo, para imponer aranceles ha utilizado, con desenfreno y sin ningún respeto a la verosimilitud, la justificación de amenazas a la seguridad nacional. ¿De verdad el aluminio de Canadá plantea una amenaza a la seguridad nacional?

Y así fue como en 2018 el gobierno de Trump anunció que iba a comenzar una investigación de la Sección 232 para las importaciones de los automóviles que procedían especialmente de Europa y Japón. Todos los expertos en comercio que conozco consideraron que era absurda la idea de que los autos alemanes o japoneses constituyeran una amenaza para la seguridad nacional. No obstante, en 2019 un informe del Departamento de Comercio concluyó que las importaciones de los automóviles sí ponían en riesgo la seguridad nacional.

¿Cuál fue el fundamento de esa conclusión? Pues en realidad no lo sabemos, debido a que el gobierno de Trump se ha negado a publicar el informe.

Es evidente que este obstruccionismo es ilegal. El estatuto requiere que todas las partes del informe del Departamento de Comercio que no contengan información clasificada o privilegiada se publiquen en el Registro Federal y es difícil creer que alguna parte del informe contiene información de ese tipo, no digamos todo el documento. Además, el mes pasado, el Congreso insertó una norma en un proyecto de ley de erogaciones que requiere específicamente que el gobierno de Trump entregue el informe.

¿Por qué Trump no obedecería la ley y no entregaría ese documento? Yo creo que su gobierno tiene miedo de que alguien vea el informe del Departamento de Comercio porque es vergonzosamente pobre e incompetente. Con sinceridad, tengo algunas dudas acerca de la mera existencia de ese informe. Recuerden que el Departamento de Comercio está dirigido por Wilbur Ross, a quien los lectores de mi colega Gail Collins consideraron el peor miembro del gabinete de Trump, la cual es una distinción importante en vista de tanta competencia.

Además de todo, ¿por qué Trump quiere imponer aranceles a los automóviles europeos? Es evidente que esto no tiene nada que ver con la seguridad nacional, pero ¿a qué se debe en realidad?

Una parte de la respuesta puede ser que el autodenominado Hombre de los Aranceles todavía cree que el proteccionismo reactivará al sector manufacturero estadounidense, pese a que las pruebas afirman que su guerra comercial tuvo el efecto contrario.

Aparte de eso, parece que Trump intentó usar la amenaza de los aranceles sobre los automóviles con el fin de coaccionar a los países europeos para que lo respalden en su enfrentamiento con Irán. Por cierto, esta es una violación inequívoca tanto de la ley estadounidense, que no le otorga discrecionalidad al presidente para imponer aranceles por razones no relacionadas con la economía, como de nuestros acuerdos internacionales que prohíben este tipo de acoso.

Además, hay que recordar que los países que Trump estaba tratando de coaccionar son o fueron algunos de nuestros aliados más importantes, una parte de la coalición de democracias a las que llamábamos mundo libre. En la actualidad, nuestros antiguos aliados ya no pueden considerar a Estados Unidos como un socio confiable, ni en lo que respecta al comercio ni en ningún otro asunto. Claro que quizás eso no le importa a Trump, quien prefiere a los autócratas como Vladimir Putin y Mohamed bin Salmán.

Así que, ¿cómo debemos tomar el caso de los aranceles sobre los automóviles? Por un lado, es parte del asunto general de la guerra comercial de Trump, la cual ha hecho que suban los precios para los consumidores estadounidenses, ha dañado a las empresas y a los agricultores del país y, al generar incertidumbre, ha desalentado las inversiones privadas.

No obstante, yo diría que estas consideraciones económicas son mucho menos importantes que los aspectos políticos. El comportamiento infractor de Trump con respecto a los aranceles sobre los automóviles es parte de un patrón más general de abuso de poder y menosprecio al Estado de derecho.

En todos los ámbitos, Trump trata a la política estadounidense como una herramienta que puede utilizar como él quiera, para favorecer sus propios intereses, sin pedir la aprobación del Congreso o sin siquiera informarle sobre lo que hará ni por qué.

En esencia, el hombre que ocupa la Casa Blanca funciona bajo el principio de que el Estado es Trump, lo cual nadie que crea en los ideales de Estados Unidos debería aceptar.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad