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Del stress a las turbulencias

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El año pasado hablábamos de la "política energética bajo stress" y llamábamos a realizarle ajustes. Siempre entendimos que la política vigente, en sí misma un avance que dinamizó las inversiones con amplios consensos, no podía estar "escrita en mármol" y que una sana flexibilidad era necesaria.

Los cambios en el escenario eran evidentes y se vienen acentuando. La economía nacional no navega por aguas tranquilas como antes, y las cuentas públicas están complicadas. La evolución de los precios, las monedas y las tasas de interés, así como los precios de los commodities marcan una inflexión, y los recientes desastres climáticos agregan malas noticias. Además el propio plan sufre turbulencias en el subsector eléctrico por un mayor énfasis en las renovables que el inicialmente planteado y por los problemas en algunos proyectos claves, como la regasificadora y la central de ciclo combinado. En el subsector de los combustibles está la grave situación de Ancap, que no se solucionará rápidamente, así como ciertos desajustes entre la política general y la política de combustibles. En conclusión, hoy los ajustes al Plan ya resultan imperiosos. Veremos los principales puntos a atender.

Reestructura.

Nadie duda hoy de que Ancap se ha transformado en una carga en lugar de una palanca de desarrollo. Hasta ahora el foco del debate ha estado en el pasado, pero es imperioso resolver los problemas del futuro: reestructurar la empresa para que pueda aportar genuinamente a la competitividad de la producción nacional. Esto implica, entre otras cosas, concentrarla en su "core business" de empresa de petróleo y gas, hacerla eficiente y separarse de los otros negocios que en su actual debilidad no puede sostener, en particular el portland y los biocombustibles que hoy son estructuralmente deficitarios.

Regasificadora.

En una nota de octubre pasado ("¿Segunda Oportunidad?") planteábamos nuestras dudas sobre si continuar con este proyecto. En el contexto actual, donde se proyecta una baja demanda de generación térmica por la ampliación de la capacidad de renovables, la regasificadora no se justifica, por lo menos por varios años. Implicaría elevados costos fijos que terminarán por cargarse sobre la generación eléctrica, el subsector que hoy muestra resultados razonablemente positivos. Los cambios que se están procesando en el mercado argentino del gas, además, son un dato clave que debe ser considerado.

En conclusión, la regasificadora debería suspenderse salvo que aparezcan socios dispuestos a hacerse cargo de por lo menos la mitad de los costos fijos, lo cual parece improbable. No basta con interesados en comprarnos gas (aún si los volúmenes en el corto plazo fueran importantes) porque eso deja el riesgo y los compromisos a largo plazo de nuestro lado: deberíamos encontrar socios reales, que asuman riesgos y costos fijos. Con la intención argentina de acelerar la explotación de sus importantes reservas, no parece una perspectiva realista.

Combustibles.

El consumo de combustibles del país está cambiando su perfil. Ya prácticamente no se consume fueloil (ni en la generación térmica, ni en la industria), se han introducido los biocombustibles, y se habla de incentivar el gas natural. Al caer el fueloil, ¿es compatible nuestra refinería con una demanda cada vez mayor de combustibles livianos, o requiere nuevas inversiones? ¿Serían adecuadas para la escala de nuestro mercado? ¿Qué tipo de crudos son los más convenientes? Por otra parte, si se optara por importar una parte de la demanda, ¿cuánto hay que invertir en logística portuaria?

Por su parte, el transporte sigue consumiendo principalmente gasoil y nafta, y podría plantearse tanto la introducción más agresiva del transporte eléctrico, del Gas Natural Comprimido, o una eventual reforma del programa de biocombustibles. Cada alternativa requiere inversiones y estímulos diferentes, y no se puede apostar a las tres cosas a la vez.

En fin, si no se toman estas determinaciones y se genera un plan acorde, será difícil poder adecuar el sector de los combustibles a nuestras necesidades futuras: los descalces entre producción y demanda irán en aumento.

Sistema eléctrico.

El programa de generación eléctrica da muestras de sobre-inversión, producto de la ampliación del plan original en las renovables, mientras se mantuvo la inversión en centrales térmicas. Se ha ido de los 500 o 700 MW inicialmente previstos a unos 1700 MW en renovables. Hoy hay operativos unos 865 MW de energía eólica, unos 250 MW privados y 350 MW adicionales de UTE en construcción. Mientras tanto, los excedentes eléctricos están a la orden del día, y se venden en la región por el momento a precios bajos. UTE debería priorizar la inversión en la red de transmisión y distribución en vez de continuar incorporando capacidades propias de generación que ya no son requeridas

Conclusión.

Tenemos problemas que se van acumulando y que impactarán en el mediano plazo, poniendo en cuestión el actual plan de desarrollo. El esfuerzo realizado no debería terminar enredado en sus propios problemas. A tomar entonces las decisiones que permitan ajustar el Plan lo antes posible.

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Empresa brasileña aún no finalizó los trámites.

UNIVERSIDAD CATÓLICA - OBSERVATORIO DE ENERGÍA Y DESARROLLO SUSTENTABLE

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