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Supuestos optimistas de la Rendición

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Proyecto de Rendición de Cuentas. Foto: Marcelo Bonjour

Opinión

Sobre el cierre de junio, se conocieron los indicadores que habitualmente se difunden a fin de mes y de trimestre.

Y también se presentó el proyecto de ley de Rendición de Cuentas, donde, como es habitual, el MEF realiza un prolijo trabajo de difusión de información y de los supuestos utilizados para sus proyecciones.

Entre los indicadores, destaco el deterioro fiscal observado al mes de mayo, que en parte se debió a una acumulación extraordinaria de stocks en Ancap y en parte se debió a que se redujo deuda flotante de la tesorería que había crecido en meses anteriores, lo que daba lugar a una subestimación del rojo fiscal. Depurado del efecto del mayor stock de crudo, el déficit fiscal se ubicó en los 12 meses a mayo en 3,8% del PIB (casi US$ 2.300 millones), medio punto por encima de la nueva meta (más laxa) del MEF para este año.

Otros indicadores que destaco tienen que ver con la deuda pública, que se conoció al mes de marzo. La deuda comenzó su quinto año de crecimiento consecutivo en sus dos definiciones relevantes y se ubicó en 67,6% del PIB si se considera la deuda bruta y en 42,3% del PIB si se la considera neta de activos externos (sin encajes) y con residentes. En ambos casos, el crecimiento de la deuda ha sido de 10 puntos porcentuales del producto desde diciembre de 2013, como consecuencia de mantener un déficit fiscal por encima de lo debido, poniéndose en riesgo la sostenibilidad de la deuda.

Mientras tanto, dado que la deuda pública está altamente "pesificada", la fuerte depreciación del peso en el segundo trimestre dio lugar a una importante reducción de la deuda expresada en términos de dólares en ese período, superior a los US$ 2.000 millones. Una vez más, se comprueba la virtud del "seguro anti devaluación" que se ha construido mediante una muy buena gestión de la deuda. Esto será sabido oficialmente dentro de tres meses cuando se difundan los datos a junio.

Un tercer indicador que destaco había sido difundido a mediados de junio y se trata del PIB, que siguió creciendo en el primer trimestre, pero ya muestra signos de desaceleración. Los dos motores que venían impulsándolo (el consumo privado y las exportaciones) vienen atenuando sus fuerzas y es muy probable que en lo que resta del año pasemos por una recesión. La nueva tasa de crecimiento esperada por el MEF para este año, de 2,5%, está en riesgo y, en todo caso, debe tenerse en cuenta que no es la tasa relevante a los efectos de estimar los ingresos fiscales, ya que incluye un efecto rebote por la reapertura de la refinería a finales del año pasado, cercano a un punto del producto.

Los tres indicadores comentados están estrechamente relacionados entre sí, en la medida en que, si el crecimiento es menor, el déficit fiscal será mayor y la deuda subirá todavía más. Y esto nos lleva a los supuestos (una vez más, optimistas) que se asumen para las proyecciones de la Rendición de Cuentas.

Esos supuestos, para rubros muy relevantes de las cuentas nacionales (PIB, consumo, exportaciones), parecen ignorar lo que está sucediendo en Argentina, y subestimar el impacto que ello tendrá en nuestro país. De ese modo, para el trienio 2018-2020 se proyecta un crecimiento de los ingresos fiscales de 0,6% sobre los de 2017, mientras que los gastos primarios se proyectan constantes en términos del PIB: el famoso "gasto endógeno" se frena y se asume que en lo que resta del período no subirán las inversiones públicas con impacto fiscal. Así, se corre un año la meta fiscal de 2,5% del PIB, ahora para 2020, y se pretende seguir mostrando un final feliz para la obra.

Pero, en realidad, sucederá lo mismo que en los años anteriores: la convergencia hacia una situación fiscal razonable no se dará (un déficit de 2,5% del PIB es una meta razonable porque mantiene a la deuda sostenible en el tiempo), sino que, al contrario, se seguirá muy lejos de ella. En lo que va del período de gobierno, todos los años el déficit fue mayor que el proyectado en 2015 en oportunidad de la ley de Presupuesto. Entonces se esperaba para este año un déficit de 2,7% del PIB, pero ahora se espera que sea de 3,3% y en los 12 meses a mayo ya estamos en 3,8% del producto, con el ajuste señalado.

¿Por qué se debería esperar que esto cambiara cuando nada lo justifica y además el entorno externo se vuelve el más adverso del quinquenio? Encima, para conformar a cierta tribuna (la que de todos modos quedará desconforme) se asumen con fórceps nuevos ingresos y se los asigna, una vez más, sin la debida "rendición de cuentas" que el ministro reclama como si no lo fuera.

El incumplimiento de las metas fiscales para el período ha dado lugar a un crecimiento de la deuda mayor al proyectado en el Presupuesto en 2015. Entonces se esperaba que la deuda neta sin encajes pasara de 33,3% del PIB en 2014 a 37,8% en 2019. Pero resulta que en 2017 ya estábamos en 41,7% del PIB. Esta situación no es precisamente la definición de sostenibilidad.

En definitiva, en un entorno externo crecientemente adverso y cuyo impacto en Uruguay se subestima, las proyecciones de la Rendición vuelven a ser optimistas y volverán a equivocarse en 2018 y 2019, tal como sucedió en cada uno de los tres años anteriores.

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