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Tres factores que inciden negativamente en la evolución económica 2021

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Foto: Pixabay

TEMA DE ANÁLISIS

La progresiva y asimétrica recuperación estará condicionada por la evolución de la pandemia.

Meses atrás, las perspectivas de la economía para 2020 y 2021 no eran malas, en términos relativos a la región y el mundo, considerando el buen desempeño de Uruguay frente a la pandemia. El FMI proyectaba para 2020 caídas del 10% en Europa, 8% en EE.UU. y 9% en Latinoamérica, mientras que, en agosto, el Ministerio de Economía y Finanzas proyectó una caída del PIB del 3,5% para 2020 y una recuperación del 4,3% en 2021. Si bien eran algo más optimistas, las proyecciones no se encontraban desalineadas con lo esperado por los analistas consultados por el BCU (-3,7% en 2020 y +3,9% en 2021).

Sin embargo, posteriormente tres factores incidieron (negativamente) en las expectativas de cara al resto del año y al próximo.

En primer lugar, en setiembre se conocieron las cifras relativas al segundo trimestre del año y fueron algo peores a lo previsto. En el primer semestre del año, la economía se ubicó un 6% por debajo del mismo período de 2019 y, a excepción de “transporte, almacenamiento y telecomunicaciones” que creció un 6%, todos los sectores de la economía mostraron fuertes contracciones. Ello determinó que para caer un 3,5% en 2020, la economía deberá ubicarse en el segundo semestre solamente un 1% por debajo del nivel de 2019, algo poco probable.

En segundo lugar, luego de mostrar un fuerte deterioro en los meses de abril y mayo, y de recuperarse fuertemente en junio, la mayoría de los indicadores adelantados de la economía siguieron recuperándose en los siguientes meses, pero a un ritmo sensiblemente menor.

Las exportaciones cayeron un 25% en abril-mayo, se recuperaron en junio, pero cayeron nuevamente un 19% en julio-agosto y un 4% en setiembre-octubre. La recaudación de IVA cayó un 10% en abril-mayo, creció un 1% en junio-julio, pero volvió a caer un 4% en agosto y un 2% en setiembre. Por su parte, la industria manufacturera (sin refinería) se recuperó en junio, pero perdió fuerza en los meses de julio-agosto y recién alcanzó los mismos niveles de 2019 en setiembre. En la misma línea se ubicaron los indicadores del mercado laboral; fuerte recuperación en junio y una lenta y progresiva mejora a partir de julio. El ingreso medio real de los hogares continúa un 9% por debajo del nivel de 2019.

Finalmente, se sucedieron algunos hechos relacionados a la pandemia con fuertes implicancias en la economía y sus expectativas. Se suspendió la temporada turística (con fuerte impacto económico en diciembre-marzo) y se produjo un rebrote a nivel global de la pandemia, en particular en Europa, que pintó un panorama algo más pesimista hasta tanto no se efectivice la distribución de las vacunas recientemente anunciadas.

Éstos hechos tuvieron un impacto negativo en las perspectivas económicas para 2020 y 2021, acentuando la caída esperada en 2020 y reduciendo la recuperación en 2021. En noviembre, los analistas consultados por el BCU proyectan una caída de 4,3% en 2020, consistente con que en el segundo semestre la economía se ubicaría un 3% por debajo del nivel de 2019, y una recuperación de 3,4% en 2021.

Existe cierto consenso en que la recuperación será muy diferente entre sectores, y será más lenta en los sectores más intensivos en trabajo, a excepción de la construcción.

Las telecomunicaciones —que continúan creciendo— y la construcción serán claros ganadores. Luego de caer un 4% en el segundo trimestre, las ventas de cemento al mercado interno crecieron un 11% en el tercer trimestre y un 29% en octubre.

Por su parte, las actividades primarias se beneficiarán de un contexto externo algo más positivo. Los precios de los principales productos de exportación de Uruguay (en particular de la soja) han evolucionado favorablemente, en línea con la fuerte recuperación de la economía China, el principal destino de nuestras exportaciones. Resta ver la magnitud del potencial impacto que tendría una sequía prolongada en 2021.

Las industrias manufactureras, que solamente crecieron un 2,8% entre 2014 y 2019, no se verán muy afectadas por las medidas sanitarias que restringen la actividad, pero su recuperación será algo más lenta, con menores niveles de empleo y dependerá de la recuperación de las economías en donde se coloca la producción.

“Comercio, reparaciones, restaurantes y hoteles” no se recuperará completamente hasta tanto no se supere la pandemia, con sus restricciones sanitarias y sus efectos indirectos en la economía que derivan en una caída en el ingreso de los hogares. A su vez, la situación económica de Argentina continuará impactando negativamente en los flujos de turismo, y no es posible asegurar que la temporada 2021-2022, incluso sin pandemia, será auspiciosa.

El contexto internacional tendrá un impacto mixto en la economía uruguaya. La economía argentina caerá en torno al 12% en 2020 y no se recuperará hasta tanto no procese los ajustes pendientes, en particular su nivel de gasto público. El escenario para la economía brasileña es algo más positivo —caería un 4,7% en 2020 —, pero aún resta ver en qué forma procesará el ajuste de sus cuentas públicas (el déficit fiscal alcanza el 14% del PIB) y que profundidad tendrán sus reformas “pro-mercado”. En ambos casos, la paridad cambiaria no nos favorecerá.

Por otra parte, como fue mencionado, el buen desempeño de la economía China tendrá un impacto positivo importante en la recuperación de las economías emergentes como fuerte demandante de commodities. El mapa de precios será favorable para Uruguay, en tanto el precio del petróleo seguirá bajo y el de los alimentos tendrá un sesgo al alza.

Por último, la tasa de interés internacional jugará a nuestro favor ya que se espera que se mantenga cercana a cero hasta 2023. Por un lado, nos impactará favorablemente en la medida en que el déficit fiscal podrá ser financiado a tasas menores y dará más aire y tiempo al gobierno para consolidarlo, y por otro, hará rentables proyectos de inversión que no serían rentables con una tasa mayor.

El 2021 será un año clave para encaminar las múltiples reformas que necesita la economía, en particular la necesaria reforma de la seguridad social, que será difícil de concretar más adelante cuando los tiempos electorales apremien.

A su vez, no será posible que la tasa de inflación anual converja a los niveles planteados (4%-5%) si no se logra reducir los niveles de indexación de la economía. La negociación salarial que comenzará en julio de 2021 (independientemente de su nivel) será clave para anclar las expectativas en ese sentido.

Por último, será importante sentar las bases que permitan luego crecer a tasas en torno al 4% en 2023 y 2024, como fue planteado en la ley de presupuesto. Más apertura comercial, menores distorsiones en el sector no transable, léase menor burocracia y regulaciones ineficientes, y en el sector transable en forma de subsidios cruzados, fundamentalmente a través de tarifas.

(*) Nicolás Cichevski. Gerente del Área de Consultoría Económica de Grant Thornton Uruguay y Paraguay.

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