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Cómo la tecnología salvó a la economía china

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Foto: Reuters
© Jianan Yu / Reuters

Ascenso inesperadamente veloz de una nueva economía digital

China está creando de manera efectiva una nueva cultura de consumo detrás de muros proteccionistas, como una herramienta de control político y un motor de crecimiento económico.

Hace poco aterricé en Shanghái y me encontré en medio de una notable revolución tecnológica en cuanto a su alcance. El escáner de pasaportes se comunica, de manera automática, con los visitantes en su lengua. Las aplicaciones de pagos digitales han remplazado el efectivo. Los extranjeros que tratan de usar dinero de papel se encuentran con las miradas confundidas de los tenderos.

Cerca de ahí, en la ciudad de Hangzhou, un hotel prototipo llamado FlyZoo usa el reconocimiento facial para abrir puertas, sin necesidad de llaves. Los robots mezclan cócteles y proporcionan servicio a la habitación. Más al sur, en Shenzhen, vimos los drones que ya están haciendo entregas de comercios electrónicos en la zona rural de China. En el centro de la ciudad, el tránsito fluía sin problemas, guiado por semáforos sincronizados y controlado por las cámaras de la policía.

Afuera de China, estas tecnologías se consideran precursoras de un “autoritarismo automatizado” con el uso de videocámaras y sistemas de reconocimiento facial para impedir que los ciudadanos violen la ley y también con una “calificación ciudadana” con el fin de clasificarlos según su confiabilidad política. Una versión avanzada se ha desplegado para contrarrestar el descontento entre los uigures musulmanes en la región continental de Xinjiang. Sin embargo, en China en general, las encuestas muestran que la confianza en la tecnología es alta y las preocupaciones sobre la privacidad se mantienen a un nivel bajo. Si la gente le teme al Gran Hermano, entonces no lo revelan.

En nuestros viajes a lo largo de la costa, muchos expresaron su orgullo por el ascenso repentino de China como potencia tecnológica.

China inició su milagro económico abriéndose al mundo exterior, pero ahora está fomentando a los gigantes tecnológicos nacionales al prohibir la competencia extranjera. Los visitantes extranjeros no pueden abrir Google o Facebook, una experiencia que provoca una extraña sensación de aislamiento, y el acuerdo comercial que el 15 de enero anunció el presidente estadounidense, Donald Trump, pospone el diálogo sobre esas barreras.

Sin embargo, a diferencia de la Unión Soviética, que falló con una estrategia similar, China está creando de manera efectiva una nueva cultura de consumo detrás de muros proteccionistas como una herramienta de control político y un motor de crecimiento económico.

Esto sucede en un momento crucial. Si miramos en retrospectiva hay que recordar que, en el año 2015, China parecía estar al borde de su primera recesión desde que hace cuatro décadas comenzó a reformar su economía. El ingreso promedio de China había alcanzado la fase de la clase media en la que a menudo se estancan las economías en vías de desarrollo. Su población en edad laboral apenas había comenzado a encogerse. El sistema crediticio desbocado, que Pekín utilizó para combatir la recesión global de 2008, había provocado que la deuda privada fuera del 230% del PIB, un aumento del 150%.

Ese fue el periodo de préstamos más grande en la historia del mundo en desarrollo y los atracones de ese tamaño siempre habían generado grandes crisis. Sin embargo, aunque el crecimiento de China se ha lentificado, de acuerdo con cifras oficiales, de los dobles dígitos en 2010 a apenas el 6%, aún no ha sufrido su primera recesión.

Lo que cambió fue el ascenso inesperadamente veloz de una nueva economía digital, que ahora está valorada en más de 3 billones de dólares, o un tercio de la producción nacional. Anclado por gigantes de Internet como Alibaba y Tencent, el sector tecnológico no solo está compensando el declive de las industrias más antiguas como las del acero y el aluminio, sino que, en gran medida, también está libre de deudas. Así que, cuanto más grande es la economía digital, más grande resulta la capacidad de China de gestionar las deudas en ascenso en la vieja economía y de mantener vivo el crecimiento.

Para 2017, la tecnología ya conformaba un porcentaje tan grande de la producción nacional en China como en Alemania. Una encuesta de la Universidad Tufts clasificó a China como la economía digital de más rápido desarrollo en el mundo. Además, el director ejecutivo de Visa citó a un regulador de Pekín diciendo que casi dieciocho meses antes, los gigantes tecnológicos del país “eran demasiado pequeños para preocuparse, y ahora son demasiado grandes para hacer algo al respecto”.

