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Una trinidad peligrosa

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Banco Central argentino. Foto: Archivo El País

Desde el lanzamiento del cepo cambiario a fines de 2011, la economía argentina ha alternado de manera exacta un año por medio entre recesiones y recuperaciones, coincidiendo las primeras con los años pares y las segundas con los impares, y éstas últimas con años de elecciones que es precisamente cuando los motores populistas se encienden más todavía respecto del régimen que llevamos desde hace 70 años, cuando Perón hizo su aparición estelar en el firmamento argentino.

Luego de que Cristina Kirchner fuera reelegida como presidenta en octubre de 2011, 2012, en gran parte por la desconfianza generada por el cepo al dólar, fue un año recesivo. 2013, otra vez año de elecciones, esta vez las legislativas que marcaron la aparición estelar del ex kirchnerista Sergio Massa, fue un año de expansión económica. 2014 fue recesivo. 2015, expansivo (las elecciones que llevaron a Macri a la presidencia) y en 2016 el gobierno de Macri, a su particular manera, se tuvo que hacer cargo de aquella "Argentina fácil" que según Cristina nos dejaba para regocijo de todos los argentinos.

Como es sabido, el peronismo dificulta todo lo posible que los partidos no peronistas gobiernen y en el peor de los casos directamente son destituyentes. La saben de sobra los radicales que, además de sus méritos, dos veces desde que retomamos el camino democrático, el peronismo los empujó desde el sillón de Rivadavia hasta las afueras de la Casa Rosada.

Hoy ya estamos con los trabajadores bancarios en pie de guerra, los maestros, los de la industria metalúrgica y por si fuera poco los gobernadores de provincia peronistas pidiendo una ley de coparticipación para que se les dé más dinero.

Pero me quiero concentrar en el tema salarial que es el que está detrás de muchos de los reclamos sectoriales que se observan hoy, y su potencial impacto inflacionario.

El postulado de que la inflación es un fenómeno monetario es de los más probados con métodos provenientes de las ciencias duras como la econometría. Así que no vamos a poner en tela de juicio a la ciencia. Esto es cierto desde lo conceptual o sea en el largo plazo. En el corto plazo, la suba de salarios bien puede ser una de las causas de la suba de precios o inflación y ésta bien puede ser causa de la emisión monetaria y no al revés como es en el largo plazo.

Supongamos que el gobierno decreta un aumento de salarios (a los fines prácticos sería equivalente a que en paritarias se acuerde una suba de igual magnitud). El empresario que maximiza beneficios y que ve que nada ha cambiado en su empresa que justifique pagar más a sus empleados y sabiendo que los trabajares prefieren un mal salario real a estar desempleados (la oferta de trabajo es más inelástica que la demanda), sube los precios para pagar el aumento de salarios. Esa suba de precios hace caer la cantidad real de dinero, subir la tasa de interés, caer la demanda de consumo y de inversión y generar así recesión o caída de la actividad económica.

Es probable entonces que la presión política y más en años electorales, lleve a reclamar una política monetaria más "acomodaticia" a la suba de precios, y que el BCRA emita el dinero necesario para convalidar la suba de precios…y de salarios. De esta manera, la emisión monetaria es "causada" por la suba de precios y salarios. Luego, si el experimento se repite una y otra vez, tendremos suba sistemática y permanente de los precios y salarios nominales y emisión de dinero también sistemática y permanente.

Obviamente que si el BCRA no hubiera emitido, la inflación no se habría dado. Sólo hubiéramos tenido recesión al ser la cantidad real de dinero menor que la necesaria para financiar el mismo nivel real de transacciones. Por eso es que en definitiva la inflación es un fenómeno monetario, aunque puede haber desviaciones de corto plazo provocadas por la política u otros eventos que no debemos soslayar.

Hoy en Argentina el gobierno aspira a que en 2017 la economía crezca 3,5%; el BCRA tiene una meta de inflación (inflation targeting) del 12-17%, pero las demandas salariales en los distintos convenios colectivos tanto estatales como privados, no bajan del 30%. Todo esto podría ser un ejemplo de lo comentado más arriba.

Las tres cosas juntas es muy difícil de conseguir. Es como una trinidad imposible. De esas que abundan en Economía y que el persistir en ellas, sólo puede traer complicaciones. Una recesión, por ejemplo…en año electoral. Nada conveniente para el gobierno.

Por lo tanto, a Macri le quedan dos opciones razonables y responsables. Termina aflojando la cantidad de dinero a través de la tasa de interés objetivo de política monetaria cerca de la negociación salarial, haciendo que la inflación supere holgadamente la meta del 12-17% para que la actividad económica crezca de acuerdo con la estimación oficial de 3,5%, o los salarios en vez del 30% se ajustan mucho más abajo, cerca del objetivo de inflación y se sacrifica la meta de crecimiento económico por un número mucho menor. Pero salarios al 30%, emisión al 12-17% y economía creciendo al 3,5% es difícil y tampoco aconsejable ¿El riesgo? Una recesión económica o estancamiento en año electoral.

De todas maneras, a no engañarse. Lo que está mal acá es un tema de fondo. Un Banco Central independiente del resto de la política económica al que se lo pone a bajar la inflación de la manera que se le plazca con el gobierno: al mismo tiempo devaluando la moneda, ajustando tarifas y un déficit fiscal record de más de 8% del PIB es totalmente inconsistente. Los bancos centrales independientes (y más un inflation targeting) son para países con déficit manejables e inflación de un dígito (en vez de Argentina, de 40% el año pasado).

Argentina es decadente por su desprecio a las leyes económicas que nadie discute en el mundo civilizado y lo descripto en estas líneas es una clara demostración que seguimos sin aprender demasiado.

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Banco Central argentino. Foto: Archivo El País

JOSÉ LUIS ESPERT

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