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¿Por qué Trump quiere degradar a la FED?

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Reserva Federal. Foto: AFP

Opinión

Hasta donde sé, la Reserva Federal (la institución más importante del mundo en cuanto a decisiones sobre política económica) no tiene himno. Sin embargo, si adoptara uno en este momento, su elección obvia tendría que ser “Send In the Clowns” (Que entren los payasos).

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La Junta de Gobernadores de la Reserva Federal tiene dos vacantes, y Donald Trump propuso cubrirlas con personas de una ineptitud ridícula. Si se sale con la suya, uno de los pocos refugios que le quedaban a Estados Unidos, de donde aún surgen políticas serias y sin influencias partidistas, comenzará a convertirse en una institución tan corrupta y disfuncional como el resto del gobierno del presidente Trump.

Por supuesto, Stephen Moore y Herman Cain no cuentan en absoluto con la preparación necesaria para el cargo, y digo “por supuesto” porque su falta de estudios es, paradójicamente, el punto clave que los convierte en buenas opciones, no solo en opinión de Trump, sino del Partido Republicano en general.

Hay suficientes expertos monetarios genuinos con tendencias políticas conservadoras, algunos de ellos bastante partidistas. No obstante, los republicanos modernos han demostrado una y otra vez que prefieren ignorar a esos expertos, quizá porque piensan que cualquiera con experiencia real o reputación independiente puede llegar a tener la tentación de ser fiel a sus principios.

Con Moore y Cain no corren ese riesgo. De hecho, el aspecto que parece haber convencido a Donald Trump de su idoneidad es su evidente disposición a cambiar por completo sus posturas si les resulta conveniente en términos políticos.

Ambos adoptaron posturas inflexibles durante el gobierno de Barack Obama y exigieron tasas de interés más elevadas a pesar de que las cifras de desempleo eran muy altas. Ahora, ambos han criticado a la Reserva Federal por no imprimir más dinero en vista del bajo desempleo, solo porque eso es lo que quiere Trump.

Hecha esa aclaración, debo señalar que sí hay una diferencia entre estos dos hombres.

Escribí acerca de Moore hace unas semanas, así que ya hice notar que desde hace mucho tiempo ha sido una figura destacada dentro del movimiento conservador; en esencia, es un ejemplo clásico del inepto de derecha que intenta (con total incompetencia) presentarse como todo un experto económico. Cain, por otro lado, es un rey del correo basura cuyo modelo de negocios incluye poner su lista de correos electrónicos a disposición de comerciantes directos.

Dicho de otra forma: desde hace algunos años, Moore se ha dedicado a predecir que los recortes fiscales tendrán resultados mágicos, a proponer cifras económicas falsas y dar discursos para FreedomFest. Por su parte, Cain ofrece una plataforma a vendedores de planes para hacerse rico y remedios para la disfunción eréctil. Así que el hecho de que Trump parezca considerarlos a ambos aliados valiosos dice mucho de él.

¿Qué quiere el presidente Trump? Supongo que intenta mofarse de la Reserva Federal porque su único éxito legislativo importante, la reforma fiscal de 2017 con la que prometió darle “un tremendo impulso” a la economía, ha sido una decepción, no solo en lo económico sino, en especial, en lo político.
Es cierto que el crecimiento económico de Estados Unidos experimentó cierto aumento durante dos trimestres el año pasado, y los trumpistas todavía fingen estar convencidos de que observaremos un gran crecimiento durante una década. No obstante, en este momento, el crecimiento del año pasado parece haber sido solo un alza repentina, breve y de rápida desaparición.

Por su parte, los recortes fiscales todavía son impopulares, en parte porque muy pocas personas recibieron algún beneficio personal, y también porque a los electores parece preocuparle menos pagar mucho que tener la sensación de que los ricos, los más beneficiados con los recortes de Trump, pagan muy poco.

Algunos dirigentes considerarían este tipo de decepciones como razones suficientes para cambiar el rumbo. Pero no Trump: cuando las cosas salen mal, solo le echa la culpa a alguien más. Así que ahora insiste en que todo habría sido fenomenal si la Reserva Federal no hubiera frustrado sus planes.

Existen buenos fundamentos para decir que el juicio de la Reserva Federal sobre la fortaleza de la economía no fue acertado, que elevó las tasas de interés demasiado rápido y que la economía estaría en mejor posición si no hubiera tomado esa decisión. De hecho, coincido con este argumento.

Pero eso no es lo que Trump ha dicho. Lo que quiere es que la Reserva Federal actúe como si todavía estuviéramos en medio de una depresión profunda; quiere que recorte las tasas y vuelva a aplicar las políticas de emergencia que aplicó (y, por cierto, él condenó) cuando el desempleo era de más del doble que en la actualidad. También insiste en que así la economía se convertiría en el “cohete” que prometió en un principio.

Hasta para quienes no recomiendan comprar oro ni favorecen las tasas de interés altas para controlar las presiones de la inflación, resulta evidente que estas exigencias son de lo más irresponsables. De hecho, siguen el estilo del “populismo macroeconómico” que en varias ocasiones ha provocado desastres económicos en Latinoamérica, de los cuales Venezuela es el ejemplo más reciente.

Imprimir dinero para combatir una depresión, como hizo la Reserva Federal tras la crisis financiera, es una acción prudente y sensata; poner a trabajar la imprenta porque no quieres aceptar que tus políticas no producen milagros económicos es totalmente distinto, y siempre trae consecuencias terribles.

Eso sí, incluso colocar a Moore y a Cain en la Junta de la Reserva Federal quizá no sea suficiente para empujar a Estados Unidos al precipicio monetario. Hasta ahora, los mercados no parecen inquietos ante la posibilidad de que la inflación se salga de control.

Con todo, quizá los inversionistas deberían estar por lo menos un poco preocupados ante el espectáculo de un presidente que prefiere designar ineptos y degradar la integridad de la Reserva Federal antes que admitir que sus políticas no funcionan como prometió. Los mecanismos para ajustar políticas en Estados Unidos se parecen cada vez más a los de un régimen corrupto del tercer mundo. Por desgracia, tarde o temprano, sufriremos las consecuencias.

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