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TOC, más que TikTok

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Foto: Reuters

OPINIÓN

La guerra comercial, económica y geopolítica de EE.UU. y China.

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es un trastorno de ansiedad, caracterizado por pensamientos intrusivos, recurrentes y persistentes, que producen inquietud, aprensión, temor o preocupación, y conductas repetitivas denominadas compulsiones, dirigidas a reducir la ansiedad asociada.

Así, como una obsesión compulsiva ha transcurrido el vínculo entre China y EE.UU. durante el período de gobierno de Donald Trump. Y en tiempos donde el barco global se hunde y la crisis se generaliza, las dos principales economías, lejos de procurar cooperar, siguen tocando sus melodías estratégicas como si nada ocurriera. El mundo mira absorto, rehén saturado, cómo suena la campana de nuevos rounds de la mal llamada guerra comercial, que ahora abarca conflictos económicos entre las dos potencias.

No se pueden obviar los contextos locales en ambos países. Es posible encontrar allí algunas causas del recrudecimiento del conflicto. China, que ha sido el origen del COVID-19, ha dedicado tiempo y recursos para amortiguar impactos negativos sobre su “imagen país”. EE.UU., sumido en una profunda e inesperada crisis económica, dominado por el desempleo (11,1%), se embarca en una campaña electoral que tiene el Presidente Donald Trump como posible gran perdedor. Desde el año 1900 a nuestros días, solo 4 presidentes no lograron la re-elección. Trump lo sabe. Entiende que una derrota electoral sería un fiasco histórico, un fracaso. Mientras las encuestas comienzan a volcar su favoritismo en el Demócrata y ex vice de Obama, Joe Biden, el actual mandatario Donald Trump vuelve a apelar a la estrategia nacionalista, al discurso confrontativo; y China es la excusa perfecta.

Guerra tecnológica

En nuestra última columna dábamos cuenta cómo se habían valorizado en el mercado empresas con contenido tecnológico, muy a pesar de la pandemia. Para reforzar esta idea, uno de los más recientes capítulos del enfrentamiento entre EE.UU. y China tiene como protagonista a la nueva app de videos cortos “TikTok” de origen chino, que ya ha sido bajada más de 2 mil millones de veces y encabeza junto a Zoom el numero de bajadas en el segundo trimestre de 2020. La aplicación de origen China que promete desbancar a las redes sociales más utilizadas, venía siendo cuestionada en EE.UU., al punto que Trump reiteró su intención de prohibirla. Otros países, ya se han alineado a la idea Norteamericana como India y ahora Japón, en un claro guiño a Estados Unids.

Detrás de TikTok aparecen otras 58 aplicaciones del mismo origen, que correrían la misma suerte.

El proceso de globalización implica, para EE.UU., promover y alentar de algún modo sus emprendimientos globales, pero debería implicar aceptar diseños de otros orígenes.

Guerra económica

No puede escaparnos que detrás de este conflicto bipolar, existen razones políticas, geopolíticas pero sobretodo económicas. China será, tarde o temprano, la principal economía mundial, mientras el modelo americano pareciera relegarse.

La crisis no está golpeando a todos por igual. Los datos del segundo trimestre en EE.UU. muestra un desplome histórico del 32,9% de su producto bruto interno (anualizado), mientras que en China el PIB creció un 3,2% superando expectativas. Ha mostrado tener una economía más resiliente y con otros amortiguadores.

Las últimas proyecciones del Fondo Monetario Internacional son elocuentes. Mientras China lograría escapar a la recesión este año con un incremento de su PIB del 1%, EE.UU. caería un dramático 8%. Mientras tanto, el desempeño en 2021 mostraría una recuperación en EE.UU. del 4,5% mientras que el producto chino crecería 8,2%. Son diferencias demasiado notorias como para apuntar todas la baterías hacia allí.

El camino de la cooperación

La cooperación entre ambas potencias parece hoy algo lejano, inclusive si se proyecta una era “post Trump”. Sin embargo, es posible que en ese hipótetico camino alternativo, ambas potencias tengan más para ganar que para perder. Se necesitan mutuamente: empresas de EE.UU. están teniendo un extraordinario desarrollo en terreno chino, como el caso de Tesla. La industria tecnológica norteamericana precisa de los dispositivos elaborados en China para ser competitiva y exportar al resto del mundo. Para EE.UU. deberían ser prioritarias las relaciones con América Latina, quizás más que con China. Nuestro continente representa tres veces más de exportaciones para la industria de Estados Unidos que el país asiático.

En este sentido y contexto, la administración ha anunciado la intención de promover la migración de empresas norteamericanas desde sus posiciones en Asia hacia América Latina, lo que han dado llamar “nearshoring”. La elección no es casual, China ha sido un activo inversor en el continente y ha financiado proyectos relevantes en la región.

No somos indiferentes

Para nuestro país estos escenarios no pueden ser mirados con indiferencia. China se ha consolidado como nuestro principal destino de exportación de bienes y Estados Unidos se ha constituido en el tercer destino de nuestros productos. Desafíos múltiples para nuestra producción. Mientras las exportaciones a China muestran un acentuado descenso (-41%), las colocaciones a EEUU reflejan, aún en crisis, un incremento del 15%.

Las caídas de las exportaciones a China están básicamente concentradas en menores volúmenes colocados de carne y soja. Sin embargo, otros países están consiguiendo entrar con fuerza, tal es el caso de Argentina y Brasil. China no compra menos, le compra menos a Uruguay. Y ese debe ser un llamado de atención.

La definición oficial es mostrar un equilibrio neutral. No podríamos darnos el lujo de alinearnos a riesgo de perder posiciones en algún mercado. Para ello hay que zurcir con fuerza nuestros vínculos internacionales, aunque sea vía zoom.

(*) Director de UCU Business School.

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