Los estudios disponibles dependen de datos de hace al menos dos años y quizá subestiman la velocidad con la que China está saltando al mundo desarrollado como una potencia tecnológica. Las investigaciones y el desarrollo se han más que triplicado a lo largo de la última década hasta alcanzar los 440.000 millones de dólares al año, más que en toda Europa. Actualmente, nueve de las veinte compañías de Internet más grandes en el mundo son chinas (junto con diez estadounidenses y una canadiense).

El crecimiento explosivo en la banca en línea está ayudando a impulsar el crecimiento anual del 20% en el crédito al consumo y un cambio tardío de la industria manufacturera de exportación al consumo doméstico como el principal motor del crecimiento económico. Establecido en 2015, el MYbank de Alibaba ya ha otorgado préstamos a dieciséis millones de clientes, incluyendo micropréstamos “3-1-0” que solo necesitan tres minutos para hacer una solicitud, un segundo para aprobarse y cero seres humanos involucrados.

La automatización está acabando con los empleos. En las tiendas de abarrotes Hema, propiedad de Alibaba, los pequeños robots blancos trabajan en el mostrador del almuerzo en lugar de los meseros. Los usuarios de los gimnasios siguen los pasos en una pantalla gigante de video integrada en el piso, sin necesidad de un entrenador. Los residentes de Shenzhen dicen que los delincuentes han sido expulsados de las calles gracias a las cámaras de vigilancia.

Sin embargo, la tecnología probablemente está creando más profesiones de las que destruye. Un artículo reciente del Fondo Monetario Internacional calcula que, después de sustraer los empleos que elimina, la digitalización conforma más de la mitad de todo el aumento de empleos. Tan solo las plataformas de Alibaba contienen millones de pequeñas compañías que, a lo largo de la última década, han añadido 30 millones de empleos —más de los que China ha perdido en la industria pesada—.

La revolución tecnológica de China se hizo posible gracias a dos de las fuerzas que se esperaba que lentificaran la economía. La población quizá esté envejeciendo, pero aún proporciona un enorme mercado en el que las empresas emergentes pueden florecer. Y aunque el crecimiento normalmente baja el ritmo cuando los países alcanzan un ingreso de clase media, en China la nueva clase media proporciona los principales clientes para los nuevos servicios móviles de internet.

Ningún otro país tiene esa combinación. India tiene la población, pero no los ingresos. Brasil tiene los ingresos, pero no la población. Además, estas sociedades democráticas también muestran muchas más sospechas sobre la vigilancia gubernamental, a diferencia de China. Tan solo hay que ver la controversia generalizada por el despliegue de identificaciones biométricas en India.

En China, por lo menos afuera de Xinjiang, la preocupación relativamente baja por los datos personales ha ayudado a impulsar el apogeo de los pagos digitales y el comercio electrónico. China es el mercado del comercio electrónico más grande del mundo por mucho, y las flotas de motocicletas pintadas con los colores de las compañías digitales de entrega cuentan con cinco a seis filas en los estacionamientos afuera de los centros comerciales y las torres de oficinas.

Para compensar la reducción de su fuerza de trabajo, China debía aumentar la productividad de los trabajadores que continúan en el sector. Y, conforme el apogeo tecnológico despegó alrededor de 2015, el crecimiento de la productividad comenzó a recuperarse después de haberse estancado durante casi una década. El artículo del FMI argumenta que la economía está destinada a lentificarse en los próximos años, pero frenará de manera mucho más drástica si la digitalización se estanca que si continúa al ritmo veloz de la actualidad.

Ninguna economía puede crecer de manera continua para siempre, y las deudas cada vez mayores y una fuerza de trabajo en declive aún pesan en China. Al hacer que los préstamos en línea sean tan fáciles de obtener, la tecnología quizá agrave el riesgo de una crisis financiera.

Pero, por ahora, parece que la revolución tecnológica llegó justo a tiempo para aplazar el día del juicio y rescatar la economía china de una crisis más profunda.

(*) Ruchir Sharma, estratega global jefe de Morgan Stanley Investment Management y colaborador de opinión de TNYT.

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