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Los subsidios, el desempleo y la política en Estados Unidos

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

Por si no se habían dado cuenta, el coronavirus sigue entre nosotros. Aproximadamente mil estadounidenses mueren de COVID-19 cada día, diez veces la tasa registrada en la Unión Europea.

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Debido al fracaso en nuestro control de la pandemia, sufrimos niveles de desempleo equiparables a los de la Gran Depresión. Ahora que todo parece indicar que la breve recuperación impulsada por decisiones prematuras de reanudar las operaciones comerciales se ha extinguido, varios Estados han detenido o incluso dado marcha atrás a su reapertura.

Sin embargo, la extensión del seguro por desempleo, una ayuda crucial para la supervivencia de decenas de millones de estadounidenses, ya expiró. Peor aún, las negociaciones para determinar cómo volver a otorgar subsidios parecen estar estancadas, e incluso está en duda si se dará algún tipo de apoyo.

Algunas veces observamos encabezados que describen esta crisis como consecuencia de una “disfunción del Congreso”. Ese tipo de encabezados revelan un caso grave de falsa objetividad, la aversión casi patológica que algunos miembros de los medios de comunicación sienten por señalar quién es el verdadero culpable de una situación determinada.

Los demócratas de la Cámara de Representantes aprobaron un proyecto de ley diseñado específicamente para lidiar con esta maraña hace dos meses y medio. El gobierno de Trump y los republicanos del Senado tuvieron tiempo más que suficiente para proponer una alternativa. Pero no solo no hicieron su propuesta, sino que ni siquiera se ocuparon del tema hasta unos cuantos días antes de que se suspendiera el subsidio. Encima, ahora incluso se niegan a ofrecerles a los trabajadores una ayuda significativa en sus dificultades.

Se trata de una falla impresionante del gobierno, del mismo calibre que el mal manejo de la propia pandemia. ¿Cómo se explica? En lo personal, no he podido decidir. ¿Acaso fue malevolencia ignorante, o ignorancia malevolente?

Analicemos en primer lugar la opción de la ignorancia. La recesión causada por la COVID-19 a partir de febrero quizá haya sido la desaceleración económica más sencilla y fácil de entender de la historia. En un intento por contener la pandemia, se suspendió gran parte de la economía estadounidense. La pérdida de empleos se concentró en los servicios que no eran esenciales o bien podían posponerse, y que además tenían probabilidades altas de propagar el coronavirus, como restaurantes, viajes aéreos y visitas al dentista.

El principal objetivo de la política económica era hacer tolerable ese cierre temporal de actividades, y para conseguirlo se buscó mantener los ingresos de quienes no podían trabajar.

No obstante, los republicanos no han dado ni la menor señal de comprender esta situación. Las propuestas de política que se han escuchado de los colaboradores y asesores de la Casa Blanca son casi surrealistas, totalmente desconectadas de la realidad. ¿Recortar los impuestos sobre la nómina de los empleados que no pueden trabajar? ¿Permitir que los empresarios deduzcan el importe total de largas y costosas comidas de negocios que no pueden consumir?

Al parecer, ni siquiera comprenden la mecánica del pago de los cheques por desempleo. Propusieron prolongar el subsidio un tiempo breve, en tanto se realizaran las negociaciones, algo que literalmente no es posible, pues las oficinas de gobierno que pagan el subsidio por desempleo no pueden realizar los cambios necesarios de programación.

Sobre todo, los republicanos parecen estar obsesionados con la idea de que el seguro por desempleo hace que los trabajadores se vuelvan holgazanes y no quieran aceptar otros empleos.

Esta afirmación sería extraña incluso si el subsidio por desempleo en realidad redujera el incentivo para buscar trabajo. Después de todo, más de treinta millones de trabajadores reciben esta prestación, mientras que solo hay cinco millones de vacantes. Sin importar cuán inflexible seas con los desempleados, no pueden aceptar trabajos que ni siquiera existen.

En segundo lugar, está casi de más señalar que prácticamente no hay pruebas de que el subsidio por desempleo realmente provoque que los trabajadores se muestren más renuentes a aceptar empleos. Se han realizado varios estudios y ninguno ha detectado un efecto significativo en este incentivo.

Además, el subsidio por desempleo no impidió que Estados Unidos sumara siete millones de empleos, la mayoría para trabajadores de ingresos bajos (es decir, precisamente los trabajadores que por lo regular reciben más cuando están desempleados que cuando realizan su trabajo normal), durante la malograda recuperación de primavera.

Por cierto, la gran mayoría de los economistas creen que el subsidio por desempleo ha ayudado a sostener la economía en su conjunto, pues permite que se mantenga el gasto de consumo.

Así que, a la raíz de cualquier ataque a la ayuda que se da a los desempleados, se encuentra una profunda ignorancia. Claro que también existe un elemento muy importante de malicia.

Desde hace mucho tiempo los republicanos han sostenido que los desempleados están resignados al fracaso, que prefieren quedarse en su casa a ver la televisión que salir a trabajar. Los años de gobierno de Trump han estado marcados por un implacable ataque en contra de los programas de ayuda a quienes son menos afortunados, desde Obamacare hasta los cupones de comida.

Un indicador de la hipocresía del Partido Republicano es el repentino resurgimiento de los inconformes con el déficit, cuyo argumento es que ayudar a los desempleados le sumará demasiado a la deuda nacional. Utilizo las citas en referencia al miedo porque, según puedo ver, ninguno de los políticos que afirman que no podemos solventar el gasto que implica ayudar a los desempleados le puso ninguna objeción a la propuesta de Donald Trump sobre el recorte fiscal de dos billones de dólares para las corporaciones y los ricos.

Tampoco es el desdén hacia los desafortunados la única razón por la que los republicanos no quieren ayudar a los estadounidenses necesitados. El informe reciente de Vanity Fair sobre los motivos por los que no contamos con una estrategia nacional de pruebas coincide con muchas evidencias de que los republicanos dejaron pasar muchos meses sin actuar porque creían que la COVID-19 era un problema de los Estados de mayoría demócrata, que no afectaba a la gente que les importa a ellos. Para cuando se percataron de que había brotes de la pandemia en el Cinturón del Sol, era demasiado tarde para evitar el desastre.

Así que, en este momento, es difícil vislumbrar una manera de evitar otra catástrofe innecesaria. Debido a la ineptitud del gobierno de Trump y sus aliados, millones de estadounidenses pronto se verán en serios aprietos financieros.

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